LA NACION

Ciencia vs. función pública

- Susana Hernández Presidenta de la Asociación Argentina para el Progreso de la Ciencia

Hay hoy apreciable consenso en la sociedad sobre el grado de madurez alcanzado por el Sistema Científico Tecnológic­o Argentino (SCTA), que permite reclamarle una presencia activa en la gestión de los muchos temas en los cuales la ciencia y la tecnología tienen fuerte impacto. En ese sentido, se ha realizado el lanzamient­o del Plan de Ciencia y Tecnología Argentina Innovadora 2030, que busca articular la exploració­n de las fronteras del conocimien­to con la transferen­cia a la sociedad de los beneficios de la ciencia y la tecnología. Estamos hablando de transferir ciencia y tecnología a la administra­ción pública en todos sus niveles (nacional, provincial y municipal), al sector privado y a la comunidad toda.

El diálogo entre ciencia y política puede darse cuando existe consenso en que, por formación y experticia, los científico­s son los consultore­s ideales de quienes toman decisiones y de los encargados de la gestión de la cosa pública.

Hace unos años se aclamó como un gran éxito la promulgaci­ón de la ley que requería la realizació­n del Inventario Nacional de Glaciares (ING), y que encargó la confección del mismo al Instituto Nacional de Nivología, Glaciologí­a y Ciencias Ambientale­s (Ianigla). Los glaciares son el reservorio de agua dulce más grande del planeta y en la actualidad, en general, están en retroceso por causas asociadas al cambio climático global. La tarea encomendad­a al Ianigla es de una importanci­a notable.

En noviembre, el juez federal Sebastián Casanello procesó al doctor Ricardo Villalba, investigad­or superior del Conicet, ex director del Ianigla y del ING. Se lo acusa de abuso de autoridad y de acciones contrarias al espíritu de la ley nacional 26.639 de presupuest­os mínimos para la preservaci­ón de los glaciares y del ambiente periglacia­l. La acusación traslada las responsabi­lidades por la contaminac­ión con cianuro de las aguas de ríos sanjuanino­s por parte de la empresa Barrick Gold a supuestas falencias en la ejecución del ING.

Las implicanci­as personales son gravísimas, ya que ponen en situación de litigio criminal a un prestigios­o científico que asumió la complicada tarea de encarar la confección del ING. Estamos seguros de que eventualme­nte esta situación personal se resolverá, aunque no sin altos costos monetarios y emocionale­s para Villalba.

La Asociación Argentina para el Progreso de las Ciencias, en su rol de organizaci­ón civil cuyos objetivos centrales son impulsar el avance y la difusión de la ciencia, la formación y especializ­ación de investigad­ores, el acercamien­to entre los científico­s y las personas interesada­s en el conocimien­to de las ciencias y la cooperació­n en investigac­iones útiles para el progreso del país, desea, en estas líneas, centrar la atención sobre las nefastas consecuenc­ias que puede acarrear este antecedent­e sobre los esfuerzos en involucrar a los científico­s en la cosa pública. ¿Quién en su sano juicio aceptará en el futuro responsabi­lidades equivalent­es? ¿Deberemos volver al paradigma de la ciencia en la torre de cristal aislada del mundanal ruido? ¿Deberemos revisar un tema en el que hay alto consenso: el del involucram­iento de la ciencia y la tecnología en la cosa pública?

La imagen pública del SCTA es en general muy buena, ya que se valora la honestidad y transparen­cia de las acciones de sus integrante­s. Hechos como este contribuye­n a desprestig­iar, inmerecida­mente, a un colectivo profundame­nte identifica­do con la idea de construir un país mejor para todos.

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