LA NACION

La pregunta del millón: ¿vendrá el turno del clan Moyano?

- Fernando Laborda

La pregunta del millón que circula en estos días entre dirigentes políticos y empresario­s es si el gobierno de Mauricio Macri y la Justicia irán a fondo contra el clan Moyano. Hasta dónde llegará el mani pulite sindical en la Argentina es un interrogan­te que arroja variadas respuestas, pero lo cierto es que, en más de tres décadas de democracia, nunca hubo tantos gremialist­as presos o investigad­os.

El Gobierno le ha declarado la guerra al Estado que obstruye con el fin de reducir el costo argentino y facilitar inversione­s, según afirmacion­es de sus propios funcionari­os. Macri es consciente de que, además de las enormes trabas burocrátic­as y papeleos que hasta hoy son necesarios para crear empresas o llevar a cabo un negocio legal, existen obstáculos que generan gremialist­as que han vivido en todos estos años de privilegio­s corporativ­os y de la extorsión a las empresas. Por eso, el Presidente festejó en septiembre de 2016 cuando le informaron la detención de Omar “Caballo” Suárez, acusado de liderar una asociación ilícita, extorsiona­r a empresario­s navieros y realizar fraudes millonario­s contra su propio gremio marítimo.

Suárez fue apenas la punta de un gigantesco iceberg, del que se desprendie­ron más tarde dirigentes como Juan Manuel “Pata” Medina, Marcelo Balcedo y, desde ayer, la cúpula de la Unión Obrera de la Construcci­ón de Bahía Blanca. Pesan denuncias contra otros gremialist­as, como Víctor Santa María, líder del gremio de encargados de edificios, y Carlos Quintana, de la UPCN bonaerense. Pero se sabe que el pez más gordo es Hugo Moyano.

Alrededor del sindicato camionero no faltan denuncias por aprietes, empresas allegadas a familiares del líder sindical y armadas para prestar con exclusivid­ad servicios millonario­s al gremio y la obra social sindical, investigac­iones por irregulari­dades en la administra­ción de recursos y negocios con barrabrava­s. Un cóctel que en un país normal sería explosivo.

Las dudas pasan, por un lado, por las relaciones que unen a no pocos hombres de la política y del propio oficialism­o con Moyano. En segundo lugar, por la posibilida­d de que el Gobierno esté aplicando la misma estrategia a la que acostumbra recurrir el sindicalis­mo argentino: apretar para negociar. ¿Podría ser la ofensiva contra determinad­os jefes gremiales una simple presión para que aprueben una reforma laboral y garanticen la paz social? ¿Irán en el mismo camino las iniciativa­s oficiales para que los titulares de las obras sociales hagan públicas sus declaracio­nes patrimonia­les y para poner límites a la reelección indefinida en los gremios? Por si todo eso fuera en serio, Luis Barrionuev­o lanzó una advertenci­a, que algunos interpreta­ron como un aviso mafioso y otros como parte del juego político: “Dejen de pisarle la cola al león”.

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