Vergonzoso derrame de hidrocarburos
El 27 del mes pasado, la Prefectura Naval Argentina, con supervisión del Ministerio de Ambiente y Control del Desarrollo Sustentable de Chubut, provocó el hundimiento de un buque potero (de pesca selectiva) chino de 68 metros de eslora, a metros de las costas de Puerto Madryn, para transformar el casco –en estado de calamitosa oxidación– en un “arrecife artificial”. El buque había permanecido en el muelle local Luis Piedrabuena desde abril de 2015, cuando fue capturado en aguas jurisdiccionales argentinas por estar pescando calamar de forma ilegal. Como consecuencia del hundimiento, se ha desencadenado un derrame de hidrocarburos en las aguas del Golfo Nuevo. Hoy, las redes sociales registran la imagen de la gigantesca pluma de contaminación que se ha dibujado en una de las bahías más bellas que tiene nuestro país.
Es un hecho indignante: los hidrocarburos afectan a toda la fauna ictícola y nos encontramos en una época del año donde se concentra la de pingüinos y lobos marinos.
Desconocemos si la propia autoridad ha cumplido con la imprescindible evaluación de impacto ambiental de este hecho y es urgente averiguarlo: no se trata de un área cualquiera. El Golfo Nuevo es una zona especialmente sensible que ha merecido el establecimiento de medidas protectoras especiales, incluso por la Prefectura Naval. Es un área que ofrece un interés particular para las actividades recreativas y el turismo de naturaleza, y no puede estar expuesta a sustancias perjudiciales ni a la patología de pretender crear, en una de las áreas naturales más bellas de la costa patagónica, un grotesco espacio artificial para actividades recreativas. Puerto Madryn no necesita vivir de un simulacro. Atractivos naturales abundan. Lo que puede resultar escaso es la capacidad de gestionar un espacio de extrema fragilidad y de prestigio internacional.
Este hecho ocurre en el área de reproducción de la ballena franca austral, declarada monumento natural, a fin de otorgarle una adecuada protección. Península Valdés, sitio del patrimonio de la humanidad, es un lugar de gran concentración de ballenas y un atractivo turístico reconocido mundialmente por su riqueza biológica. Ello obliga a actuar con precaución aun cuando no sea la temporada de avistamiento de ballenas. Si hay algo que distingue el área de Puerto Madryn y que la ha transformado en uno de los lugares de mayor importancia en turismo de naturaleza es su impactante biodiversidad y la fragilidad del entorno.
Pensar que un “pasivo ambiental” puede convertirse, de modo instantáneo, en un activo para la actividad turística parece, más que una simplificación insólita, el resultado de un pensamiento que no sabe más que moverse por intereses puramente circunstanciales.
En un área de especial sensibilidad ecológica, la mejor opción para estos buques es el desguace. Es más caro, pero hay que poseer la capacidad para valorar los servicios ambientales que brinda la naturaleza. Resulta inadmisible que aquello que la comunidad valora y busca legítimamente proteger pueda destruirse mediante una decisión inadecuada.
La belleza de esos espacios responde a la relación entre las características naturales y un conjunto de valores forjados a través del tiempo con mucho esfuerzo. La única garantía para que esto no ocurra es contar con funcionarios adecuados que reflejen no solo capacidad, sino una ética imprescindible para el cuidado del planeta.