Tagliafico, Van Dijk y la debilidad estructural del fútbol argentino
Cuando Ariel Holan identifica las barreras que separan el fútbol argentino de lo que producen las potencias (“un proyecto que contenga valores, una identidad clara y una metodología estructurada, con una buena gestión, que tenga como eje la capacitación”), no tenía ni idea de lo cerca que tenía el ejemplo ideal para subrayar la diferencia.
Nicolás Tagliafico, el excapitán de Independiente, nació en agosto de 1992, trece meses después de que Virgil Van Dijk lo hiciera en Breda (Holanda). Ambos debutaron en primera en 2011: uno en Banfield, el otro en Groningen.
El argentino jugó más partidos que el holandés desde entonces período, 233 contra 184, aunque marcó bastante menos goles que su colega: apenas 2 contra 20.
Los dos son zagueros, aunque Tagliafico jugó en los últimos tiempos como lateral. A causa de su escasa altura –mide apenas 1,69m-Edgardo Bauza no quería llevarlo al seleccionado Acaso por eso, solo tiene un solo partido con la camiseta albiceleste –el amistoso contra Brasil en Melbourne, en junio de 2017, convocado por Sampaoli– contra los siete que disputó su colega con la camiseta naranja. Difícilmente Tagliafico vaya a Rusia 2018, a juicio del seleccionador nacional; Van Dijk, eso es seguro, no irá. Como ninguno de sus compatriotas.
Quizás la gran diferencia entre ambos sea la altura: Van Dijk mide 1,93 metros, 24 centímetros más que el argentino; o quizás sean esos 70 partidos que acumula en la Premier League. Pero, ¿son diferencias que justifiquen que el pase del holandés haya costado casi 14 veces más que el del argentino? Indudablemente, no.
Liverpool acaba de pagarle a Southampton 75 millones de euros por la ficha de Van Dijk; en cambio, Ajax abonó 5,4 millones de euros limpios por la cesión de Tagliafico. Una diferencia obscena.
La burbuja de los pases no demorará en estallar en Europa: todo dependerá de la velocidad con la que los jeques del PSG o el ManCity consigan el título de la Champions League; cuánto más se demore, más se enloquecerá el mercado, excitado ya como para pagar 222 millones por Neymar o 160 millones por Philippe Coutinho.
Esa distorsión no tapa lo obvio: como productor de mano de obra barata, el fútbol argentino actúa en una segunda división estructural. Apremiados, los clubes no debieran tener que contentarse con cobrar cláusulas de formación, migajas en un festival de opulencia deportiva.
Holan sueña con “un sistema organizado” para paliar tanto déficit. Siempre es más sencillo proponerlo que concretarlo pero, si ello ocurre, acaso futbolistas como Tagliafico puedan ser transferidos a precios más aproximados a los de Van Dijk.