LA NACION

Iñaki Urlezaga habla sobre el final por recortes presupuest­arios de la Compañía Nacional de Danza por la Inclusión

El reconocido bailarín responde a la decisión del Ministerio de Cultura de discontinu­ar la compañía nacional de Danza, que dirigía desde 2013

- Texto Constanza Bertolini| Foto Daniel Jayo

Cuarenta y ocho horas después de conocer que el ministro de Cultura, Pablo Avelluto, decidió dejar de financiar la compañía nacional danza, su director, iñaki Urlezaga, está sereno. entiende el contexto de achique del Gobierno (aunque no lo comparte) y le han dicho que ya no están los 30 millones de pesos anuales que se necesitan para sostener el ballet. También está enojado y, sobre todo, triste porque el trabajo realizado durante cinco años con un elenco federal, nacido en el ámbito público, anteayer se quedó sin futuro. se permite cuestionar la decisión: “¿Por qué no se fortaleció el espacio en vez de quitar una fuente de trabajo y un lugar de expresión? ¿Por qué no se decidió la alternativ­a de construir apostando a un modelo joven y diferente, en un país que tiene un vacío enorme en la danza clásica”, escribía inmediatam­ente después de conocer la noticia –que retransmit­ió a los 52 bailarines, maestros, técnicos, casi 80 personas– de que no va más.

La línea de tiempo de este ballet comenzó en 2013, cuando convocados por la entonces ministra de desarrollo social Alicia Kirchner para formar danza por la inclusión se realizaron audiciones para bailarines en las provincias. Para 2014, comenzaron las funciones en todo el país. ni los espectácul­os gratuitos ni todo lo que hubo detrás podrían haber existido sin una política y recursos públicos. “sin el estado detrás es difícil que haya ballet en Palpalá”, decía Urlezaga en 2016, después de sobrevivir con el elenco a un cambio de gobierno y todavía en el ámbito de desarrollo social. La ministra Carolina stanley sostuvo el proyecto, pero para 2017 se resolvió un traspaso ministeria­l a la órbita de Cultura, de Pablo Avelluto. ese año estuvieron sin bailar ni cobrar hasta septiembre, cuando se remontó la temporada cerrando el año con dos programas en el Teatro Coliseo, un puñado de fechas en el interior y un paso muy popular por el anfiteatro del Parque Centenario, con entradas agotadas.

en el cambio de ámbito pareciera haber faltado una pregunta clave: ¿qué rol tendría la compañía en su nuevo contexto? ¿seguiría siendo un proyecto principalm­ente “social” o pondría otras metas “artísticas”? Así se llegó a fin de año, en un contexto de ajuste de las estructura­s ministeria­les. el 30 de diciembre el ballet danza hizo su última función de El lago de los cisnes sin saber que era la última. –Después de un 2017 tan difícil, la decisión final del ministro puede haberte enojado, entristeci­do, indignado, como dijiste, pero no te sorprendió, ¿o sí? –sí, fue un shock la noticia, lo que menos esperaba. si del área de Creativida­d del ministerio, que es en la órbita que el ballet funcionaba, el 4 de enero me estaban pidiendo los objetivos para el nuevo año, me daban a entender que todo iba a continuar. Y cinco días después me dicen que no. Fui a esa entrevista pensando que íbamos a resolver cómo encarar 2018. el contexto había sido de un año tremendame­nte difícil, y el anterior, también. Con el cambio de gestión de gobierno, en 2016 pasó todo el primer semestre hasta que la compañía retomó las actividade­s en desarrollo social. Tristement­e uno se va acostumbra­ndo al maltrato institucio­nal, porque tener a un bailarín seis meses parado solo la gente que baila puede dimensiona­r el daño que significa. seis meses sin bailar y seis meses sin cobrar, ¿quién puede vivir? Pero se arrancó con el mejor esfuerzo del staff y, tengo que decirlo, también del Gobierno, porque la demora había sido por la burocracia que implicaba llevar adelante un nuevo expediente. –Stanley apoyó el proyecto primero y luego decidió transferir el ballet al Ministerio de Cultura. –Quizá está mal que yo lo diga, pero creo que el proyecto valía la pena, que trascendía a los gobiernos y, a la hora de ser evaluado, se apostó por el programa. Cuando culminó 2016, el ballet había crecido categórica­mente en experienci­a. Para mi agrado, nos comunican que el ballet, que ya estaba constituid­o, era algo más que una experienci­a social, que lo artístico le había ganado a lo social, y lo impulsan a Cultura. Lo transfiere­n, con su presupuest­o, y entiendo que institucio­nalmente eso era más seguro para que no tuviéramos un año como el que había pasado. Tristement­e, fue mucho peor. Y ahora esta noticia. Pero no me voy a olvidar nunca de los cientos de caras de bailarines que he visto sonreír. He tenido la facultad de ir formando gente a lo largo de mi carrera, y para mí esa es una inmensa felicidad. Habría entendido la decisión tomada con sensatez si me lo hubiera manifestad­o stanley en desarrollo social, donde estuve entre incendios, inundacion­es y necesidade­s primarias, pero habiéndolo transferid­o a Cultura para poder sostenerlo mejor… –¿Quién dijo eso?

–stanley, en acuerdo con Avelluto, para poder darle una mejor calidad institucio­nal. Cultura tiene una ley para la formación de una compañía nacional clásica de ballet. Me encanta decirlo porque fue promulgada por raúl Alfonsín, que no tiene nada que ver con la gestión anterior ni con esta [se refiere a la n° 23.329]. Teniendo una ley en el cajón, esperando que un cuerpo pueda merecerla o acceder a ella, creí inocenteme­nte que al ballet le iban a dar esa entidad. –¿Entendés las razones presupuest­arias que te dan o ves el desenlace más como un tema político? –Yo no me he pronunciad­o bajo ningún cuadro político y aquí no se me está quitando a mí la posibilida­d de trabajar, eso sería lo de menos, porque los directores pasan y eso es saludable para las compañías también. A mí lo que me shockeó es que traspasan la compañía a Cultura, en Cultura espera nueve meses para trabajar tres, piden los objetivos para 2018 y cinco días después me dicen que no va más porque no se pudieron encontrar los fondos. Viví en europa, en países prósperos, y trabajé en institucio­nes como Covent Garden, que es un ballet real, y el 51 por ciento son financiada­s por el estado (para garantizar los recursos humanos) y el 49 ciento, con aportes privados a través de mecenazgo o sponsors. Lo aprendí a los 18 años. entonces, cuando había que ver la viabilidad de los fondos, ¿por qué no le dieron una posibilida­d a este organismo que ya estaba creado y tenía una ley que lo abrazaba? –¿A eso te referís vos cuando hablás de una “alternativ­a de construir apostando a un modelo diferente”? –Claro. Y en este caso Cultura tenía la herramient­a legal, y las leyes están para ser reglamenta­das. La compañía fue pública desde el primer día. Todas las audiciones fueron públicas, los bailarines tuvieron su forma transparen­te de llegar. incluso el ministerio podrían haber vuelto a concursas los puestos. –Hasta tu propio cargo de director. ¿Le ofreciste a Avelluto dejar tu cargo? –Claro. Pero la respuesta es siempre la misma, que no hay dinero. –Hay gente en las redes preguntand­o cuánto dinero hace falta para que sigan. Vos sabés lo que cuesta mantener una compañía privada. ¿Hay alguna chance? –estoy dispuesto a hacer las cosas seriamente como toda la vida lo hice. Hay una cantidad de artistas que necesitan un trabajo digno y si se puede organizar y hacer las cosas bien, para eso estoy. Me gustaría que todo esto que se logró no termine de la noche a la mañana, porque es como abortar algo. Yo creo que no es el final que la compañía se merece.

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