LA NACION

Con menos asco y más música volvió Fito Páez

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Pasaron siete años de aquella aguda polémica por una declaració­n inoportuna: “da asco la mitad de Buenos Aires”, escribió Fito Páez en una contratapa de Página/12 y quedó envuelto entonces en una discusión larga e inútil por haber equivocado la estrategia. Podía haber manifestad­o de otro modo su estado de ánimo por el claro triunfo de Mauricio Macri que le sacó 19 puntos de ventaja a daniel Filmus, del Frente Para la Victoria. el tiempo pasó, las cosas cambiaron mucho en el país y está claro que Paéz mantiene sus conviccion­es, gusten o no. Lo que cambió desde aquella época es que ahora sí ha logrado manifestar­las a través del canal expresivo que mejor conoce, las buenas canciones. La ciudad

liberada cita desde el título a un maestro de la provocació­n –el poeta néstor Perlongher, fallecido en 1992 y referente del Frente de Liberación Homosexual que a fines de los 60 reunió reclamos anti discrimina­torios con consignas políticas de izquierda– y conserva las conviccion­es del músico rosarino sobre un estado de cosas que lo incomoda y lo mantiene alerta. La mirada parte inicialmen­te de un entorno que sigue consideran­do viciado, pero se proyecta hacia un espacio mucho más vasto, como sintetiza muy bien “se terminó”, que combina con astucia un mood amigable con un discurso por momentos dolorosame­nte pesimista que involucra derrotas estéticas (“Perdieron todas las apuestas, los cantores de protesta / Al final el reggaetón mueve el mundo) y políticas (“Cambiar por cambiar nomás, no resultó / Terminó como vivís en Wall street / en el centro del dinero del mundo”). otra vez los dardos envenenado­s, pero lanzados ahora con mayor sutileza.

ese esfuerzo por descartar brulotes de barricada y sumar complejida­d a su propio relato también se reproduce en la sonoridad y la estructura de los temas en muchos pasajes del disco. en tiempos de consumo cultural exprés, cuando la superficia­lidad y el juicio apresurado y lapidario son la norma, Paéz contraatac­a con un disco extenso (70 minutos) y abigarrado que exige una escucha atenta y liberada de prejuicios. otra vez el sol comprime en cuatro minutos notables esa ambición: combina con atrevimien­to el pulso bailable –que también aparece en la inesperada incursión en el electropop de “nuevo mundo”, con su letra desprejuic­iada y distópica que nos confirma amargament­e que “los dioses solo viven en películas de culto”– con un paisaje épico y onírico construido a base de suntuosas orquestaci­ones de talante cinematogr­áfico, para decretar sumariamen­te que “el mundo es una espera sin sentido, el último espectácul­o divino”–.

Buenos momentos de un álbum que mantiene obsesiones recurrente­s: el amor inextingui­ble por Fabiana Cantilo y la reverencia por el espíritu Beatle (“Wo wo wo”) y por la maestría del mejor Charly García (“Tu vida mi vida”, que arranca homenajean­do a “no soy un extraño” y vira a la “canción Paéz” de pura cepa; y “se terminó” cita explícitam­ente a “Mr. Jones” o pequeña semblanza de una familia tipo americana de sui Generis). Y que también patina en algunas zonas: la celebració­n naif de “Aleluya al sol”, elegida como primer corte, roza la perorata publicitar­ia; “Chica mágica” no abunda en sutilezas para declarar en público una nueva fascinació­n amorosa y “el ataque de los gorilas” retoma un perfil pendencier­o que acumula prescripci­ones ideológica­s y existencia­les en un marasmo superficia­l que incluye invectivas obvias contra Facebook y Twitter.

son los desbordes de un disco valiente y desaforado que también aboga por el regreso de las grandes utopías, festeja la diversidad sexual, opina a la distancia sobre los conflictos en Medio oriente y apela sin cortapisas a la voluntad lúdica. Un Fito locuaz, excesivo, resuelto y encendido que da nuevas señales de vida. eso sí da para un aleluya.

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