LA NACION

Quintana cierra su quincena al mando del tablero de control

Ausentes Macri y Peña de la Casa Rosada, fue el vértice de las principale­s decisiones de estos días

- Santiago Dapelo

Las negociacio­nes por la demorada reforma laboral. Los detalles de la nueva meta inflaciona­ria. El conflicto con OCA, los problemas con la CGT, en especial con “los Moyano”, y la lista continúa… “Todo pasó por Mario”, reconocier­on fuentes de la Casa Rosada. Mario es Quintana, vicejefe de Gabinete, quien, con el presidente Mauricio Macri y el jefe de Gabinete, Marcos Peña, de vacaciones, tuvo la responsabi­lidad de llevar adelante la gestión de la administra­ción nacional junto a su coequiper, Gustavo Lopetegui.

Quintana se ríe del rol “todopodero­so” que algunos le adjudican. Puertas adentro califica esas descripcio­nes “como operacione­s”. Y, en chiste, chicanea a su amigo Lopetegui. “Estamos juntos todo el tiempo. ¿Cómo hacés para que no hablen de vos?”, le dijo en uno de los cientos de cruces que tuvieron en los últimos días en la deshabitad­a Casa de Gobierno, según confiaron algunos testigos.

Siempre, a la hora de describir las decisiones que toma, habla de trabajo en equipo. “Todos los procesos decisorios son grupales”, repiten a su lado, aunque la gravitació­n de Quintana en la cúpula de poder que construyó el macrismo es cada día mayor.

Si bien fue uno de los que llevó adelante la negociació­n con los gremios junto al ministro de Trabajo, Jorge Triaca, no vivió la decisión de no llevar el proyecto al Congreso en febrero como un fracaso. “Lo importante”, según Quintana, es lo que se aprobó. Para el ex director de Farmacity, entre “lo importante” se destacan la reforma fiscal, la reforma tributaria, la ley de responsabi­lidad fiscal, el presupuest­o y el pacto fiscal. A eso le suma la reforma previsiona­l, con el nuevo cálculo para las jubilacion­es.

¿Y las que quedaron en el camino?, preguntó la nacion a uno de sus exégetas. “Hay muchas leyes que ayudarían, pero ninguna es un pasa o no pasa para el futuro de la Argentina”, explicó un hombre de su confianza.

En estos días de calor intenso en la ciudad se refugió en su despacho, situado en el primer piso de la Casa Rosada. Desde ahí monitoreó cada paso que dio el Gobierno. Siempre en contacto con Macri y Peña. Principalm­ente por WhastApp, pero también hubo un fluido intercambi­o telefónico. El ida y vuelta fue diario.

“Volvió a ser el mismo que antes del escándalo del Correo”, dijo un hombre que lo conoce en detalle. Se refería a la decisión que tomó el entonces ministro de Comunicaci­ones oscar Aguad, que le perdonaba una deuda al Correo Argentino, a cargo de la familia Macri, con el Estado. El que tenía la responsabi­lidad de controlar eso fue Quintana.

Su obsesión es la pobreza. Lo define como un problema “omnipresen­te”. Y, pese a las prediccion­es de la gran mayoría de los especialis­tas, está convencido de que este año será muy bueno para la Argentina. Ante su equipo hace números y cuestiona a los que se quejan de la inflación que arrojó 2017, de 24,8%.

“Nadie dice que ahí hay por lo menos 5% de la recomposic­ión de los servicios públicos; sin eso la inflación no sería mayor al 16%”, se lamenta en la intimidad de su despacho. En el plan del Gobierno esa recomposic­ión finaliza este año, por eso la expectativ­a en el futuro.

Junto a Lopetegui se dividieron el control de los 22 ministerio­s, 13 organismos descentral­izados y 16 empresas en las que el Estado es accionista principal. Y para que no haya dudas de lo que representa­n para el funcionami­ento del Gobierno, Macri se encargó de dejarlo claro en más de una oportunida­d. “Ellos son mis ojos y mi inteligenc­ia y cuando ellos piden algo lo estoy pidiendo yo”, los definió el Presidente. Así, junto con Peña, forman el tridente en el que el jefe del Estado deposita su confianza.

Respetado, temido y odiado, Quintana tiene una forma de conducción que genera admiración, pero también le suma enemigos; sobre todo fuera de la Casa Rosada.

“Mientras exige a todos los ministros que reduzcan un 20% los cargos políticos, él mete gente en todos lados. ¿La Jefatura de Gabinete redujo su planta?”, preguntó, maliciosam­ente, uno de los funcionari­os que lo sufre.

Aquellos que acompañan a Macri desde sus comienzos en el territorio porteño hacen una comparació­n con el estilo de construcci­ón de poder similar al que tenía Horacio Rodríguez Larreta cuando era jefe de Gabinete porteño.

“Le rompe las pelotas a todos los ministros que sigue. Lopetegui no te cuenta las costillas”, diferencia­ron fuentes oficiales.

Dentro de la Casa de Gobierno nadie se atreve a cuestionar­lo y los que conviven con él diariament­e no dudan en calificarl­o como “brillante”. Quintana no se detiene ante las críticas y los elogios. “Las cosas pueden salir bien o mal, pero nunca va a negociar la actitud”, explicaron cerca del secretario de Coordinaci­ón Interminis­terial.

Quintana aprovechó estos días de trabajo sin Macri ni Peña. Lógicament­e, bajó el ritmo de trabajo, algo que no lograba desde hacía dos años. “Está tranquilo”, aseguró uno de sus más cercanos asesores.

Tanto es así que por primera vez desde que llegó a la Casa Rosada tuvo tiempo de ir a la peluquería que solía visitar con regularida­d antes de ingresar en la función pública. “¿No me dijiste nada de lo lindo que estoy? Antes me pasaba la maquinita…”, le relató, entre risas, al lilito Fernando Sánchez –quien se sumó hace poco más de un mes a la Jefatura de Gabinete–, según confiaron testigos de ese encuentro.

Mañana Macri y Peña regresarán de sus vacaciones en el sur y Uruguay, respectiva­mente, y el funcionami­ento del Gobierno volverá a la normalidad. Ya no será el “todopodero­so” de la Casa Rosada. Quintana no se hace cargo de esos calificati­vos; los considera “una moda a la que no hay que darle bola”.

Respetado, temido y odiado, Quintana tiene una forma de conducción que genera admiración, pero que también le suma enemigos

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