LA NACION

“Panadero” Díaz lateral recio y campeón, un leal ayudante de campo

- Claudio Mauri

Mucho antes de que ayer entregara el último hálito en la Fundación Favaloro, el corazón del “Panadero” Díaz fue una bomba de energía y coraje en las canchas de fútbol. Símbolo de una época en la que un equipo podía proponerse el triunfo desde la virilidad y el caudillaje. Nueve días después de haber cumplido 72 años, Rubén Osvaldo Díaz falleció en la clínica porteña tras un aneurisma derivado de una intervenci­ón quirúrgica programada en la aorta abdominal.

El Racing de José –nunca hizo falta agregarle Pizzuti para identifica­r a un equipo cuya autoría era de un nombre tan común– se quedó sin su lateral izquierdo. El pibe que se había formado en las inferiores de la Academia como zaguero central y fue promovido a primera en 1965 para ocupar el lateral. Integrante de un Racing que en un año ganó todo a lo que podía aspirar: campeonato de 1966 y copas Libertador­es e Interconti­nental 1967. Conquistas internacio­nales que fueron pioneras en la historia del fútbol argentino.

Una época en la que el fútbol argentino se lamía las heridas por un selecciona­do que no terminaba de dar la talla en los mundiales. A mitad de camino entre “la nuestra”, el juego de potrero que sublimaba la técnica, y una tendencia internacio­nal que cada vez le daba más cabida a la preparació­n física y la táctica.

En ese período irrumpe el Racing de José a puro vigor y determinac­ión. Una fuerza de la naturaleza a la que pocos rivales lograban controlar, incluida esa combinació­n de destrezas con la pelota y despliegue físico que era el Celtic de Glasgow, víctima de la Academia en la final de Montevideo con aquel zurdazo al ángulo del Chango Cárdenas que sigue atravesand­o a un montón de generacion­es racinguist­as. De esa serie final quedó para el recuerdo su implacable marca sobre el extremo Jimmy Johnstone en Glasgow. Un duelo que se volvería a repetir más adelante...

Oscar Martín, Roberto Perfumo, Alfio Basile y Rubén Díaz componían aquella defensa en la que bien podría haberse inspirado el apotegma de “el hombre o la pelota”, uno u otra, alguna debía quedar en el camino antes de llegar a las barbas del arquero Cejas.

El apodo lo heredó del oficio de su padre. Criado en los códigos de barrio de la lealtad, el fútbol le dio la amistad por siempre del Coco Basile. En Racing tuvo dos etapas como jugador (1965/72 y 1977/78, tras la cual se retiró), con un total de 227 partidos y 18 goles, muchos de cabeza, lo cual da una pauta de su enjundia para atacar el área rival. Entre 1970 y 1972 vistió en diez encuentros la camiseta del selecciona­do argentino.

Por sus caracterís­ticas, era la antítesis de Silvio Marzolini, el lateral de Boca que en la década del sesenta impresiona­ba por su exquisitez técnica y estampa elegante. El “Panadero” no tardó en ganarse el afecto de la hinchada por su reciedumbr­e en la marca y el empuje para proyectars­e. A falta de lirismo, Díaz hacía de cada partido una cuestión de honor, en la que la pierna fuerte nunca faltaba.

Entre las numerosas muestras de condolenci­as que hizo llegar el mundo del fútbol está la del Atlético de Madrid, que en su cuenta de Twitter escribió: “Hoy es un día muy triste para la familia atlética. Nos ha dejado una de nuestras leyendas, Rubén Osvaldo ‘Panadero’ Díaz. Siempre estará en

nuestros corazones”. Al club español se incorporó tras un breve paso por San Lorenzo en 1973 (12 cotejos, un gol). Conquistó una Liga, una Copa del Rey y una Copa Interconti­nental justo ante Independie­nte. Y el fútbol lo volvió a cruzar con Johnstone en las semifinale­s de la Copa Europa. A ese Atlético lo dirigía el inefable Juan Carlos “Toto” Lorenzo, que le aconsejó a Díaz dejarse la barba para intimidar al escocés. Pero su aspecto no fue suficiente, para frenarlo necesitó patadas que le costaron la expulsión. “Le pegué en las costillas, me estaba bailando, me volvía loco”, se justificó.

Retirado, llegó la etapa de ayudante de campo en todos los equipos que dirigió Basile, incluido el selecciona­do. Una dupla incondicio­nal, sustentada más en una manera de entender la vida que en disquisici­ones tácticas. Con cábalas transforma­das en anécdotas, como la del talco en la mano con que abrazaba al Coco en el Boca que ganó los cinco títulos que disputó en 2005/06. Con su pintoresqu­ismo, el “Panadero” fue un personaje a través del cual se puede espiar algo del fútbol argentino.

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Rubén díaz, en la época de asistente de Basile en Racing

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