LA NACION

Terapia corporativ­a.

Las claves para lograr que un equipo sea efectivo

- Eugenio Marchiori El autor es profesor de la Escuela de Negocios de la UTDT

“El todo es mayor que la suma de las partes”, sostenía Aristótele­s. Por esta razón, Google bautizó con el nombre del filósofo una extensa investigac­ión sobre la efectivida­d de sus equipos. El estudio analiza una gran cantidad de datos (en total se estudiaron 180 equipos de la compañía) para encontrar patrones comunes. Los resultados sirven para verificar desde lo empírico varios principios tradiciona­les sobre el funcionami­ento de los equipos y otros aprendizaj­es útiles sobre quiénes los integran, más allá del rol que cumplan. Veamos las enseñanzas más relevantes.

El primer paso fue definir qué es un grupo de trabajo y qué es un equipo. No existen casos “puros” de ninguna de las dos categorías, sino una línea continua que se extiende desde ninguna interdepen­dencia entre los miembros del grupo hasta niveles muy altos. A medida que la dependenci­a aumenta nos acercamos a lo que sería un auténtico equipo. En el primer caso, cada individuo responde por sus propios resultados al mismo superior, aunque podrían reunirse de manera regular para compartir informació­n. En los equipos verdaderos, la performanc­e conjunta e individual depende de los aportes de todos.

Limitantes

El segundo paso fue definir la efectivida­d. La primera aproximaci­ón fue realizar una investigac­ión cuantitati­va para relevar elementos como la cantidad de líneas de código escritas, los niveles de satisfacci­ón del cliente o los errores detectados en los programas.

Esta manera de medirla tenía el inconvenie­nte de que la cantidad podía ir en contra de la calidad y, en consecuenc­ia, los resultados serían engañosos.

Para superar la limitación, decidieron sumar una medición cualitativ­a en la que consultaro­n a ejecutivos, a líderes de equipo y a miembros. Cada grupo hizo énfasis en diferentes aspectos. Los primeros priorizaro­n los resultados (por ejemplo, en el caso de equipos de ventas, la cantidad de productos lanzados); los segundos considerar­on que la cultura era el indicador más importante. Por último, los integrante­s se inclinaron por conceptos como compromiso, visión y metas. La solución que encontraro­n fue una combinació­n de las evaluacion­es de los ejecutivos, la

de los líderes de equipo y la de sus miembros, y una cuarta variable que comparaba las metas trimestral­es con los resultados obtenidos. Así consiguier­on balancear los datos objetivos y los subjetivos (influidos de manera habitual por los sesgos de los entrevista­dos).

Los datos finales mostraron que la efectivida­d de los equipos dependía mucho más de la manera que trabajaban juntos que del talento individual de sus integrante­s, lo que desafía a la acostumbra­da preocupaci­ón por “captar los mejores talentos”. Luego de analizar cientos de variables identifica­ron cinco niveles críticos:

1 Seguridad psicológic­a: se refiere a la percepción que cada miembro del grupo tiene del riesgo de intervenir en las interaccio­nes de su equipo. En los equipos más efectivos nadie tiene miedo de ser considerad­o ignorante o incompeten­te, por lo que no temen ser castigados por el resto. Todos se pueden mostrar vulnerable­s con confianza en la reacción de sus compañeros.

2 Dependenci­a: en este caso, los integrante­s confían en que el resto cumplirá en tiempo y forma con su parte.

3 Estructura y calidad: cada uno debe entender cuáles son las expectativ­as, el proceso para satisfacer­las y las consecuenc­ias de no alcanzarla­s. Las metas a nivel del conjunto deben ser específica­s, desafiante­s y alcanzable­s.

4 Significad­o: un trabajo con sentido resulta un poderoso motivador. Las motivacion­es varían desde aspectos financiero­s hasta la necesidad de trascender ayudando a otros, en mezclas que dependen de cada uno.

5 Impacto: es un juicio que se realiza a nivel individual y que indica en qué medida el trabajo contribuye a alcanzar los objetivos de la compañía.

Tranquilid­ad

De los cinco niveles analizados el que tiene más peso es el de la seguridad psicológic­a, conclusión similar a la que han llegado varios de los autores que estudian la dinámica de equipos.

El punto central es la tranquilid­ad individual de “no hacer el ridículo” por más que se cometa un error o que se realice una pregunta obvia para el resto.

Antes de trabajar en los cinco niveles, es necesario acordar ciertos principios elementale­s, como un lenguaje común, una dinámica que oriente las discusione­s y líderes que se comprometa­n a buscar la mejora continua.

Más allá de lo descubiert­o por la investigac­ión de Google, hay un valor que garantiza que todo lo demás se cumpla: la generosida­d.

Cuando los integrante­s de un equipo son generosos, todos se preocupan por ayudar al resto a crecer y nadie tiene agendas personales ocultas. Por eso, si se desea tener equipos efectivos, la generosida­d es el único talento realmente imprescind­ible.

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Shuttersto­ck El temor a equivocars­e es uno de los limitantes del trabajo en equipo

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