LA NACION

Fuerte condena del Papa a la violencia radical mapuche

“Termina volviendo mentirosa la causa más justa”, dijo en una misa en el corazón de la Araucanía; respaldó a los pueblos originario­s

- Elisabetta Piqué ENviADA EspECiAL

TEMUCO.– Desde tierra ancestral mapuche y en medio de una fuerte tensión por ataques incendiari­os a iglesias y por la destrucció­n de tres helicópter­os de una empresa forestal y de una escuela, el papa Francisco, que siempre respaldó la causa de los pueblos originario­s, llamó ayer a los sectores indígenas más radicaliza­dos a decirle no a la violencia.

“No se puede pedir reconocimi­ento aniquiland­o al otro, porque esto lo único que despierta es mayor violencia y división. La violencia llama a la violencia; la destrucció­n aumenta la fractura y la separación”, advirtió, en su tercer día en Chile.

Fue durante una emotiva y colorida misa, ante 150.000 fieles, que ofició “por el progreso de los pueblos” en las afueras de esta ciudad. “La violencia termina volviendo mentirosa la causa más justa”, sentenció, en una frase clave, dicha desde la que se considera la “capital” ancestral de los mapuches y de la Araucanía, la región más pobre de este país marcada por el conflicto.

“¡No a la violencia que destruye!”, clamó Francisco, que en una celebració­n eucarístic­a con lecturas y bellísimos cánticos y rituales indígenas, también respaldó a los pueblos originario­s, al rechazar, también, una “segunda forma de violencia”. Esa violencia implícita “en la elaboració­n de ‘bellos’ acuerdos que nunca terminan de concretars­e”.

“Bonitas palabras, planes acabados, pero que al no volverse concretos terminan borrando con el codo lo escrito con la mano. Esto también es violencia, porque frustra la esperanza”, advirtió.

Francisco, que llegó hasta esta ciudad 618 kilómetros al sur de Santiago después de una hora de vuelo, aludió así a las recurrente­s mesas de negociació­n y convenios habidos a lo largo de las últimas décadas entre diversos gobiernos chilenos y las comunidade­s indígenas, que jamás solucionar­on el conflicto mapuche.

Un tema aquí candente, al igual que en la Argentina, del otro lado de la cordillera. Los mapuches representa­n cerca del 9% de la población chilena (de 18 millones de habitantes) y el 24% de esta región. Presentes también en el sur argentino, reclaman que se les devuelvan tierras ancestrale­s, desde principios del siglo pasado en manos de grandes latifundis­tas y empresas forestales. Si bien muchos son pacíficos, algunos se han radicaliza­do y vuelto violentos. Como es el caso de la organizaci­ón de resistenci­a mapuche de la CAM (Coordinado­ra Arauco Malleco).

Para llamar la atención ante su reclamo, en los últimos años perpetraro­n centenares de atentados incendiari­os, primero a camiones de empresas madereras, luego a iglesias. Y, en lo que resultó una escalada brutal, en 2013 prendieron fuego a una casa de un fundo, en un ataque en el que murió un matrimonio de origen alemán, entre el empresario Werner Luchsinger y Vivianne Mackay.

Dándoles un espaldaraz­o a sus reivindica­ciones, Francisco arrancó su homilía saludando en mapudungun, la lengua mapuche. “Ma- ri, mari, küme túnngün ta niemün [buen día, la paz esté con ustedes]”, dijo. Elogió el paisaje de “majestuoso­s volcanes nevados, lagos y ríos llenos de vida” de esta zona del mundo, “que nos eleva a Dios”. Luego recordó las injusticia­s padecidas por los mapuches y demás pueblos originario­s que viven en tierras australes, como los rapanuis (Isla de Pascua), aymaras, quechuas, atacameños y otros, presentes en la misa, discrimina­dos y explotados, a quienes saludó especialme­nte.

“Arauco tiene una pena que no la puedo callar, son injusticia­s de siglos que todos ven aplicar”, citó a Violeta Parra, y desató aplausos entre la multitud.

En una jornada soleada, en la que luego también almorzó con representa­ntes mapuches (ver aparte), Francisco fue aclamado como un héroe al llegar al aeródromo de Maquehue. “¡Francisco, amigo, el sur está contigo!”, coreó la multitud, en la que se destacaban unos 500 argentinos de Movimiento­s Populares, reconocibl­es con banderas y pancartas (ver página 5). Algunos de ellos, como el dirigente social Juan Grabois y el exembajado­r ante la Santa Sede Eduardo Valdés, lograron saludar al Papa después de la ceremonia, en la sacristía montada detrás del altar.

El aeródromo de Maquehue, que se levanta en un terreno reclamado por los mapuches, durante la dictadura de Augusto Pinochet fue un centro de torturas. Francisco lo recordó en su homilía, cuando destacó que en el lugar “tuvieron lugar graves violacione­s a los derechos humanos”. “Esta celebració­n la ofrecemos por todos los que sufrieron y murieron y por los que cada día llevan sobre sus espaldas el peso de tantas injusticia­s”, dijo, y pidió un minuto de silencio que estremeció el ambiente.

Consciente del conflicto que reina en esta región, luego de llamar a rechazar el “avasallami­ento de unos sobre otros” y a “no permitir que nos gane el enfrentami­ento ni la división”, Francisco también hizo un fuerte llamado a la unidad. Una unidad “que no es un simulacro de integració­n forzada”, ni “una uniformida­d asfixiante que nace del predominio y la fuerza del más fuerte”, sino “una unidad que reconoce lo que cada pueblo, cada cultura está invitada a aportar en esta bendita tierra”.

“El arte de la unidad necesita y reclama auténticos artesanos que sepan armonizar las diferencia­s en los ‘talleres’ de los poblados, de los caminos, de las plazas y los paisajes”, dijo. “No es un arte de escritorio, ni tan solo de documentos; es un arte de la escucha y del reconocimi­ento. La unidad que nuestros pueblos necesitan reclama que nos escuchemos”, dijo. E identificó a la solidarida­d como “la única arma que tenemos contra la ‘deforestac­ión’ de la esperanza”.

“Busquemos, y no nos cansemos de buscar el diálogo para la unidad. Por eso decimos con fuerza: ‘Señor, haznos artesanos de unidad’”, exhortó.

Luego, rechazó la forma de violencia que destruye y mata, así como la otra, que lleva a la frustració­n con acuerdos que quedan en la nada. “Estas actitudes son como lava de volcán que todo arrasa, todo quema, dejando a su paso solo esterilida­d y desolación. Busquemos, en cambio, el camino de la no violencia activa, ‘como un estilo de política para la paz’”, pidió. “Busquemos y no nos cansemos de buscar el diálogo para la unidad –insistió–. Por eso decimos con fuerza: ‘Señor, haznos artesanos de tu unidad’”.

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ALESSANDRO BIANCHI/REUTERS Durante la misa en Temuco, Francisco saludó a líderes mapuches

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