Schwartzman salió de su zona de confort y lo espera a Nadal
Preparado a conciencia para este torneo de Grand Slam, llegó por primera vez a octavos de final en Melbourne e imagina ahora un partido de “muchas pelotas en cada punto” con el español
MELBOURNE, Australia.– Diciembre de 2016. Es una buena fecha para empezar a escarbar y a entender el crecimiento y la estabilidad de Diego Schwartzman en la elite del tenis. El Peque había terminado la temporada en el puesto 52°. No estaba mal, claro, pero entendió que debía salir del estado de confort. Para ello tenía que esforzarse todavía más, tenía que perfeccionarse. Ya ostentaba una buena base física, pero debía mejorar la resistencia, los desplazamientos y la explosión. Así fue como se sometió, durante tres semanas y media, a una enérgica preparación junto con Martiniano Orazi (quien perfeccionó la maquinaria de Juan Martín del Potro durante más de siete años) y Juan Manuel Galván (PF, entre otros, de Guido Pella). También tendría que atender varios aspectos tenísticos, claro, y en Juan Ignacio Chela halló una disciplina distendida que lo potenció. El año pasado fue el más valioso de su carrera: no solo porque llegó a la 25ª ubicación del ranking, sino porque venció a top 10, y superó barreras en los Grand Slam y Masters 1000. Esta temporada la inició con buenas intenciones, pero sin puntería: perdió sus primeros dos partidos, en Brisbane y Sydney. Maldijo, pero no se desenfocó.
“Más que bajoneado, no me quedé bien por el arranque –reconoció–. No perdía dos primeras rondas desde hacía un año [en realidad, desde julio de 2017, en Eastbourne y Wimbledon]. Yo estaba tranquilo, y por la forma que tengo de jugar también, que necesitaba ritmo de partidos y por más que sean derrotas, los partidos seguidos me van poniendo más rápido, más intenso, más focalizado
Diego es muy rápido, un jugador completo. Tendré que jugar a un ritmo muy alto para poder ganarle”. RAFAEL NADAL NÚMERO 1 DEL MUNDO
en lo que tengo que hacer. Por ese lado no lo había visto tan mal. Además, entre el primer y el segundo partido [caídas con Alexandr Dolgopolov y Feliciano López] hubo como diez días de diferencia y no pude jugar bien porque estaba fuera de ritmo. Sería mucho mejor no necesitar ritmo y rendir desde los primeros partidos, pero bueno, es así”. Pero el panorama ya es otro. El jugador que, además de Chela, es entrenado por Leonardo Olguín, se ganó un lugar en los octavos de final del Abierto de Australia al vencer, precisamente, al mismo rival que lo había amargado el 31 de diciembre pasado en Brisbane: Dolgopolov. Esta vez, bajo temperaturas extremas, el argentino se impuso por 6-7 (1-7), 6-2, 6-3 y 6-3, en dos horas y 38 minutos.
Es la segunda vez que avanza a la segunda semana de un Grand Slam; la primera fue en el Abierto de los Estados Unidos del año pasado, cuando su sueño finalizó en los cuartos de final. ¿A quién tendrá de rival este domingo? A Rafael Nadal, el número 1 del mundo. “Es bueno haber tenido la experiencia del US Open pasado. Cada vez voy sintiéndome mejor en este tipo de torneos, me gusta mucho jugar a cinco sets, aunque en un día como el que me tocó, con 40 grados, es bastante difícil hacerlo, la temperatura era muy alta, por suerte pude arrancar dentro de la tarde y no en el peor momento del día. Estoy contento de volver a estar en una segunda semana. Después de la primera ronda en la que no pude jugar bien, en la segunda y en la tercera rueda pude mejorar, jugar cada vez mejor, más sólido, más intenso y por ese lado estoy muy contento. Ojalá que pueda hacer un gran partido de vuelta”, se ilusionó, quien ya se aseguró un premio de 240.000 dólares australianos.
Fue un día antes del comienzo del Australian Open, curiosamente, la última vez que Schwartzman y el ganador de 16 coronas de Grand Slam compartieron el court. Aquel día, se entrenaron durante dos horas en el Margaret Court Arena, bajo la lupa de muy pocos testigos. Aquella tarde agradable, el español ganó 6-2 el primer parcial. En el segundo, iban 6-6 y se disponían a jugar un tiebreak cuando el turno finalizó y los sacaron de la cancha, como en cualquier club. “Nadal está muy fuerte. Hicimos un gran entrenamiento un día antes de empezar a jugar acá, así que espero poder jugar como ese día, que terminó bastante parejo”, se entusiasmó el admirador de Juan Román Riquelme. “¿Cómo tendré que jugar? Voy a tener que agarrarme de ese entrenamiento y ser muy agresivo. Obviamente que con esa clase de jugadores y en un Grand Slam hay que rendir más del cien por ciento. Sé que a cinco sets contra Rafa hay que tener una intensidad muy alta, mantenerla durante mucho tiempo. Las veces que jugué contra él y los jugadores de su categoría lo pude hacer bien”.
Para Schwartzman, Juan Mónaco es un referente y un amigo. Y, de cierta forma, heredó ese vínculo afectuoso que Pico posee con Nadal. El año pasado, antes de Montecarlo, el actual 26° del ranking utilizó la academia de Rafa en Mallorca para su preparación. El historial marca que de las tres veces que se enfrentaron, el Pe que nunca logró ganarle un se tal español. En Acapulco 2013, fue 6-2 y 6-2. En el US Open 2015, 7-6 (7-5), 6-3 y 7-5. Y en Montecarlo 2017, 6-4 y 6-4.
“La diferencia de Rafa con el resto de los fantásticos es la intensidad que maneja, con la que puede jugar todos los puntos, pasando muchas pelotas, no dando ninguna por perdida –afirmó el jugador de 25 años–. Eso hace que uno se tenga que mentalizar que en cada punto van a pasar muchas pelotas. Está muy preparado físicamente para hacerlo, no tiene ningún problema y es difícil vencerlo a lo largo del tiempo”. Pero además de sus cualidades tenísticas, Schwartzman destaca la calidez del Nadal. Y también su espíritu inagotable. “Es una persona muy normal. Pero es difícil verlo quieto en el vestuario. Está todo el tiempo muy intenso, de acá para allá. Él y su equipo son buena gente y muy simples. Por eso lo hace más grande de lo que es dentro de la cancha. Poder compartir un vestuario con él y ver cómo se maneja, es para aprender”, destacó. “Pero obviamente le voy a querer ganar. Me tengo confianza”.
Está claro: Schwartzman ya abandonó el estado de confort.