LA NACION

“Lo único que quiero es que se haga justicia y no quede impune”

Ana Evans, viuda de Hernán Mendoza, uno de los argentinos muertos en el atentado de Nueva York, habla por primera vez luego de la tragedia

- Texto José María Costa

“Quiero que mis hijos crezcan sin odio y sin resentimie­nto, para que puedan ser felices”. Esa es la frase que repite y resalta Ana Evans, viuda de Hernán Mendoza, uno de los cinco rosarinos que murieron en Nueva York tras ser atropellad­os en un ataque terrorista el 31 de octubre del año último.

La mujer, de 42 años, rompió el silencio en una extensa charla con

luego de que pasaron 80 la nacion días desde la tarde en que cambió su vida y quedó viuda con tres hijos, de 12, 10 y 3 años. “Es difícil poner en palabras lo que nosotros sentimos. Para nosotros él va a volver, porque lo acompañamo­s al aeropuerto para un viaje”, dijo del otro lado del teléfono. Y agregó: “Las primeras semanas fueron como estar anestesiad­os. No entender dónde uno estaba parado. Después empezás a sentir un poco la ausencia, pero sin llegar a asimilarla”.

Ana recuerda en detalle la tarde y noche del 31 de octubre, cuando todo cambió: “Yo hablé con él 10 minutos antes del ataque. Ellos estaban almorzando en el Chelsea Market y, como ahí tenía Wi-Fi, hablamos. Ahí es donde comparten el video de las bicicletas que se vio en todos lados”.

“A la mañana habían estado en el Museo Guggenheim. Como él era arquitecto y yo también estudié Arquitectu­ra, hablamos de las fotos. Bromeamos y le dije que le iba a dar tortícolis de tanto mirar para arriba los edificios de Nueva York –contó–. Después yo le pasé fotos de mi hijo más grande, que estaba de campamento con la escuela, y charlamos de eso. Me dijo: ‘Te dejo que vamos a seguir pedaleando’ y me explicó por dónde iban a ir”.

“Como yo sabía eso, cuando me empiezan a llegar las noticias, pensé: no puede ser, si yo hablé con él hace un rato. No sé cuánto tiempo pasó hasta que recibí el primer llamado”, dijo, mientras hacía una pausa para intentar recordar.

“La primera persona que me llamó me dijo que estaban pasando una noticia en la tele, que habían atropellad­o a un grupo de personas en bicicleta en Nueva York. Lo primero que pensé es que había sido un accidente. No conozco Nueva York, entonces pensé que era como si pasara acá en Rosario, donde hay que tener cuatro ojos para que no te atropellen. Supuse que había ha- bido un accidente entre dos autos y que uno salió disparado y chocó a la gente en las bicis”, detalló.

Pasaban los minutos y las respuestas no llegaban. “Intenté llamar mil veces. Nadie me decía nada, hasta que me comuniqué con el consulado argentino en Nueva York. Dejé todos mis datos para que me vayan informando”, contó. “Entonces yo trataba de pensar que lo estaban operando. Que le estaban tratando de salvar la vida. Hasta que finalmente, cinco horas después, me dan la peor noticia”, recordó, conmociona­da. “Él murió en el lugar. El traslado fue a la morgue. La demora fue por la identifica­ción”, añadió.

Ana, a diferencia de otros familiares, no fue a Estados Unidos para identifica­r el cuerpo de su esposo. “Me explicaron que no modificaba ni adelantaba nada si yo iba. Como te dije, es ver con tus propios ojos cómo tu vida y la de tus hijos se derrumba”, explicó.

Tras la confirmaci­ón de la muerte, la viuda de Hernán no tuvo tiempo para procesar su dolor. “En ese momento, comencé a pensar en cómo proteger a mis hijos. Me di cuenta de lo que se venía. Ahí, en esos primeros días, sí hice una burbuja. Tanto en el colegio al que va la más chiquita como al que van los dos más grandes. Enseguida me comuniqué con ellos porque me preocupaba, sobre todo el varón, que estaba de campamento y no sabía cómo hacer para que no se enterara hasta el otro día, cuando él llegaba del viaje”, indicó.

A pesar del dolor, Ana no quiere que sus hijos cultiven rencor. “Uno de mis mayores temores como madre es que cuando ellos tomen real dimensión de lo que pasó tengan resentimie­nto. Quiero que ellos crezcan sin odio y sin resentimie­nto, para que puedan ser felices”, explicó entre lágrimas la mujer, que trata de seguir adelante mientras sigue, a través de los medios estadounid­enses, cómo avanza la causa contra Sayfullo Saipov, el inmigrante uzbeko de 29 años que atropelló y mató a su marido y a otras nueve personas.

“Me preocupa el tema de cómo falleció Hernán, que fue asesinado por una persona con odio. Uno analiza qué posibilida­des tiene, como ser humano, de morir así. Uno no está preparado nunca para la muerte de un ser querido, pero menos aún de esta manera”, dijo entre sollozos Ana, y agregó: “Yo no pienso en el autor del asesinato. Dejo todo en manos de mis abogados. Lo único que quiero es que se haga justicia y que esto no quede impune ni en el olvido. Eso me daría mucha paz. Además, serviría para demostrarl­es a mis hijos que la Justicia existe, a pesar de lo que le pasó a su papá”.

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