Con el Mundial a la vista, Messi ya tiene seis goles en 2018
el rosarino ya suma seis goles en el mes, y aún le quedan dos partidos; registros superiores a 2010 y 2014, para afirmar la ilusión albiceleste
Antonio Adán es el arquero de Betis. Hasta cinco goles acababa de contar en su arco. “Es espectacular; en el primer tiempo no había aparecido, parecía que paseaba. Pero coge cuatro balones para marcar dos goles y dar otra asistencia. Él hace mejor este deporte”. Vaya elogio. Cuando Lionel Messi transmite una sensación de plenitud, al rival sólo le queda rendirse. Y admirarlo con disimulo…, o con evidente fascinación. Los adversarios pueden suponer qué va a hacer Lionel Messi, pero también intuyen que inventará una solución ante cualquier problema. Y sucede. Eso es tan temible como desmoralizante.
Imposible no ilusionarse con Messi si patea para el lado que empuja un país. Los años de mundiales nunca son un año más. El capitán de la selección argentina está encendido, el mejor aliciente en la carrera hacia Rusia 2018. De repente, tres cortes puntuales en su carrera invitan a la ilusión. En enero de 2006 todavía era una amenaza, todos intuían que lo mejor estaba por venir. En enero de 2010, en la antesala de Sudáfrica, convirtió seis goles, todos por la Liga: 3 a Tenerife, dos a Sevilla y otro a Valladolid. Camino a Brasil 2014, en aquel enero desató cuatro festejos, los cuatro a Getafe en la serie por la Copa del Rey, y ninguno en el campeonato. ¿Y ahora? Ya lleva seis: uno a Levante, otro a Real Sociedad y los dos de ayer a Betis, más otros dos a Celta por la Copa del Rey. Pero el mes no terminó, le quedan dos estaciones a Messi: el próximo jueves, la revancha ante Espanyol por la Copa, y el domingo, con Alavés en el Camp Nou.
Barcelona domesticó a un rival que, apena se distrajo, quedó atormentado por la mágica elegancia
de Messi. Convirtió dos goles y le entregó uno al uruguayo Luis Suárez. Ya suma 19 gritos en 20 fechas de la Liga española, los catalanes le sacaron 11 puntos de ventaja al Atlético de Simeone que aparece pequeñito en el espejo retrovisor. Al torneo le sobrará una rueda… ¡Y todavía no debutó Coutinho!
Las cifras se atropellan alrededor de Messi. Por décima temporada consecutiva alcanzó, al menos, los 25 goles entre todas las competencias, liga, copas nacionales e internacionales. Precisamente ese es el mejor argumento de aquellos que defienden que el rosarino es el mejor de todos los tiempos: la permanencia en la elite, el irresistible encanto de gobernar con oficinas en el Everest. Con él, siempre capitula un récord: Gerd Müller y sus 365 festejos para Bayern Munich en la Bundesliga ya no reinan porque Messi trepó a 367 con la camiseta azulgrana. Nadie convirtió tantos goles con los mismos colores entre las ligas más poderosas de Europa.
Con la habilidad de un trapecista y la ferocidad de un depredador, Messi propone un fútbol poético. Las estadísticas, un rastro siempre discutible, ofrecen un rubro esclarecedor: el rosarino suma 116 gambetas exitosas hasta aquí en la Liga española, cuando se acaba de abrir la segunda mitad. ¿Qué significa exactamente? Que 116 veces encaró a un rival y lo dejó atrás sin más socios que su talento. Cristiano Ronaldo, un animal competitivo que a Messi lo obliga a ni parpadear para seguir mandando en el planeta, lleva 14 gambetas efectivas… No hay Balón de Oro ni Copa del Mundo que premie estas estadísticas, solo hablan de una sensibilidad. Y, en definitiva, de eso se trata.
El asombro de lo que parece irreal es uno de los secretos del deporte. Entonces, el hechizo del fútbol se reserva esos momentos en los que se cae la quijada y los ojos se desorbitan. Esas instantáneas en la platea se han vuelto rutina cuando juega Messi. Desde donde se lo observe, todo lo que hace produce encantamiento. Su cruzada, siempre silenciosa, definitivamente lleva algo quijotesco: consigue ser amado en campo adversario. El andaluz coloso Benito Villamarían se reverenció ante un nuevo recital y le regaló a Messi una ovación de antología. Mientras la Argentina persigue el sueño mundialista, su capitán volvió a hipnotizar otro estadio. “Ya no sabemos ni qué decir de Messi…”, apenas balbuceó Joaquín, mediocampista de Betis, cuando consiguió despabilarse.