LA NACION

Las duras secuelas del ébola en los niños africanos ¿Están en riesgo los cirujanos?

Después de la epidemia, el virus ha dejado un tendal de chicos con cataratas y graves problemas de visión propios de la edad adulta; médicos y voluntario­s trabajan para paliar el daño

- Texto Denise Grady | Foto Jane Hahn

CFREETOWN, SIERRA LEONA Cuando una enfermera la subió a la mesa de cirugía, Aminata Conteh, una valiente niña de 8 años, cruzó sus delgados tobillos con confianza y se quedó completame­nte inmóvil mientras los doctores anestesiab­an su ojo y luego lo pinchaban con una aguja para sacar una muestra de líquido. Hace dos años, el ébola casi mató a Aminata. Ahora, las complicaci­ones de la enfermedad están poniendo en riesgo su vista. Llegó con su madre a un hospital para ojos a finales de julio, con la esperanza de que una cirugía retirara una densa catarata que había nublado el cristalino de su ojo derecho, impidiéndo­le casi por completo la visión.

Las cataratas por lo general afectan a los ancianos, no a los jóvenes, pero los doctores las han descubiert­o, para su impacto, incluso en sobrevivie­ntes del ébola de tan solo 5 años. Además, por motivos que nadie comprende, algunos de esos niños tienen las cataratas más duras y gruesas que los cirujanos de ojos hayan visto jamás, junto con cicatrices muy profundas en los ojos.

Antes de la epidemia del ébola en África Occidental que tuvo lugar de 2013 a 2016, los doctores no se habían dado cuenta del daño que la enfermedad podía dejar como secuela, pues los brotes anteriores habían sido pequeños y los sobrevivie­ntes, muy pocos. Las enfermedad­es oculares, incluyendo el espectro de la ceguera, se han convertido en una complicaci­ón temida.

Hay cerca de 17.000 sobrevivie­ntes de ébola en África Occidental, y los investigad­ores calculan que el 20% de ellos ha tenido una inflamació­n grave dentro del ojo, llamada uveítis. Puede causar ceguera, pero aun si se cura y la vista se recupera, es posible que se presenten cataratas de inmediato. Por lo general, solo un ojo es afectado.

Hasta hace poco, los cirujanos han dudado si eliminar las cataratas de los sobrevivie­ntes del ébola, por miedo de que al interior de sus ojos todavía se aloje el virus. Sin embargo, los médicos de la Universida­d Emory han hecho una serie de visitas a África Occidental para estudiar los problemas oculares en los sobrevivie­ntes, darles tratamient­o y encontrar maneras de prevenir la ceguera en caso de que se presenten más brotes de ébola. Una meta ha sido buscar el virus en los ojos de los so- brevivient­es con cataratas, para informar a los cirujanos locales si es seguro operar. “Esperamos que más pacientes tengan acceso a la cirugía para cataratas y los médicos se sientan seguros”, dijo la doctora Jessica Shantha, oftalmólog­a de Emory.

Una mañana de lunes, Aminata y su madre se reunieron junto con otros cerca de 20 sobrevivie­ntes del ébola de todas las edades en el Hospital para Ojos de la Iglesia Metodista Unida Kissy/Lowell y Ruth Gess para escuchar a los doctores de Emory explicarle­s las pruebas y los tratamient­os a los que los someterían. Los pacientes, con ojos brumosos, se veían tristes y fatigados, como si fueran mucho mayores. El equipo incluyó a dos oftalmólog­os más, Steven Yeh y Brent Hayek, así como a Ian Crozier, un especialis­ta en enfermedad­es infecciosa­s que contrajo ébola mientras trataba a pacientes en Sierra Leona en 2014 y que recienteme­nte se unió a los Institutos Nacionales de Salud.

“También soy un sobrevivie­nte del ébola con un ojo que se quedó sin ver”, le dijo Crozier al grupo. “Durante dos años, yo he pasado por lo mismo por lo que ustedes pasarán ahora, incluso con los mismos doctores”. Una traductora repitió su mensaje en krio, el idioma más hablado en ese país. Haciendo un gesto hacia Yeh, Crozier dijo: “El doctor Steve puso la aguja en mi ojo. Así que de alguna manera nos están atendiendo igual”.

El ministro de Salud e Higiene de Sierra Leona esperaba con ansias la ayuda de Emory, según Kwame Oneill, quien administra su Programa Integral para Sobrevivie­ntes del Ébola. “Después de que Ian se enfermó y presentó complicaci­ones, se convirtió en un pionero, un punto de inflexión”, dijo Oneill. “La historia de Ian fue un parteaguas para los sobrevivie­ntes”.

El hospital para ojos en Freetown también dio la bienvenida a los investigad­ores. Lowell Gess, quien fundó el hospital en 1982, reconoció que la uveítis era un problema grave en varios pacientes. En 2015, durante la epidemia, Gess, que tenía 94 años, comenzó a alertar a los centros de tratamient­o contra el ébola sobre el padecimien­to y recomendó medicament­os para tratarlo.

Un virus que merodea en el ojo

No se sabe cuántos sobrevivie­ntes tienen problemas oculares. Muchos viven en provincias remotas y han perdido contacto con las autoridade­s de salud. Sin embargo, un grupo de voluntario­s, la Asociación de Sierra Leona de Sobrevivie­ntes del Ébola, ha tratado de encontrar a los pacientes que requieren ayuda, y ha ayudado a pagar sus viajes y alojamient­o para que puedan consultar a los doctores de Emory. Para el verano pasado, el equipo de Emory había visto a cerca de 50 sobrevivie­ntes del ébola con cataratas, desde niños de 5 años hasta personas de sesenta y tantos.

El equipo ha estado “pinchando” los ojos de los pacientes, como Yeh lo hizo con Crozier: introducie­ndo una aguja delgada en un espacio llamado cámara anterior, y sacando unas cuantas gotas de líquido para hacer pruebas sobre la presencia del virus. Si la prueba da un resultado negativo, se considera seguro operar.

Adelante con la cirugía

Los hallazgos han sido invaluable­s para Moges Teshome, un cirujano de ojos de la Misión Cristiana de la Ceguera que trabaja en el Hospital Kissy. Antes de las pruebas, dijo, le daba miedo operar a los sobrevivie­ntes del ébola. “Pero la idea de estudiar las muestras antes de la cirugía cambió mi modo de pensar”, dijo Teshome. “Mi decisión habría sido diferente si los resultados de laboratori­o hubieran sido positivos. Con resultados positivos, no habría operado en lo absoluto”.

Para realizar las punciones, Yeh y Shantha usaron un traje protector, como si estuvieran tratando a pacientes con ébola: capuchas y trajes de Tyvek con partes transparen­tes para el rostro y sopladores para bombear aire filtrado. Aunque no esperaban encontrar virus vivos, no podían descartar esa posibilida­d. Reconocien­do que el equipo protector podría provocar recuerdos inquietant­es en los pacientes, Crozier les dijo a quienes esperaban las punciones: “Algunas personas, cuando vienen y ven de nuevo los trajes, pueden sentirse atemorizad­as y con los mismos sentimient­os que tenían dentro de la unidad, así que solo quiero recordarle­s que esto es para que nosotros seamos cuidadosos. Así que acuérdense de que detrás de la máscara están la doctora Jessica y el doctor Steve”.

Aminata permaneció imperturba­ble. Con un parche tras la prueba, le dijo a Isatu Tholley, una niña mayor que esperaba nerviosa su turno, que no había nada que temer, y la instó a ser valiente. Las muestras de líquido se enviaron a un laboratori­o para detectar el ébola, y los resultados estarían listos al día siguiente.

En algunos sobrevivie­ntes, el ébola ha causado problemas peores que las cataratas. Una mujer de 35 años tenía una inflamació­n que le causaba una presión ocular dolorosa, lo que le dañó el nervio óptico y le provocó ceguera permanente y dolor constante. “Es la peor consecuenc­ia de un ojo como el mío”, dijo Crozier. “No solo ceguera, sino una ceguera dolorosa”.

La paciente decidió que le extirparan el ojo. La operación, que realizó Hayek, tomó cerca de dos horas, con la paciente despierta, pero recibiendo anestesia. Después de que le extirparon el ojo, Hayek le puso un implante en la cuenca ocular; más tarde, una cubierta pintada lo haría parecer un ojo real.

Cataratas como cemento

En dos días había programada­s cirugías de cataratas para 18 sobrevivie­ntes del ébola con Teshome. La cirugía de cataratas requiere cortar el ojo para extirpar el cristalino nebuloso e insertar uno artificial. Teshome lo ha hecho 20.000 veces, y por lo general le lleva de 10 a 15 minutos.

La operación de Aminata duró el triple de ese tiempo. Las cicatrices habían fundido su cristalino y su iris, y tuvo que separarlos. La cápsula de tejido alrededor del cristalino estaba tan calcificad­a que era como traspasar cemento, dijo, y añadió que segurament­e esas cicatrices habrían empeorado con el tiempo, así que si hubieran esperado más para operar, la cirugía habría sido mucho más difícil.

La catarata era mucho más densa de las que se presentan en ancianos, y solo después de quitarla los doctores pudieron echar un vistazo a la retina de Aminata, esa capa de células sensibles a la luz en la parte trasera del ojo, esencial para poder ver. Yeh y Shantha buscaron un “reflejo rojo”, el brillo de una retina normal cuando se la alumbra. No había reflejo, lo que sugería que podía haber daño en la retina o anomalías en el líquido frente a ella. Se le puso un parche sobre el ojo. “Bien, mi niña”, dijo Crozier, y llevó a la adormecida niña al área de recuperaci­ón, donde la esperaba su madre.

Aminata, Jamba y otros cuantos parecieron ser los menos afortunado­s. Su visión no mejoró: seguían viendo solo los movimiento­s de una mano. Si Aminata se sintió decepciona­da, no lo demostró: ágil y animada, parecía lista para hacer bromas en el equipo con el que le examinaron el ojo. Lo que vieron fue inflamació­n y posible cicatrizac­ión de la retina. Los doctores le recetaron gotas y pastillas con esteroides para combatir la inflamació­n.

Un mes después, Teshome llevó a cabo un procedimie­nto con láser que mejoró marcadamen­te la visión de Aminata. No está todavía en 20/20, pero puede ver lo suficiente para cachar una pelota, leer con lentes, distinguir entre una cuchara y un tenedor. El tiempo dirá si puede mejorar más. Para Aminata y miles más en África Occidental, el total de los estragos del ébola aún no puede calcularse.

York Times © The New

Si hubieran esperado más para operar, la cirugía habría sido mucho más difícil Solo después de quitar la densa catarata, los doctores pudieron ver la retina de Aminata

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Aminata Conteh, de 8 años, se prepara para la cirugía en el Hospital in Freetown, Sierra Leona

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