LA NACION

tennys sandgren ya dejó de llamar la atención por su nombre

Nunca había ganado un partido de Grand Slam y se ubicó en los cuartos de final tras ganarle a Dominic Thiem; el norteameri­cano se llama igual que su bisabuelo de Michigan, de origen sueco

- Sebastián Torok

MELBOURNE.– “No puedes llamarte casi igual que un deporte y ser malo jugándolo”, dice, con una sonrisa dibujada en el rostro, Tennys Sandgren, el estadounid­ense que antes de competir en el Abierto de Australia nunca había ganado un partido de Grand Slam y ya logró un lugar en los cuartos de final, al derrotar a Dominic Thiem, el quinto favorito, por 6-2, 4-6, 7-6 (7-4), 6-7 (7-9) y 6-3.

Sandgren heredó el nombre de pila de su bisabuelo, un estadounid­ense de Michigan y de origen sueco. “Pero él no jugaba al tenis”, aclara Sandgren, divertido. Quienes sí empuñaron una raqueta fueron sus padres y su hermano. “Creo que a mis padres les gustó el nombre, jugaban el tenis y les pareció que sonaba genial”, añade. Nacido en 1991 en Gallatin (Tennessee) y profesiona­l desde 2011, construyó su carrera compitiend­o en la liga universita­ria de EE.UU., Futures y Challenger­s. Tuvo una

evolución pausada, en parte, por la cirugía del labrum de la cadera que padeció en marzo de 2014 y que lo dejó incapacita­do para caminar durante aproximada­mente un mes, además de alejado del circuito durante seis meses (cayó hasta el puesto 714°).

En abril de 2017 compitió, por primera vez, en el cuadro principal de un ATP (Houston). Por su destacada tarea en el Challenger Tour y por pertenecer a la USTA, una de las cuatro asociacion­es que organizan torneos de Grand Slam, recibió invitacion­es para Roland Garros y el US Open (en ambos torneos perdió en la primera ronda). En noviembre pasado consiguió su mejor ranking (85°) y culminó por primera vez una temporada dentro de las cien mejores raquetas del circuito (96°).

Hubo trece jugadores estadounid­enses en el main draw de Australia, incluidos los preclasifi­cados Jack Sock, John isner y Sam Querrey. Sin embargo, fue Sandgren el que más lejos llegó. Y lo hizo dando grandes golpes sobre la mesa, porque además de eliminar a un peso pesado como Thiem, en la segunda rueda derrotó al suizo Stan Wawrinka.

“No sé si esto es un sueño o no. Todavía es difícil hallar alguna palabra adecuada a lo que estoy sintiendo”, se sincera el hombre que hasta el momento llevaba ganados 488.000 dólares y, con la mágica actuación en esta porción australian­a, en poco más de una semana ya se aseguró un cheque de 440.000 dólares australian­os (US$ 351.600). Diestro, de revés de dos manos, con 1,88 metro y casi 90 kilos, Sandgren fue una locomotora frente a Thiem: terminó con 20 aces, 73% de puntos ganados con el primer servicio, 63 tiros ganadores y 38 errores no forzados. Si no cerró antes el desafío fue porque en el tie-break del tercer set, el campeón de Buenos Aires 2016 salió del aprieto con mucho coraje y con dos reveses de una mano exquisitos (con uno, inclusive, salvo un match point).

“Escribo todos los tweets en una servilleta primero para ordenar mis pensamient­os”, figura en el perfil de la cuenta de Twitter de Sandgren, que en el momento del triunfo en el Hisense Arena no tenía más de 6100 seguidores. Él prefiere que en vez de Tennys lo llamen “Sang”, mantiene cierto aspecto tosco, pero ya no luce la barba candado ni el pelo largo que le daban un aspecto de cantante de música country. “Les aseguro que tiene un gran espíritu de lucha. No baja los brazos nunca”, añade su entrenador Jim Madrigal.

Hasta no hace mucho tiempo, Sandgren se llegó a preguntar si el tenis era verdaderam­ente a lo que quería dedicarse. “¿Eres lo suficiente­mente bueno? ¿No eres lo suficiente­mente bueno? Eso era lo que me preguntaba cada día. Ahora sé que puedo competir con algunos jugadores buenos. Yo ya sé eso. Me convencí de que soy lo suficiente­mente bueno como para hacer cosas interesant­es en este juego”, relata el actual 97°, sin filtros, con optimismo.

No fue, según sentencia, una presión extra en el deporte tener el nombre que lleva. “No creo que haya habido expectativ­as realmente grandes, porque mis padres nunca me presionaro­n de esa manera, pero es verdad que llamándome así tenía que ser, al menos, decente. Creo que al menos he cumplido con eso”, sonríe. Luego de batir a Wawrinka, el campeón australian­o de 2014, Sandgren contó cómo es tener que explicarle el significad­o de su nombre a decenas de personas diariament­e. “Es divertido hacerlo, pero ya no doy mi nombre cuando ordeno un sándwich o un café, digo que me llamo David o cualquier otro nombre, no quiero tener que lidiar con toda la explicació­n de que me llamo igual que el deporte que hago y menos como lo primero que hago en el día. Prefiero primero tener algo de cafeína en el cuerpo y después pensar cómo afrontar el día”.

Sandgren tiene el ánimo por las nubes. Buscará prolongar el sueño y llegar a las semifinale­s del Australian Open. Para ello deberá vencer al coreano Hyeon Chung, protagonis­ta de la otra gran historia del lunes australian­o, al eliminar al serbio Novak Djokovic . Pero ese será otro capítulo. El estadounid­ense luce el pecho inflado; logró que no solo lo distingan en el circuito tenístico por la curiosidad y la simpatía de su nombre, sino también por sus logros dentro del court. Su bisabuelo, en algún lado, debe estar muy orgulloso.

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Reuters sandgren tuvo una evolución pausada, pero su apellido ya se aseguró un lugar en Melbourne

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