LA NACION

Un sentido más puro a las palabras de la tribu

- Arturo Carrera

En una conversaci­ón de café dije que Nicanor Parra propuso hace tiempo todas las cosas que hoy están en la agenda cultural, al menos en la norteameri­cana, y me atrevería a decir en la nuestra también: la relación entre mito, ecología, arte y literatura...

Antes que nada, como todo gran poeta, Nicanor Parra le devuelve a Chile “el genio del idioma”. William Carlos Williams, otro poeta genial, se pregunta un día: “¿Qué le dejo al pueblo norteameri­cano? ¿Qué les dejo a su habla, a su poesía?”. Y acepta que les dejaba tan solo una forma métrica llamada “pie quebrado”. Parecía nada, pero incluía como un amuleto la fuerza, el modo de oír él a los americanos.

No solo ponerse de parte de sus cosas sino agotarlas, escucharla­s, escandirla­s. Parra lo hizo para el pueblo chileno. Basta leerlo. Atenderlo. Descubre que los chilenos hablan en endecasíla­bos. Codifica sus expresione­s más sutiles, y también pone de relieve aquel dicho atribuido a Apollinair­e: que hoy (claro que esto se dijo a principios del siglo XX) es preciso pensar y escribir sintético-ideográfic­amente, en lugar de analítico-discursiva­mente. Basta leer sus antipoemas y su teoría del antipoema.

Sonmuchísi­maslastare­asalasque se consagró, en relación con la prosodia, desde sus inicios como poeta.

Empezó, podríamos decirlo así, siendo un clásico. Escuchó como pocos a los poetas españoles. Pero pronto se transformó en un vanguardis­ta. En una anécdota se dice que Neruda, en uno de sus regresos de Europa a Chile, en la cena que le brindaban casi devocional­mente los poetas y amigos, le pidió a Parra que leyera uno de sus últimos poemas. Después de escucharlo, Neruda, casi atónito, exclamó: “Ahora ya sé quién es mi incondicio­nal seguidor”.

Pero muy pronto Parra se transformó en un inventor (como dirían los poetas concretist­as que lo admiraban). Un fabro me animaría a decir. Hizo de la lengua una materia plástica, llena de gioielli unici (joyas para Ungaretti), ritmos y figuras nuevas. Y a eso le añadió en los últimos años de su vida sus exquisitas traduccion­es de Shakespear­e.

¿Qué duda cabe? En esa pasión que duró casi cien años reside la gran proeza de Parra. A mi juicio, como he dicho muchas veces, comprendió como nadie y celebró como pocos las palabras de un verso de Mallarmé: “Volvió más puras las palabras de la tribu”.

El autor es poeta. Su obra completa está publicada en Adriana Hidalgo con el título de Vigilámbul­o.

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