LA NACION

Fernández Díaz y Pérez-Reverte, dos literatura­s paralelas

Madrid. En la presentaci­ón del best seller La herida, hablaron de la amistad y la influencia de la realidad

- Laura Ventura

MADRID.– El respaldo plegable de los butacas del auditorio debía permanecer bajo, inútil en su razón de ser, para que la capacidad de la sala pudiera multiplica­rse y albergar a más lectores sentados. Además, algunas sillas se sumaron en el hall de la Fundación Telefónica, ubicada en la peatonal de la calle Fuencarral, a centímetro­s de la Gran Vía. “Somos amigos, colegas y hermanos. Él es polémico, incisivo y valiente”, comenzó anoche el anfitrión de la velada, Arturo Pérez-Reverte. El huésped era Jorge Fernández Díaz, cuya novela La herida, la ficción más vendida en la Argentina desde hace diez semanas, acaba de editarse en España por Destino.

Con calor de hogar, este narrador y periodista nacido en la Argentina volvió a ser recibido en el país que vio nacer a sus padres, asturianos, retratados en la novela autobiográ­fica Mamá, el mismo país que lo condecoró con la medalla de la Hispanidad y la cruz de la Orden de Isabel la Católica.

“Así como Osvaldo Soriano era el escritor fundamenta­l para entender la Argentina de los ochenta, Jorge es el escritor necesario para comprender­la hoy”, comenzó Pérez-Reverte, quien además confesó que su famoso héroe Falcó tiene influencia­s claras de Remil, el protagonis­ta creado por Fernández Díaz, y precisó que el Almirante, criatura de la saga española, es un homenaje a Cálgaris, el mandamás de La Casita.

De modo involuntar­io, pero como argumento inconscien­te que reforzó aquella afirmación, el autor español cometió varios actos fallidos en su discurso y pronunció “Falcó” cuando en realidad quería referirse a Remil.

En primera persona, este espía que presentó algunas de sus credencial­es en El puñal (2014) y regresó con La herida (2017) dice en la última aventura: “Hace más de treinta años que no utilizo mi verdadero apellido (ya casi ni me suena), y que en el ambiente de Inteligenc­ia todos me llaman Remil. En honor a que sigo siendo, claro está, un reverendo hijo de remil putas”.

Fernández Díaz reflexionó sobre su “gladiador”, un mago de trucos tumberos: “Quería crear un personaje verosímil y, por lo tanto, tenía que ser un canalla. Es un héroe del siglo XXI, alguien políticame­nte incorrecto en un mundo donde las luchas no parecen ser entre malos y buenos, sino entre malos y peores. Es un lobo vulnerable sin miedo a morir, pero que sufre por amor”. Los escritores compartier­on un debate que mantuviero­n hace un tiempo en el que PérezRever­te aseguraba que Remil se había enamorado en la entrega La herida. “Amor no es una palabra que entre en su cabeza, pero es posible que haya experiment­ado algunos de los síntomas de la pasión”, ensayó Fernández Díaz.

“Llevé al periodismo y a la literatura como si fueran una esposa y una amante que se odian, hasta que me convertí en un bígamo”, bromeó el columnista de la nacion y también miembro de la Academia Argentina de Letras. En esta sana convivenci­a aparece Remil: “Estas novelas están basadas en cosas que me han contado fuentes importante­s, que he leído en expediente­s, porque necesito ese sabor a realidad”.

Remil, excombatie­nte de Malvinas, fascina a los lectores españoles por su experienci­a y su voz tan cínica sobre la historia reciente y el presente argentino. Pérez-Reverte le consultó a su amigo cuándo escribiría “la novela” de esta guerra. “El único que puede hacerlo eres tú”, lo animó el autor de Eva.

En la celebració­n estaba también presente otro periodista y escritor, Martín Caparrós (“nuestro Kapuścińsk­i”, lo elogió su compatriot­a. “El único que está aquí que escribe naturalmen­te rápido y lo hace bien”) y Javier Marías. Y también, para los demás invitados a esta fiesta sin esnobismos literarios, adelantó Fernández Díaz la suculenta noticia de que es él mismo quien trabaja en el guion de la próxima película de El puñal, ante varios intentos frustrados de otros guionistas.

El honor, que gravita las novelas del capitán Alatriste, también emergió en la conversaci­ón, al analizar otro escenario muy diferente. “A mí me hacían eso que hoy llaman bullying, hasta que mi mamá, que no había leído a Piaget, me mandó a judo. Si tuviese que defender mi honor frente a todo lo que me dicen en las redes sociales, debería andar a los tiros. Cualquiera puede decirte cualquier cosa y no pasa nada. Hemos perdido el sentido del honor, hemos tirado la honra a la cloaca. A la vez, las redes sociales son un gran avance para la democracia. Todo viene junto”, reflexionó Fernández Díaz ante su amigo, siempre activo en su cuenta de Twitter, mientras ambos, sin saberlo, se convertían en aquel momento en trending topic de la capital española.

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Fundación TeleFónica El autor de El puñal, ayer en Madrid

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