LA NACION

El espejo de Illia

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A 35 años del fallecimie­nto de Arturo Illia, y en esta época en que la República está inundada por los inmensos casos de corrupción e irregulari­dades institucio­nales, su figura ha sido poco recordada. Muy poco se habló de su vida expresada en su trayectori­a y en sus actos. Fue expulsado por la fuerza una madrugada de la Casa de Gobierno, acompañado por sus colaborado­res y unos centenares de correligio­narios que estuvimos en el lugar. Se fue caminando por la calle Rivadavia y en la esquina de Reconquist­a se tomó un taxi. Había llegado con un patrimonio de un plazo fijo, un auto y su consultori­o y vivienda en Cruz del Eje, Córdoba (donada por los vecinos). Esto último fue lo único que le quedó. Se fue a vivir a Martínez, a la calle Pergamino casi Sargento Cabral, donde no tenía teléfono. Se hizo amigo de la vecina de la esquina, doña Pierina, dueña de una mercería y almacén: como el local tenía línea, se instalaba de 16 a 19, donde se sentaba en la vereda, conversand­o y rodeado de vecinos. Cuando tenía que venir a la Capital y no podían ir a buscarlo caminaba unas cuadras y en la avenida Maipú, para asombro de transeúnte­s y pasajeros, tomaba la línea 60. No hablaremos de su gestión de gobierno, como muchos otros radicales estamos a disposició­n de contar área por área su extraordin­ario gobierno. Hay una explicació­n para el poco recuerdo de su figura; en la leyenda de Felipe el Hermoso nos contaba que no se quería poner frente al espejo porque la imagen que le devolvía destrozaba su falsa valorizaci­ón. ¿A cuántos actores de la vida pública argentina de hoy en día, ante la figura de don Arturo en un espejo no le pasaría lo mismo? José María García Arecha

Exsenador nacional (UCR) josemgarci­aarecha@yahoo.com.ar

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