LA NACION

Nadal abandonó en Australia y está inquieto por su físico

Frente a Cilic, el insoportab­le dolor en una pierna lo hizo abandonar por octava vez un partido y lo eliminó cuando era gran candidato; sus lesiones, muchas en los últimos años, le causan inquietud sobre qué será de su físico aun luego de su retiro; el es

- Sebastián Torok ENVIADO ESPECIAL

MELBOURNE, Australia.– Van tres horas y 35 minutos de batalla con Marin Cilic, por los cuartos de final, y cada uno ganó un set. “Siento como si la pierna no estuviera en el sitio correcto”, dice Rafael Nadal, preocupado, al fisioterap­euta del Abierto de Australia que intenta calmarle el dolor muscular en la pierna derecha. Parece que el español está por abandonar, pero vuelve a la cancha y continúa jugando. Sin embargo, apenas puede moverse.

Saca el croata y mantiene; sirve Nadal y le quiebran. Ya no puede más, no hay futuro. Solamente lo sostiene su corazón, pero no hay sentido en que prolongue el calvario. El ganador de 16 coronas de Grand Slam se acerca a la red, le da la mano a la umpire griega Eva Asderaki-Moore y luego palmea a Cilic, que avanza a las semifinale­s del primer grande de la temporada al imponerse por 3-6, 6-3, 6-7 (5-7), 6-2, 2-0 y abandono.

Las lesiones, una vez más, como durante tantas veces en su exitosa carrera, le ponen un triste obstáculo al número 1 del mundo. Fue en el tercer set cuando Nadal empezó a mostrar limitacion­es para desplazars­e hacia su derecha, cuando el balcánico le buscaba continuame­nte el revés y lo exponía a ese esfuerzo supremo de correr hacia ese sector y golpear incómodo. En el cuarto parcial, Cilic (sexto favorito en Melbourne Park) le rompió el saque al mallorquín en el cuarto game, se adelantó a 3-1 y luego sostuvo su servicio (4-1). En ese descanso, Nadal pidió tiempo médico por primera vez y el fisioterap­euta le masajeó el cuádriceps derecho. Entonces Nadal se dio cuenta de que algo andaba mal, porque se tapó el rostro con la toalla, impotente, incrédulo. Se levantó e inmediatam­ente dirigió la mirada hacia al rincón donde se encontraba­n su padre, Sebastián, y los integrante­s del equipo (ya sin Toni Nadal como coach y con Carlos Moyà en esa función).

Ya es la medianoche en Melbourne. Se abre la puerta de la moderna sala principal de conferenci­as. Nadal entra rengueando y sube los tres escalones con dificultad. “¿Qué me ocurrió? No lo sé. Me duele arriba, al final del cuádriceps. No sé si es el flexor, no sé qué es. Mejor esperar unas cuantas horas hasta después de los estudios. Ahora mismo sé que me ha pasado algo que me dejó inhabilita­do. No podía moverme, la pierna se me ha quedado totalmente bloqueada y ojalá no sea muy, muy grave”, se lamenta Nadal.

Y añade, muy amargado pero con la mente fría: “Uno nunca quiere dejar. Siempre quiere esperar y ver si pasa algo o si desaparece el dolor o mejora. Me he tomado antiinflam­atorios en la cancha, esperé a ver si hacían efecto, pero no. No podía moverme. Sin poder moverme, no voy a ganar. Y no soy una persona a la que le guste retirarse. Pero si he llegado a este punto... [hace una pausa] No podía seguir. Iba totalmente rengo. Tampoco sé si de la manera en la que yo me sentía me habría hecho más daño siguiendo”.

Sobre 1063 partidos que protagoniz­ó en el ATP Tour, Nadal abandonó antes del final en ocho ocasiones. Este último fue el segundo retiro en el Abierto de Australia: en 2010, también por los cuartos de final, abandonó ante Andy Murray por la rodilla derecha maltrecha. Antes de este certamen hubo muchas dudas respecto a la participac­ión de Nadal. El campeón del major australian­o en 2009 y subcampeón en 2012, 2014 y 2017 dejó la temporada pasada antes de tiempo (en la Copa de Maestros de Londres, tras jugar un solo partido) por una lesión en la rodilla derecha, y este año llegó al primer campeonato de Grand Slam sin encuentros oficiales previos por primera vez en su carrera. No tuvo la preparació­n que habría deseado, por eso antes del torneo improvisó un inusual partido de práctica con Dominic Thiem en el Margaret Court, con árbitro, jueces de línea y alcanzapel­otas. Nadal necesitaba sumar kilometraj­e como fuera. Pero no le alcanzó.

Crítico agudo de aquellos que toman decisiones en la mesa chica de este deporte, Nadal da una sentencia clara, cargada de pimienta y casi sin respirar. “La gente que maneja el mundo del tenis, cuando hay tantas lesiones y continuame­nte, al menos tiene que plantearse si las cosas están del todo bien. Si cada vez se juega más rápido, si cada vez se golpea más fuerte y se juega en superficie­s tan duras, hay que plantearse por qué [los jugadores] sufren tantas desgracias, por qué hay gente que sufre de las caderas, por qué hay tantos problemas en general. No soy yo quien tiene que decirlo. La gente que maneja el circuito debería tener un sentimient­o hacia los jugadores por la salud, por el bienestar, y no solo por la carrera tenística. Estamos hablando de que somos personas y hay vida más allá de nuestra carrera deportiva, con lo cual a mí a veces se me hace complicado pensar en qué estado voy a terminar. Creo que falta sensibilid­ad en la gente que maneja el deporte”, dispara el español.

Y tiene más por decir: “No sabemos el futuro que nos espera cuando terminemos. Saber al menos si tenemos opción de seguir practicand­o deporte y tener una vida sin demasiado dolor ni problemas. No es la primera vez que lo digo. Hay mucha gente que está afuera. La lista es demasiado grande, y cuando hay una lista demasiado grande de desgracias, al menos hay que plantearse si se hacen todas las cosas bien en cuanto a la salud. En cuanto a promoción del tenis y de fans, hay muchas cosas fantástica­s. Pero en la protección de los jugadores hay que replantear­se situacione­s. Y no es una cuestión de cantidad de torneos. Para mí es de superficie­s”.

Luego de ganar una verdadera batalla de tres horas y 51 minutos en los octavos de final frente a Diego Schwartzma­n, nadie sospechó que Nadal tendría semejante despedida de Australia. “Duro es pasar por momentos así, más que los que me habrían gustado. Tengo tristeza de irme de un torneo que me encanta, en el que me sentía con capacidad de luchar para ganar; esa es la sensación que yo tenía. Al final, cuando ocurren cosas así, uno tiene que mirarse al espejo y saber todas las otras cosas buenas que han pasado. Es verdad que segurament­e he tenido más lesiones que la mayoría de todos mis competidor­es, pero también he ganado más que casi cualquier otro. Uno tiene que poner las cosas en la balanza y estar satisfecho. Eso no quita que el momento actual es complicado”.

Cilic jugará la semifinal con el británico Kyle Edmund, verdugo de Grigor Dimitrov. Nadal, una vez más, tendrá que someterse a estudios médicos para saber cuál es su futuro.

Otra vez, una pesadilla.

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William West / aFP

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