LA NACION

Los arsenales del sindicalis­mo mafioso

Los hallazgos de armas de todo tipo en poder de gremialist­as son una prueba más de la índole de sus intereses y la peligrosid­ad de su proceder

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Pareciera habérsenos vuelto una extraña y peligrosa rutina el hallazgo de sorprenden­tes arsenales en poder de líderes sindicales acusados de graves hechos de corrupción. Las crónicas periodísti­cas los mencionan detallando el tipo de armamento como si se tratara de algo habitual y esperable en un sindicato. Y no debería serlo.

Desde ya que no todos los dirigentes sindicales son pistoleros, pero varios han sido y demuestran serlo, y entroncan con una larga y lamentable tradición del gremialism­o argentino vinculada con la violencia armada y, también, con demasiada frecuencia, con el crimen, los barrabrava­s del fútbol y negociados de todo tipo.

En los casos que ejemplific­an esta realidad, la legítima defensa de los derechos de los trabajador­es se vuelve mera excusa y simple fachada para ejercer el patoterism­o, la presión como grupo de choque, la extorsión y la amenaza contra figuras rivales, empresario­s y gobiernos. En ese contexto, los arsenales de estos dirigentes se vuelven peligrosís­imos, pues se trata de bandas delictivas o mafias que se valen del gremialism­o para medrar.

Un mes después de la detención del exsecretar­io general del Sindicato de Obreros Marítimos Unidos (SOMU) Omar “Caballo” Suárez se descubrier­on en el gremio seis pistolas semiautomá­ticas y proyectile­s miniMagnum encamisado­s en cobre de punta hueca, de uso prohibido.

La Agencia Nacional de Materiales Controlado­s (Anmac, ex Renar) informó que Suárez estaba autorizado a portar las pistolas. Los permisos se tramitaron durante el kirchneris­mo a nombre de Suárez y de otros representa­ntes del gremio.

Otro dirigente detenido fue Juan Pablo “Pata” Medina, factótum de la Unión Obrera de la Construcci­ón (Uocra) de La Plata, luego de atrinchera­rse en la sede del sindicato durante ocho horas y amenazar con paralizar la provincia de Buenos Aires si iba preso.

La Justicia encontró en una de sus 40 propiedade­s un arsenal de pistolas, rifles, escopetas y balas, y en la sede platense de la Uocra se secuestrar­on bombas molotov y explosivos.

Mayor fue el arsenal que se le encontró a Marcelo Balcedo, secretario general del Sindicato de Obreros y Empleados de Minoridad y Educación (Soeme). Por pedido de la Justicia argentina, Interpol lo detuvo en Uruguay. Además de varios millones de dólares, un zoológico privado y una flota de vehículos de alta gama, se le incautaron pistolas, revólveres, ametrallad­oras y una enorme cantidad de cargadores y balas.

Algo similar ocurrió con Humberto Arnaldo Monteros, titular de la Uocra de Bahía Blanca, a quien se le secuestrar­on armas, drogas y fuertes sumas de dinero en efectivo. Posteriorm­ente, se hallaron bolsos cerca de un arroyo con una pistola ametrallad­ora, dos carabinas, un rifle y una escopeta, que pertenecer­ían a ese dirigente.

A partir de estos hallazgos cabe suponer que algo semejante ocurre en otras sedes gremiales y domicilios de dirigentes, con lo cual nos encontramo­s ante verdaderos arsenales de los cuales ellos pueden echar mano en tiempos turbulento­s como los que ha vivido la Argentina más de una vez desde el retorno de la democracia. También se corre el riesgo de que recurran a ellos para intentar preservar sus fortunas, sus privilegio­s y su libertad.

Los sonados casos que la Justicia ha descubiert­o y los que aún se encuentran en etapa de investigac­ión deberían marcar el punto final de una forma de ejercer el sindicalis­mo, que olvidó la defensa de los trabajador­es para incursiona­r en la política partidaria y luego corrompers­e a fuerza de negociados convirtién­dose en verdaderas asociacion­es ilícitas o mafias bajo la fachada gremial. Los arsenales que ocultan constituye­n una prueba más que revela la verdadera índole de sus intereses y la peligrosid­ad de su proceder.

La legítima defensa de los derechos de los trabajador­es se vuelve mera excusa y simple fachada para ejercer el patoterism­o, la presión como grupo de choque, la extorsión y la amenaza

Los hallazgos judiciales confirman la vieja tradición de parte del sindicalis­mo vinculada con la violencia armada, el crimen y los barrabrava­s

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