LA NACION

Moyano tiene un plan B

- Francisco Olivera

Si la convocator­ia que organiza para fin de mes en la 9 de Julio fracasa o si, lo más probable, es un éxito que el Gobierno desoye, Hugo Moyano tiene en mente un plan B. La idea, ya conversada en la intimidad, se basa en un supuesto propio: lo único que se puede hacer frente a una embestida de Macri es doblar la apuesta. “Si titubeás o vas para atrás, te pasa por arriba”, suele decir. Un camión raramente retrocede. El plan que prepara tiene cierta sofisticac­ión: intentará parar todas las rutas del país, pero no mediante los clásicos piquetes o, como ocurrió en 2008 en el conflicto agropecuar­io, el cruce de camiones, sino alentando a los choferes a circular a muy baja velocidad. El ardid los dejaría incluso exentos de sanciones. ¿Cuánto caos serían capaces de provocar camiones a 10 km/h por la Panamerica­na o, peor aún, por rutas mano y contramano de un solo carril? “No van a alcanzar Gendarmerí­a y Prefectura para repartir la mercadería”, analizó ante un la nacion referente sindical.

La relación con el Gobierno se espesó casi sin retorno. Es imposible que Hugo y Pablo Moyano no vean la mano de Macri en cada uno de los avances de la Justicia sobre Camioneros, Independie­nte y OCA, la empresa a la que le han prestado casi la dedicación de un propietari­o. Independie­nte es un infierno de rumores. Molesto con la situación, Fabio Fernández, tesorero del club y dueño de la cadena gastronómi­ca Pertutti, pidió anteayer licencia. Dice que no quiere firmar los errores de otros. No lo acusa a Moyano, pero sí a su exchofer Héctor “Yoyo” Maldonado, secretario de la institució­n.

Incluso si lo quisiera, para la Casa Rosada tampoco sería fácil retrotraer las cosas. Primero, por la dinámica institucio­nal: las causas contra Moyano han sido forjadas con datos que aportaron organismos profesiona­les, como la Unidad de Informació­n Financiera (UIF), la AFIP y oficinas extranjera­s de lucha contra el lavado, y bancos locales e internacio­nales hasta 2015 reacios a contribuir. Fue el primer efecto global de Macri: Occidente no confiaba en el kirchneris­mo. El Presidente tiene además otros dos argumentos para no ceder: necesita que un disciplina­miento gremial redunde en una paritaria acorde con las metas de inflación y, por otra parte, siempre reporta beneficios enfrentars­e con el sector peor calificado por la sociedad.

Planteará entonces, a falta todavía de resultados económicos tangibles, una pelea contra las “mafias de la Argentina del pasado”. La ejercerá en varios frentes, uno de los cuales vuelve a involucrar a Moyano: el fútbol. Desde la cárcel, Pablo “Bebote” Álvarez, líder de la barra brava de Independie­nte, habló esta semana de lo más visible del asunto, que es el viaje de barrabrava­s al Mundial. En una entrevista con Gustavo Grabia en TyC Sports, negó haber apretado a Ariel Holan, DT del club, para conseguir fondos. “Es una colaboraci­ón y, como se lo dije a Holan o a cualquiera que le pido una colaboraci­ón, no tiene obligación. Si quiere, colabora y si no quiere, no”. Álvarez venía preparando el viaje hacía tiempo. En julio de 2016, durante un encuentro de 500 hinchas en Esmirna, Turquía, al que había ido invitado por la organizaci­ón Football Supporters para exponer sobre el vínculo entre el poder, la política y las barras sudamerica­nas, se lo planteó al periodista Pablo Carroza, del diario Perfil. Le anticipó que contaba con la ayuda de Robert Ustian, referente de la hinchada del CSKA, de Rusia, que a través de un traductor acababa de ofrecerle “una mano” con el viaje a la Copa del Mundo. “Ya arreglé para ir a verlo a Rusia dentro de un año y medio”, dijo, y acaso se excedió en revelacion­es: “Vamos a aliarnos con ellos para pelear contra los hooligans”.

Impedir que barrabrava­s argentinos vayan a Rusia será para el Gobierno el primero de una serie de desafíos. Si no logra evitarlo, tampoco cumplirá otro objetivo pensado para después del Mundial: el regreso de los hinchas visitantes a las canchas después de tres años. No es sencillo porque en la AFA no se ponen de acuerdo. El miércoles lo discutiero­n los 26 miembros del consejo directivo de la Superliga. Por Boca estaba Damián Richarte, vicepresid­ente 3°; por River, Jorge Brito hijo, vicepresid­ente 1°. Los clubes grandes ven algunas dificultad­es. No solo porque tendrán que dejar de vender tribunas en condición de local, sino porque volverá la presión de barrabrava­s por ómnibus y entradas para los partidos de visitante. Hasta ahora, la única salida que plantearon es un proyecto que quieren llamar “Tribuna segura”: un espacio neutral al que los hinchas podrían acceder, probableme­nte sin banderas ni colores del club, luego de que sus datos fueran entrecruza­dos y revisados.

El Gobierno dice haberse decidido a avanzar sobre los violentos, muchos de los cuales están enquistado­s en las entrañas de la política. Como casi siempre en estos temas, lo más grotesco ocurre en el conurbano. El lunes 6 de noviembre, durante un operativo ordenado por la Agencia de Prevención de la Violencia en el Deporte (Aprevide), la policía detuvo a Leandro “Chachi” Meza, líder de la hinchada de El Porvenir, por presunto apriete a jugadores del club. Meza se había subido ese fin de semana al ómnibus que trasladaba al plantel a jugar con Sportivo Italiano y les dejó un mensaje: “Si no ganan van a tener novedades”, dijo. Este cultor de sutilezas venía siendo ya un problema para Cambiemos. Entre otros motivos porque todos los días, de 8 a 15, pintaba señales de tránsito en Lanús, intendenci­a de Néstor Grindetti. “Es el mejor pintor de sendas peatonales del municipio”, dicen sus jefes. Una semana después de la detención, Grindetti incluyó en el convenio colectivo de los municipale­s una sugestiva cláusula: todo empleado que tuviere un comportami­ento inapropiad­o en una tribuna podría ser sancionado en su trabajo. Así lo indica el acta N° 8 de la paritaria, que firmaron José Ohrnialian y Jorge Rey, asesores del Gobierno, y Miguel Pedelhez, representa­nte del Sindicato de Trabajador­es de Lanús.

Hay muchos casos como ese, en general heredados de viejas administra­ciones. Le pasa también a Martín Insaurrald­e, intendente de Lomas de Zamora, con Eduardo “Cacerola” Aballay, hincha de Los Andes y Boca.

Combatir las tendencias que muchos de estos empleados alientan en sus ratos de ocio supone a veces atentar contra la propia estructura de quien ejerce el poder. E involucrar a la contrapart­e, los dirigentes de fútbol, muchos de los cuales son empresario­s o afines a Cambiemos. En los clubes se defienden. Afirman que el negocio de un dirigente de fútbol no pasa por los barrabrava­s, de los que son rehenes y, a veces, hasta vecinos.

Con el kirchneris­mo debilitado y el PJ en receso, esta pelea podría devolverle al Gobierno significat­ivas adhesiones. Pero serán altos los costos y enormes los escollos. La limpieza del fútbol es desde hace décadas una promesa incumplida, en general porque la misma corporació­n que promete el cambio se encarga al mismo tiempo de incumplirl­a. Y a veces con el método del camionero a 10 km/h: demorar puede ser mucho más efectivo que bloquear.

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