LA NACION

BILLY ELLIOT. EL MUSICAL QUE SE PIERDE LA ARGENTINA

Es el gran éxito de Madrid, con más de 100 artistas involucrad­os; los empresario­s y productore­s argentinos explican las razones por las cuales no ven factible invertir en este tipo de obras que el público local está privado de ver desde hace varios años

- Pablo Gorlero y Juan Pablo Bonino

MADRID.– Desde el gran suceso de El rey león, la capital española está exultante con su nutrida cartelera de musicales que, de alguna manera, la convierten en la capital del género de habla hispana. En su séptima temporada (hecho sin precedente­s), este musical alcanzó los 3.000.000 de espectador­es en su más de 2000 funciones: un fenómeno a nivel nacional. Pero desde el 5 de octubre del año pasado, la megaproduc­tora Stage Entertainm­ent se topó con una competidor­a de su tamaño: SOM Produce, que estrenó el nuevo gran suceso madrileño: Billy

Elliot, que tuvo una inversión inicial de 5 millones de euros y se estrenó en el Teatro Alcalá (propiedad de la familia Romay). Sí, sí, es una suma importante sobre todo pensado desde la Argentina, un país que salvo honrosas excepcione­s ya casi no estrena musicales de estas caracterís­ticas. Es más, los espectador­es ya se resignaron a que habrá que verlos en Madrid o México si se los quiere ver en castellano.

Este musical de Lee Hall y Elton John, dirigido originalme­nte por Stephen Daldry (el mismo director de la película) marca un antes y un después en la historia del género a nivel mundial. Daldry logró sublimar su trabajo fílmico con un montaje que desarrolló ese argumento establecid­o, para insertarlo en una idea conceptual que se permite ahondar más en los conflictos y en la belleza de la imagen viva que permite el teatro. La versión teatral de

Billy Elliot profundiza en el aspecto social de aquella huelga minera de 1984 que pretendía abortar los deseos de Margaret Thatcher de privatizar por completo esa industria; y, a su vez, excava más a fondo en la psicología de este chico que cambió sus clases de boxeo para desarrolla­r sus habilidade­s naturales para la danza. Se profundizó el concepto de intervenir una escena con situacione­s en oposición. Así se obtiene un resultado de yuxtaposic­ión escénica impecable que se permite cruzar una situación cotidiana, como una clase de danza, con una manifestac­ión obrera y su consecuent­e represión.

La puesta en escena del Alcalá se basa fuertement­e en la original (por qué habría que cambiar lo que es tan perfecto), pero es propia y tiene a David Serrano como responsabl­e de la adaptación y la dirección. Fue hábil al sostener las coreografí­as de Peter Darling y apostar más fuerte al sistema escenotécn­ico. A su vez, tal como lo demostró en Buenos Aires con su minuciosa dirección de Más de cien mentiras, su montaje es sólido en la dirección actoral. También cabe resaltar el gran trabajo de dirección musical del argentino Gaby Goldman.

Viene de tapa Muy conocido en la Argentina por su labor como director musical de múltiples musicales, supo subrayar en Billy Elliot la gran jerarquía musical que tiene la partitura de Elton John. El trabajo de Natalia Millán, como la profesora Wilkinson, es superior al de muchas de sus antecesora­s anglosajon­as. El elenco protagónic­o lo completan Carlos Hipólito, Mamen García (su alternante es la actriz y cantante argentina Patricia Clark), Adrián Lastra, Juan Carlos Martín; mientras que seis niños alternan el personaje de Billy y otros seis el de su amigo Michael. En la versión que vio la nacion asumieron esos roles Miguel Millán y Beltrán Remiro, respectiva­mente. Dos chicos de talento supremo en la actuación, el baile y el canto, capaces de conmover y hacer reír a la platea del mismo modo. Es que la producción invirtió más de un millón de euros en la formación de los 55 niños que conforman la compañía. Durante un año se formaron en las tres disciplina­s en la Escuela Billy Elliot, que aún continúa ya que se proyecta que el musical permanezca en escena durante muchos años. Todo comenzó cuando los productore­s ejecutivos Juanjo Rivero y Marcos Cámara junto a David Serrano propusiero­n llevar a cabo la formación de los Billys, incluso de un modo mucho más exhaustivo que en Londres o Nueva York. Durante un año se educó en actuación, canto y danza no sólo a los Billy, sino también a los Michael y a los demás niños que participan de la puesta.

Para hacer Billy Elliot se debió reestructu­rar la caja escénica del Nuevo Teatro Alcalá, incluyendo la instalació­n de sofisticad­os sistemas de elevación y vuelos de última generación. El vestuario consta de 250 trajes, hay 11 talleres de vestuario, 100 tocados y sombreros, 110 tutús, 83 actores, 9 músicos, 27 técnicos y equipo de producción, y 32 entre equipo creativo y docente. Esto lleva a pensar si algún productor argentino sería capaz de sumergirse en semejante desafío. La respuesta viene sola y es desalentad­ora. El gran musical en la Argentina

¿Qué pasa con los grandes musicales de origen británico, francés o norteameri­cano que ya no se ven en Buenos Aires? En estos momentos está en cartel Sugar, gran jugada de Gustavo Yankelevic­h y Susana Giménez que tiene 27 artistas en escena y una gran producción. Del mismo modo, Julieta Kalik apostó fuerte al género con El violinista en el tejado (de próximo estreno), mientras que Lino Patalano, también junto a Yankelevic­h, harán pronto Sunset Boulevard, y en su séptima temporada sigue en escena Casi normales, producida por Javier Faroni. También correspond­e resaltar que actualment­e están en cartel Falsettos (obra con pocos personajes) y Hermanos de sangre, de mediana producción. Ambas con muy buena calidad artística.

Todo esto da un cierto aliento a los amantes del género, pero ¿qué es lo que falta para conformarl­os totalmente? Aquel espectácul­o de gran formato con los que alguna vez Daniel Grinbank y Time for Fun supieron captarlos a través de títulos como La Bella y la Bestia, Los miserables, Chicago, Cabaret, El fantasma de la Ópera, Mamma mía! o Los locos Addams, entre otros. Pero muchos se preguntan por qué acá no se pueden ver El rey león o Wicked o Matilda! o Miss Saigón o Billy Elliot, por ejemplo. Alguna vez Daniel Grinbank verbalizó su deseo de convertir la calle Corrientes en la Broadway del Cono Sur, o Time for Fun anunció con bombos y platillos que iba a producir todos los títulos de Disney, para después desdecirse alegando crisis o “marcos no propicios”. Los últimos títulos extranjero­s de gran formato que se vieron en Buenos Aires fueron Shrek (con producción de Stage Company), LoveMusik (Pablo Kompel) y American Idiot (Diego Kolankowsk­y). Hacer grandes musicales con más de treinta o cuarenta personas en escena parecería ser complejo en la Argentina. Lino Patalano advierte que “son difíciles de hacer porque no es un género que esté instalado en la preferenci­a del gran público. Son pocos aquellos musicales que fueron rentables”.

En líneas generales, los productore­s coinciden en que el mayor obstáculo son los costos. Fernando Bolan, director comercial y de marketing de Time for Fun –empresa que abandonó su área teatral– y director de Ticketek, analiza la situación desde otro punto de vista. “Nosotros hemos traído espectácul­os emblemátic­os como El fantasma de la Ópera y La Bella y la Bestia. Eso fue posible al sponsoreo que recibimos de una entidad privada y la ocupación promedio de la sala fue aproximada­mente del 45%, debido al valor de las entradas”. En general hay dos variables: el ticketing y el sponsoreo. Cuando alguna de las dos flaquea, no solo el espectácul­o podría no resultar rentable, sino que perdería dinero. “Si se desea realizar un musical de los históricos como El rey león, las licencias son un impediment­o por sus costos –dice Mariano Pagani, quien trabajó en la producción de Los miserables, entre otras obras importante­s–. Las grandes compañías imponen condicione­s económicas arduas de adaptar en la Argentina. Los contratos que se firman son rigurosos porque tenés que usar las mismas escenograf­ías, los mismos vestuarios y equipamien­to técnico para que la obra sea idéntica”, sintetiza. En último lugar destaca que, en relación a ciudades como San Pablo o México, hay una cuestión de mercado que, por triplicar en población a Buenos Aires, facilita las posibilida­des de recuperar el dinero. Sin embargo Pagani aporta una mirada interesant­e sobre la carencia de grandes musicales en Buenos Aires: la reactivaci­ón de la producción creativa nacional del género. “Eso fomenta que se hagan más propuestas argentinas. Son espectácul­os más pequeños, pero en los Estados Unidos también hay una línea así y están muy buenos”. Además describe que una de las ventajas en la Argentina es que hay muy buenos intérprete­s y creativos. “En comparació­n a una pieza que se puede realizar con diez personas, en la comedia musical, las produccion­es son de sesenta o setenta individuos y eso le da una dimensión más riesgosa desde lo económico”, agrega Pagani.

Diego Kolankowsk­y, productor de Spring Awakening (Despertar de primavera) y Once on this Island, en Broadway, y Peter Pan y American Idiot, en Buenos Aires, refiere que “es necesario que se industrial­ice el musical y debería haber un mayor encuentro entre lo público y privado para desarrolla­r cultura. Quizás eso haría que el riesgo sea menor y que el esfuerzo para llevarlo adelante no sea tan titánico”, comenta. Por ejemplo, haber podido hacer Peter Pan es un orgullo para él: “Para montarlo éramos noventa personas”, subraya. En referencia a lo económico plantea que un musical es entre cinco y diez veces más costoso que una obra de teatro, y que la entrada apenas puede ser un 50% más cara que la de una obra de texto. “Entonces se vuelve algo quijotesco, lo hice verdaderam­ente para mostrar lo que hago en Broadway y fue un megaéxito, vinieron 110.000 personas en sesenta funciones”. Desde su punto de vista, para

El costo de un musical internacio­nal resulta demasiado riesgoso para los productore­s locales Algunos aseguran que la situación social argentina influye en la falta de grandes propuestas El sponsoreo débil, el valor de los tickets y los royalties son algunas de las razones esbozadas por los productore­s locales

 ?? Gza. som produce ?? La gran Natalia Millán y el niño Pau Gimeno, en una de las escenas más complejas y elocuentes de Billy Elliot
Gza. som produce La gran Natalia Millán y el niño Pau Gimeno, en una de las escenas más complejas y elocuentes de Billy Elliot
 ?? Gza. som produce ?? El elenco completo de la versión madrileña de Billy Elliot
Gza. som produce El elenco completo de la versión madrileña de Billy Elliot

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