LA NACION

Un drama social con el sello de Tennessee Williams

- Carlos Pacheco

Escrita sobre el final de la década del 50, Dulce pájaro de juventud es una pieza menor dentro de la producción del reconocido dramaturgo estadounid­ense Tennessee Williams. De ahí que no se represente con frecuencia en la Argentina y tampoco en el exterior. Aunque la anécdota central resulte elocuente no sucede lo mismo con la historia paralela que aparece y que involucra a un grupo familiar con personajes poco desarrolla­dos y cuya cabeza, el político Finley, tiene un modo de operar severament­e corrupto y racista.

Como en otras de sus obras, Williams hace eje en una pareja de perdedores. Alexandra del Lago es una actriz que ha tenido un importante momento de esplendor en Hollywood, pero que, en el presente de la escena, no puede aceptar que ha perdido espacio y menos aún que ha envejecido. Chance Wayne, un gigoló con veleidades de artista, hace las veces de asistente de esa mujer con la intención de que ella no solo lo mantenga económicam­ente, sino que le posibilite ingresar, por la puerta grande, al mundo del espectácul­o.

Después de un supuesto fracaso cinematogr­áfico de la actriz, ambos escapan de la gran ciudad para refugiarse en una pequeña población de Mississipp­i, de donde es oriundo Chance y de la que escapó corrido por los familiares de una noviecita de quien sigue enamorado. La que casualment­e es hija de Finley.

En la ajustada versión que dirige Oscar Barney Finn la intención no solo está puesta en mostrar la relación de los protagonis­tas, sino que, además, el creador hace especial foco en el mundo social y político que dominaba el sur de los Estados Unidos en tiempos en que fue concebida la obra.

Así, a la decadencia moral de la época se contrapone la de esos protagonis­tas que aparecen sumidos en la frustració­n, la soledad, el descrédito. Han perdido el rumbo y el tiempo –siempre el tiempo en Williams– no hace más que iluminar la desesperac­ión con la que viven.

Al frente de un elenco heterogéne­o, pero que se mueve con corrección, Beatriz Spelzini y Sergio Surraco recrean a Alexandra y a Chance de maneras muy opuestas. Spelzini opta por mostrar a su personaje sumido en una profunda oscuridad. En su interpreta­ción no permite reconocer que esa mujer ha tenido un pasado exitoso y por eso le duele tanto su actual realidad. Ella –y este es un camino posible– solo se aferra al doloroso presente y eso hace que el espectador no pueda apreciar otras aristas de esa criatura.

Por el contrario, Surraco compone a su personaje exponiendo todos sus dobleces. Sus contradicc­iones, sus bajezas, sus mentiras, son proyectada­s por un cuerpo que mantiene intacta una luz primaria que es aquella que le hace creer que algo va a poder, aunque la realidad le demuestre continuame­nte lo contrario. En este espectácul­o, si Alexandra se permitiera, por algunos instantes, dejarse modificar por la locura de su compañero de ruta, algo de la relación adquiriría otra dimensión y ella como personaje alcanzaría cierto brillo.

Si bien a Dulce pájaro de juventud se le nota el paso del tiempo, aún permite reencontra­rse con el estilo de un autor que sigue siendo muy significat­ivo en la historia del teatro contemporá­neo.

 ?? Lucas suryano ?? Sergio Surraco y Beatriz Spelzini
Lucas suryano Sergio Surraco y Beatriz Spelzini

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina