LA NACION

Los millennial­s ya son padres e imponen sus propias reglas

Igualdad de roles en la crianza, trabajos flexibles y mucha tecnología dan forma a esta nueva paternidad

- laura Marajofsky

Que son impaciente­s, que no retienen un trabajo por más de dos años, que son narcisista­s, que viven en las redes, que no saben lo que es el esfuerzo, que son unos niños mimados... Mucha tinta se ha derramado al juzgar a la generación millennial, casi como si fuera un nuevo deporte. Sin embargo, a muchos miembros de esta generación (que abarca a aquellos nacidos entre el 1984 y 2004, pero que también se extiende a comienzos de la década del 80) el estereotip­o no solo no les queda, sino que les resulta totalmente errado. Sucede que muchos de estos jóvenes adultos hoy ya son padres, y la experienci­a de su paternidad ha cambiado al ritmo de la cultura, la tecnología, y las nuevas prioridade­s que la época ha impuesto, o mejor dicho, que ellos mismos han podido moldear. A diferencia de sus padres o abuelos, atados a la poca flexibilid­ad laboral y los roles estancos con respecto a la crianza y las tareas del hogar, hoy los padres millennial­s replantean las reglas a la hora de criar a sus hijos.

Viene de tapa “No hace mucho decidí que quería casarme y ser mamá, antes no lo sentía. La verdad es que prefería viajar, invertir el tiempo en mí y por sobre todas las cosas crecer profesiona­lmente, pero hace dos años eso cambió y empecé a querer ser mamá, como una especie de anclaje o experienci­a que quería vivir, me sentía segura en muchos aspectos”, admite Adriana Vera (35). Incluso la manera de arribar a la decisión de ser padres parece ser diferente hoy en día, con jóvenes adultos guiados más por un deseo propio (aunque muchas veces menos planificad­o o hasta improvisad­o) y no tanto por un mandato familiar social. En especial en una época de baja natalidad y con el retraso de los hitos tradiciona­les (casamiento, familia y casa propia), por citar algunos rasgos que hacen que la trayectori­a de vida de muchos jóvenes adultos sea menos compulsiva en estos sentidos.

“Ninguno de nuestros amigos tiene hijos. Algunas, muy pocas, dos para ser exactos, están embarazada­s. El resto todavía no, y no piensa, y algunos incluso piensan que nunca van a tener porque no les interesa. Yo creo que eso tiene que ver con una concepción distinta del tiempo. Creo que nuestros padres, nuestros abuelos, tenían la idea de que el tiempo pasaba y demasiado rápido. Y que mejor que cuando eso sucediera hubiera un par de vástagos, mínimo, para poder hacerse cargo de ellos. Para nosotros, para los millennial­s, el tiempo no pasa. Creo que hay una sensación de presente eterno muy intensa”, acota Manuela Frers (30), madre primeriza.

Mandatos con fecha de caducidad, otras disposicio­nes, incluso otras formas de percibir el tiempo, son algunas de las variables que hacen de la paternidad una experienci­a distinta.

Y no solo eso, sino también otras posibilida­des operativas concretas. “A los 28 años nos quedamos embarazado­s con mi novio. No me preparé para la maternidad, no leí libros, no ensayé qué estilo de madre quería ser. Laburaba en una empresa de servicios y sabía que iba a tener que volver a mi laburo en tanto terminara mi licencia de tres meses, pero no sabía cómo me iba a impactar emocionalm­ente eso. Cuando llegó el momento de volver a cumplir un horario en la oficina, fue más fácil de lo que imaginaba. La flexibilid­ad laboral hoy ayuda mucho, hay más posibilida­des de trabajar desde la casa o algunos días. Hay cuestiones que para nosotras, mamás, son más fáciles, porque si bien nos exigimos más en lo profesiona­l y nos cuesta renunciar a eso que nos gusta hacer, los ritmos los podemos controlar un poco más. Somos más autónomos y manejamos nuestra agenda”, explica Loli Canonico (32), al hacer referencia a la forma en que muchos millennial­s asumen el trabajo y la profesión.

Que una gran cantidad de jóvenes adultos formen parte de la economía freelance posibilita una flexibilid­ad inaudita y una repartija en el cuidado de los niños que antes hubiera sido impensable. “En mi caso, el papá de mi hija es freelance, y si hace falta (en época de vacaciones) la puede llevar a su oficina o a determinad­as reuniones. Está bueno poder encontrar el equilibrio para que las mujeres no dejemos de hacer lo que veníamos haciendo sin ‘abandonar’ a nuestros hijos”.

Según una encuesta realizada por Ernst & Young (sobre una base de 10.000 casos), el 83% de los millennial­s en los Estados Unidos privilegia­rían trabajos en donde la licencia por paternidad sea mayor, y casi el 40% estarían dispuestos a mudarse a países con mejor legislació­n al respecto. Atentas a esta tendencia en las nuevas generacion­es, más empresas en rubros codiciados como la tecnología o las finanzas están aumentando la cantidad de semanas que estos pueden ausentarse, extendiend­o estos beneficios también a las nuevas familias (parejas gays y/o padres por adopción o gestación subrogada). Si el equilibrio laboral y familiar hoy ya es casi un chip con el que los jóvenes vienen, quizás a fuerza de haber experiment­ado lo contrario con sus propios padres, no deja de ser un fenómeno relativame­nte nuevo.

Otro tema álgido en las nuevas parejas jóvenes millennial­s que son padres es la idea de los roles tanto paternos como de los chicos en la familia, más igualitari­os y participat­ivos. Por un lado, con una evidente emancipaci­ón de la mujer y una mayor conciencia de género, no solo cambió la manera de organizar el trabajo y el tiempo con los chicos, sino también los roles en la crianza. Estar con los chicos, cocinarles, ir a buscarlos al jardín, son actividade­s diarias de ellos, como lo hace Martín Kolodny (33) con su nena de cinco. “Decidimos ser padres a los 28. También de común acuerdo nos separamos. Mi preocupaci­ón más grande era cómo ser papá en esas circunstan­cias, aun siendo hijo de padres separados. Cuando pude tener mi casa y armar su habitación, ella empezó a quedarse a dormir conmigo. Hoy, mi hija dice que tiene dos casas y yo sonrío. Su mamá, desde hace unos años, convive con su pareja, que es parte activa de la vida de mi hija. La lleva al jardín, la cuida, la busca… Con el tiempo, siempre agarré trabajos que no interfirie­ran con compartir tiempo libre y cotidianid­ad con ella”.

Para Adriana y su pareja, Hernán Goldaracen­a, freelancea­r es algo que les permite ser padres bajo sus propios términos y de forma compartida. “Una ventaja que ambos tenemos es que no trabajamos en relación de dependenci­a, así que cuando nació nuestra hija solo tuvimos que acomodar algunas cosas, desde el primer momento siempre nos planteamos estar muy presentes para ella, si ella duerme o justo yo necesito hacer algún trabajo él se ocupa de todo y si él necesita ir a su oficina yo tomo el mando, pero si estamos juntos es un rato cada uno, no hay una tarea que pertenezca a un género, todo es de a dos, salvo dar la teta”.

“Hace algunos meses la abuela de Fermín le decía que qué bueno que hubiera nacido en una época en la que los padres tuvieran participac­ión. Fermín no es que tiene participac­ión, es que nos ocupamos juntos. Las mañanas son de Fermín y Valentín, ellos desayunan, duermen siesta, juegan, almuerzan, mientras yo estoy en el trabajo. Y a la tarde, cuando vuelvo, lo baño, y esperamos a que Fer vuelva. Y todo se da de un modo absolutame­nte natural. Tanto que a veces tiendo a pensar que vivimos en un mundo diferente. No es engaño, es lo que pasa en casa, es nuestra experienci­a”, agrega Frers, como si fuera necesario clarificar aún más las diferencia­s generacion­ales.

Por otro lado, la tecnología y que todo vaya más rápido ha cambiado la forma en que los chicos crecen, y por tanto los desafíos de los padres, aún cuando muchos millennial­s ya crecieron con estas cuestiones incorporad­as. “En cuanto a la tecnología, no tenemos una opinión recontrafo­rmada porque Valentín tampoco les da mucha bola a las pantallas todavía. Fer se inclina más a evitarlas y a mí me parece que es algo inevitable. Nosotros mismos vivimos atravesado­s por las pantallas, me parece medio imposible que Valentín pueda crecer aparte”. El lugar de las pantallas

Paradójica­mente, un factor en común con la generación de sus padres es que los millennial­s quieren que sus hijos tengan una relación equilibrad­a con la tecnología, por más hiperconec­tados que viva no cuánto dependan de ella .“Mi hija está muy presente en mi cuenta de Instagram, algo que quizás antes no hubiese estado muy bien visto, pero siento que el proceso es supernatur­al. La crianza es muy fluida, mucho prueba y error, igual hay algo que siempre me pregunto y me tranquiliz­a: ¿cómo hacían las madres antes sin Internet? No hay un día que no consulte algo, hasta quizá como algo lúdico, para saber qué les pasó a otras mujeres o incluso leer artículos. Entre mis preocupaci­ones están que no quiero hiperconec­tarla a la tecnología y que sea sensible a su ambiente, que pueda experiment­ar y estar menos metida en una tablet”, cierra Vera.

Por su parte, Kolodny explica que su nena desde hace más de un año pide el celular de cualquiera para mandar audios, ve “Netflic”, videos en YouTube, saca fotos y quiere mandarlas. “Tenemos cuidado y procuramos mirar siempre qué hace con el celular en la mano”. Para María Florencia Medina (27), el hecho de crecer en un entorno techie tiene sus riesgos que hay que moderar. “Si bien solo llevo ocho meses de maternidad intento fuertement­e día a día no recurrir tanto a la tecnología y sentarme a jugar con ella cuando me lo pide. Creo que es una forma de enseñarles a valorar un poco más las cosas que a uno tanto le cuestan o le costaron en algún momento y a que aprendan a ser autosufici­entes y que no todo esté a un clic de distancia”.

Criados como nativos digitales, con otros tiempos, otros vínculos y otra cultura, sin hoja de ruta y a puro instinto, los millennial­s abren el campo de juego e imponen sus propias reglas. Modernos, prácticos, igualitari­os, responsabl­es y optimistas, otros tantos adjetivos que le caben a esta generación de nuevos padres. Así parece resumirlo Canonico: “Me gusta la era millennial, yo le encuentro muchos beneficios en la maternidad. Desde la tecnología, la flexibilid­ad, la diversidad. Hay mucha más variedad en todo”.

“No hay una tarea que pertenezca a un género, todo es de a dos, salvo dar la teta” “Mi hija está muy presente en mi cuenta de Instagram, el proceso es natural”

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Gentileza Manuela Frers cuida a su hijo Valentín todas las tardes mientras que las mañanas están a cargo de Fermín, el papá

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