LA NACION

La felicidad no viene solo de adentro

- Juana Libedinsky

Cuando fue el atentado a fin de año que se llevó la vida de cinco argentinos, Brian Winter, editor del America’s Quarterly, publicó un artículo emocionant­e y muy divulgado titulado “Estos chicos representa­ban lo mejor de la Argentina”.

Para Winter, un texano que estuvo trabajando en nuestro país, los amigos que habían viajado en grupo para festejar sus 30 años de egresados del colegio eran un reflejo de los especialme­nte fuertes vínculos que había sentido durante su paso por la Argentina.

Viviendo en la Gran Manzana, el tema de los amigos puede ser un poco más complicado. De hecho, cuando mis hijos estaban en el jardín de infantes, tuvimos una charla en la que un especialis­ta en educación temprana señaló que a veces los chicos de las nuevas generacion­es aquí no saben tener amigos no solo por el tema de Internet, sino también porque rara vez ven a los padres con amigos como modelo a imitar. Todo el mundo está tan preocupado en cosas como trabajar, tener la casa bien, ayudar con la escuela y, en el momento libre, hacer algún tipo de ejercicio o actividad individual para centrarse que los amigos están en el corazón, pero no en la vida cotidiana.

Y esta tendencia, que puede verse como una extensión del individual­ismo americano, puede tener otros riesgos también. Esto

Los chicos de las nuevas generacion­es no saben tener amigos

lo demuestra un nuevo libro, America the Anxious: How Our Pursuit of Happiness is Creating a Nation

of Nervous Wrecks (Estados Unidos, el país ansioso: cómo nuestra búsqueda de felicidad está creando una nación de neuróticos). En él, la periodista Ruth Whippman ilustra cómo el mantra de que “la felicidad viene de adentro” ya es considerad­o una certeza y que la búsqueda del bienestar se basa cada vez más en yoga, mindfulnes­s, meditación, libros de autoayuda, apps y demás. La autorrefle­xión, la introspecc­ión y algún grado de soledad son, naturalmen­te, una parte importante de una vida psicológic­amente sana, y Whippman no niega el valor de distintas actividade­s para lograrlo. Pero ve que en la actualidad, para una parte significat­iva de la población, el tema quedó desbalance­ado y la mayor parte de los estudios académicos sobre la felicidad concuerdan en que nuestra felicidad depende –oh, sorpresa– de otra gente.

Estudio tras estudio que cita Whippman muestra que las buenas relaciones sociales son el predictor más fuerte y consistent­e de una vida feliz. Esto sin importar sexo, raza, nivel de ingresos ni estudios. En temas de salud, la falta de conexiones sociales lleva consigo el riesgo de muerte prematura comparable con el de fumar, y es aproximada­mente el doble de peligroso que la obesidad. Por eso Whippman señala que lo más significat­ivo que uno puede hacer para el bienestar no es tanto “encontrars­e a uno mismo” como nutrir las relaciones.

Por esa razón, en un muy comentado artículo que escribió para The New York Times, sostuvo que la próxima vez que haya que elegir entre ir a meditar o sentarse en el bar con amigos quejándose de la clase de meditación “habría que considerar seriamente ir al bar, sin importar lo que el app de la felicidad diga al respecto”.

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