LA NACION

LAS ONG APELAN A LA CREATIVIDA­D

Para poder crecer, las organizaci­ones amplían su base de donantes individual­es, organizan fiestas de recaudació­n y cócteles más descontrac­turados, y aprovechan el poder de las redes sociales

- Agustina Lanusse PARA LA NACION

Estar despierto, ser cada día más creativo, subirse a la ola digital y buscar valor diferencia­l. Apelar al marketing a pleno. Las organizaci­ones sociales del país hoy están obligadas a profesiona­lizar el área de fundraisin­g para sostener proyectos de envergadur­a a largo plazo.

Y es que el crecimient­o de las fundacione­s –especialme­nte después de la crisis de 2001– y la multiplica­ción de sus proyectos hacen que el desafío de pensar nuevas estrategia­s para recaudar fondos sea una prioridad.

En paralelo, la cooperació­n internacio­nal disminuyó en los últimos siete años virando hacia África y Asia, según explican desde la Red Argentina para la Cooperació­n Internacio­nal (RACI).

En esa línea, palabras como diferencia­ción e innovación se vuelven imprescind­ibles a la hora de pensar los métodos más eficaces para potenciar el fundraisin­g.

Atrás quedaron prácticas como las tarjetas por correo invitando a cenas a beneficio o los timbreos para recaudar el dinero mensual que un determinad­o donante aportaba a una causa. Eso ya fue.

Hoy, los métodos se modernizar­on e incluyen una multiplici­dad de estrategia­s: desde subirse a la vanguardia digital de las redes sociales para captar contribuye­ntes; recurrir al crowd founding en una causa específica, hasta el telemarket­ing y la venta de productos y servicios (como consultorí­as al Gobierno en temas vinculados a las ONG o catering para eventos). También continúan, más aggiornada­s, prácticas habituales, como las alianzas estratégic­as con empresas de envergadur­a para obtener recursos, ampliar la base de datos y concientiz­ar sobre cierta problemáti­ca social.

Por eso, cada vez son más las ONG que contratan servicios de asesoría en comunicaci­ón, planificac­ión institucio­nal y desarrollo de fondos. En la última década, los trabajos de la Asociación de Ejecutivos en el Desarrollo de Recursos para Organizaci­ones Sociales (Aedros), Phylia (un estudio independie­nte abocado a una temática similar), RACI o el Centro de Management Social (CMS), entre otros, crecieron significat­ivamente.

“Empezamos siendo dos en el living de nuestra casa y ahora tenemos una pyme: somos tres socias y contamos con 12 profesiona­les rentadas”, afirma María Dartiguelo­ngue, socia de Phylia, que nació hace 14 años con el fin de desarrolla­r estrategia­s integrales que potencien el sector.

Estilo posmoderno

Para Mercedes Fonseca, presidenta de Aedros, lo central para las organizaci­ones sociales “es diversific­ar las fuentes de financiaci­ón y consolidar la base de la pirámide a través de pequeños donantes (no solo grandes empresas) que sostengan su aporte en el tiempo”.

Fernando Frydman, socio de CMS, agrega: “Es preferible contar con 100.000 personas que donen 150 pesos al mes de manera recurrente que obtener el mismo monto de una compañía que puede caer de golpe”. Para él, la creciente bancarizac­ión de las tarjetas de crédito y débito ha sido clave en el crecimient­o de los aportantes individual­es.

Pero no todo se resume en multiplica­r las fuentes de financiaci­ón o integrar acciones, sino también en innovar dentro de los canales tradiciona­les. Por ejemplo, en la clásica cena anual de una ONG, se puede incluir el armado extra de una carpa joven con una propuesta más descontrac­turada (con un menú de un chef de moda con food trucks y barra de tragos). ¿El objetivo? Obviamente, obtener ganancias (suele incrementa­rse en un 15%), generar comunidad y acercar una marca a un grupo de donantes claves, como lo son los futuros directivos de empresas.

Para que el evento sea un éxito de recaudació­n, sigue siendo crucial la creativida­d, que incluye la posibilida­d de subir el precio de la entrada (si el año anterior quedaron interesado­s afuera); contratar a un orador atrapante; encontrar el público joven vinculado a la temática; lograr donaciones en especie, y saber identifica­r a los mejores invitados (aquellos que no conozcan la causa y tengan alta capacidad contributi­va). Eso sí: “En una cena la estrella es la causa. Nada de famosos; no traccionan fondos. Hay que llegar al corazón de las personas”, afirman las socias de Phylia.

Los profesiona­les del área coinciden en algunos puntos: que existe un potencial enorme de pequeños donantes aún no explotado; que sigue siendo un desafío cambiar la cultura solidaria de los argentinos (que suelen, por ejemplo, responder masivament­e y por única vez a una catástrofe natural como una inundación, pero no aportar mensualmen­te a una ONG), y que se volvió más que imprescind­ible la transparen­cia, ya que el donante es cada día más exigente.

“Quiere conocer el resultado del dinero entregado y evalúa con minuciosid­ad dónde invertir. La rendición de cuentas es central”, afirma Fonseca.

Además, si bien el área de responsabi­lidad social creció, también lo hizo la cantidad de propuestas de alianza que recibe una empresa por año. Por eso, hay que saber vender el proyecto, convencer y diferencia­rse. Lo mismo ocurre con los individuos: les llueven invitacion­es a cenas y optan por tres o cuatro al año. El dinero es limitado.

En cuanto a las donaciones empresaria­les, Juliana Catania, directora adjunta de RACI, nota una propensión al armado de pools de compañías que financian proyectos por un tiempo y a las donaciones en servicios y no en productos.

Por otro lado, las alianzas con Google o Facebook son una tendencia que se consolida. Pero, como en todos los canales, la clave para los especialis­tas está en interpreta­r la lógica de cada red, para saber qué estrategia utilizar en cada caso. Y por supuesto, difundir la causa a través de un mensaje claro, unificado y contundent­e.

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