Se puede jugar 11 vs. 9 y aún así no tener el control del partido
E s cierto que, en tiempo real, Boca jugó con dos futbolistas más 12 minutos. Y que estuvo más de un tiempo con uno más. Pero Guillermo Barros Schelotto estaba inquieto como si él fuera el DT que estaba en desventaja numérica. Daba indicaciones, gritaba, maldecía, se daba vuelta, hablaba con su hermano Gustavo, se sentaba en el banco. Es que el fútbol es un deporte tan apasionante que jugar 11 vs. 9, 11 vs. 10, no siempre es sinónimo de tener el control del partido.
Boca, en ese arrebato final del Mellizo, terminó buscando desde el pizarrón generar una superioridad que no lograba demostrar desde la inteligencia táctica de sus futbolistas. Terminó jugando 2-3-4-1 en un campo ancho como el Nuevo Gasómetro: Goltz y Magallán; Buffarini, Barrios y Mas; Pavón, Nández, Tevez y Cardona; Bou. Enfrente, un Ciclón que no solo buscó defenderse, sino también lastimar de contraataque, un recurso desde donde logró fabricar buenos avances.
Barros Schelotto nunca pensó en el empate como un buen negocio ante su perseguidor. Así lo demostraron sus decisiones durante el partido. La mencionada anteriormente fue la última apuesta. Pero antes había buscado con el regreso de Pablo Pérez en un ofensivo 4-3-3; manteniendo el protagonismo y no dejando de
atacar, resolviendo el ingreso de Mas por Fabra para no quedarse con diez jugadores (el colombiano estaba amonestado y podría duplicar el riesgo de expulsión tras la roja a Quignon). Pero el problema de Boca quedaba a la vista con las indicaciones del Mellizo: “Jugá simple”, pidiéndole a Nández;
“Toquen, muevan la pelota”, a
casi todos sus futbolistas.
Es que el gran problema de Boca fue que, ante ese contexto numérico favorable, en lugar de jugar en equipo, cada futbolista intentó desequilibrar desde una jugada individual, desde una gambeta o un remate personal. Y más allá de que Cardona, Tevez, Pavón y hasta Nández tienen la capacidad de sorprender, de romper líneas, ninguno estaba ayer en su versión más lúcida. Al Mellizo, como buen alumno de Carlos Bianchi, le gusta jugar en campos amplios como los del Nuevo Gasómetro, donde se puede utilizar todo el ancho del campo para generar desdoblamientos, triangulaciones y las proyecciones de los laterales. Pero lo que ofrecen los futbolistas no siempre va de la mano con las pretensiones o la toma de decisiones de los entrenadores. Ayer, el Mellizo quería primero generar la superioridad y luego ganar el partido. Los jugadores, quizás cegados por la ventaja, buscaron ganar de una manera individual y directa. Y por eso Boca no tuvo el control del partido.