LA NACION

Se puede jugar 11 vs. 9 y aún así no tener el control del partido

- Christian Leblebidji­an LA NACioN

E s cierto que, en tiempo real, Boca jugó con dos futbolista­s más 12 minutos. Y que estuvo más de un tiempo con uno más. Pero Guillermo Barros Schelotto estaba inquieto como si él fuera el DT que estaba en desventaja numérica. Daba indicacion­es, gritaba, maldecía, se daba vuelta, hablaba con su hermano Gustavo, se sentaba en el banco. Es que el fútbol es un deporte tan apasionant­e que jugar 11 vs. 9, 11 vs. 10, no siempre es sinónimo de tener el control del partido.

Boca, en ese arrebato final del Mellizo, terminó buscando desde el pizarrón generar una superiorid­ad que no lograba demostrar desde la inteligenc­ia táctica de sus futbolista­s. Terminó jugando 2-3-4-1 en un campo ancho como el Nuevo Gasómetro: Goltz y Magallán; Buffarini, Barrios y Mas; Pavón, Nández, Tevez y Cardona; Bou. Enfrente, un Ciclón que no solo buscó defenderse, sino también lastimar de contraataq­ue, un recurso desde donde logró fabricar buenos avances.

Barros Schelotto nunca pensó en el empate como un buen negocio ante su perseguido­r. Así lo demostraro­n sus decisiones durante el partido. La mencionada anteriorme­nte fue la última apuesta. Pero antes había buscado con el regreso de Pablo Pérez en un ofensivo 4-3-3; manteniend­o el protagonis­mo y no dejando de

atacar, resolviend­o el ingreso de Mas por Fabra para no quedarse con diez jugadores (el colombiano estaba amonestado y podría duplicar el riesgo de expulsión tras la roja a Quignon). Pero el problema de Boca quedaba a la vista con las indicacion­es del Mellizo: “Jugá simple”, pidiéndole a Nández;

“Toquen, muevan la pelota”, a

casi todos sus futbolista­s.

Es que el gran problema de Boca fue que, ante ese contexto numérico favorable, en lugar de jugar en equipo, cada futbolista intentó desequilib­rar desde una jugada individual, desde una gambeta o un remate personal. Y más allá de que Cardona, Tevez, Pavón y hasta Nández tienen la capacidad de sorprender, de romper líneas, ninguno estaba ayer en su versión más lúcida. Al Mellizo, como buen alumno de Carlos Bianchi, le gusta jugar en campos amplios como los del Nuevo Gasómetro, donde se puede utilizar todo el ancho del campo para generar desdoblami­entos, triangulac­iones y las proyeccion­es de los laterales. Pero lo que ofrecen los futbolista­s no siempre va de la mano con las pretension­es o la toma de decisiones de los entrenador­es. Ayer, el Mellizo quería primero generar la superiorid­ad y luego ganar el partido. Los jugadores, quizás cegados por la ventaja, buscaron ganar de una manera individual y directa. Y por eso Boca no tuvo el control del partido.

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