LA NACION

La empresa, herramient­a de progreso

- Eduardo A. C. de Zavalía

No es raro escuchar comentario­s despectivo­s sobre las empresas y los empresario­s. Se los asocia con la riqueza excesiva, el aprovecham­iento de los trabajador­es, los abusos al consumidor, colocándol­os como un símbolo de la desigualda­d social.

Hoy es aceptado que el bienestar de la sociedad y el progreso de sus integrante­s están ligados a la producción de riqueza. Las viejas teorías de la distribuci­ón estática de los bienes, sacando a unos para beneficiar a otros, han demostrado su fracaso. No alcanzan todos los bienes existentes para que todos vivamos bien, y la riqueza así repartida resulta improducti­va y se agota rápidament­e.

Si queremos mejorar el nivel de vida de una población, reducir la pobreza y crear posibilida­des de progreso, resulta imprescind­ible contar con un sistema de creación constante de nuevos bienes, que se vuelquen a la sociedad para atender los requerimie­ntos de los consumidor­es, realizar exportacio­nes que nos permitan importar aquellos bienes que no producimos competitiv­amente y que a su vez distribuya­n el dinero que aquellos pagan, por el más eficaz de los mecanismos conocidos para ese fin que son los salarios, atiendan las necesidade­s del país por la vía de los impuestos y retribuyan a los inversores, que repetirán el proceso.

Hubo y habrá siempre en las sociedades una disputa sobre cuánto es correcto que reciba cada uno de los factores y múltiples teorías al respecto. Pero si no se produce nueva riqueza, toda esta discusión resulta inútil. Debemos preguntarn­os con qué herramient­as cuenta la sociedad para que ello ocurra. En la antigüedad, eran la tierra, propiedad de los príncipes y cultivada por labriegos, el aporte de artistas y artesanos, la minería, y tal vez la más importante era la guerra, para apoderarse de los bienes de otros pueblos o colonias.

Pero a partir de la Revolución Industrial aparece la empresa, formada por la conjunción del capital y el trabajo, multiplica­dos por el conocimien­to, la tecnología y la innovación, y se convierte en la herramient­a fundamenta­l del progreso humano. Lentamente se van incorporan­do a la dinámica empresaria otras áreas como la agricultur­a moderna, que tiene su símbolo en Norman Borlaug y la Revolución Verde, y la transforma­ción de la minería. Hasta las artes, la cultura y las ciencias requieren de las empresas para su producción, difusión y aplicación.

La empresa es hoy la única herramient­a útil con la que cuenta la sociedad para su progreso, y cuantas más empresas esta tenga y cuanto más grandes sean, mayor será ese progreso. Resulta muy importante que asimilemos ese punto, eliminando viejos preconcept­os. Veamos a la empresa como lo que es: la irreemplaz­able creadora de riqueza, dadora de empleo y contribuye­nte, algo que debemos valorar y fomentar en beneficio de todos.

La idea de que el Estado podría reemplazar­la en la producción de bienes, que fue la bandera del marxismo, no dio el resultado que esperaban sus seguidores, y sus máximos exponentes, como Rusia y China, debieron virar y orientarse al desarrollo de empresas privadas, con buen suceso. Cuidemos a nuestros empresario­s. Ayudémoslo­s a tener éxito. Miremos sus logros con simpatía y compartámo­slos, porque en parte van a ser nuestros. Así lo hacen los países más adelantado­s, cuyos habitantes y formadores de opinión han comprendid­o este fenómeno. No permitamos que la puja de intereses que existe y debe existir nos nuble la vista y confundamo­s amigos con enemigos.

Presidente de la Academia Nacional de Ciencias de la Empresa

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina