LA NACION

Reality shows. Cuando la pantalla chica juega a solucionar nuestras vidas

El viernes se estrena una nueva temporada de Queer Eye, uno de los ciclos que iniciaron la tendencia de los programas de corte aspiracion­al, que proponen “secretos” superficia­les para los problemas cotidianos

- Natalia Trzenko

todos en algún momento de crisis soñamos con ese equipo que tome las riendas del problema, un equipo de expertos que se haga cargo de todo y nos enseñe cómo vivir bien, mejor que hasta el momento. en la televisión esa fantasía se vuelve realidad. o todo lo real que puede ser un reality show editado y detalladam­ente calculado para provocar el efecto de espectácul­o aspiracion­al que el género necesita para tener éxito. el juego que proponen es simple y efectivo: la transforma­ción externa de personas, casas y negocios para lograr un cambio interno tan positivo como permanente. Uno de los decanos de este tipo de programa fue Queer

Eye for the Straight Guy, que se emitió entre 2003 y 2007, ganó un Premio emmy y presentó al mundo a los cinco estilistas gays conocidos como los fab5. Cinco expertos en cocina, decoración, arte, cuidado personal y moda que ayudaban a desarregla­dos muchachos heterosexu­ales a mejorar su look, levantar su autoestima y así conseguir a la chica de sus sueños, su trabajo ideal o la tranquilid­ad de sus padres preocupado­s por ellos. fenómeno global e inspiració­n para muchos de otros ciclos que le siguieron, ahora el reality show está de regreso y en Netflix. este viernes se estrenarán ocho nue- vos episodios del programa que en esta nueva encarnació­n tiene un título más corto, Queer Eye, nuevo paisaje (se mudaron de Nueva York a atlanta) y, lo más importante, un nuevo grupo de fabulosos a tono con los tiempos actuales.

“el programa original salió en un momento en el que era necesario luchar por la tolerancia. ahora nuestra pelea es por la aceptación”, dice tan france, el referente en moda, al comienzo de uno de los nuevos episodios en los que, a diferencia de lo que sucedía antes, entre cambios de look y renovacion­es varias, los expertos hablan de su propia vida como hombres homosexual­es. Pero claro, el foco siempre está en el cliente, o héroe, como los denominan en el nuevo programa. Puede tratarse de un jubilado que vive en un pequeño pueblito del sur y que necesita ayuda para mejorar su relación con la mujer que le gusta o de un experto en tecnología con problemas de depresión y una casa repleta de pelos de perro, Queer

Eye trabaja bajo la premisa de que las mejoras externas aparenteme­nte superficia­les son todo menos eso. Con un nuevo vestuario y una casa bien decorada, el abuelo tom se siente tanto mejor consigo mismo que pasa de insistir en que su fealdad no tiene arreglo a convertirs­e en un galán maduro.

“tener confianza en vos mismo es sexy”, le dice con ternura el referente en belleza Jonathan van Ness, candidato al personaje de la nueva temporada, mientras le arregla la barba al héroe de la semana. Que todos los cambios sucedan en pocos días y de manera rotunda es parte de la marca del género, que necesita un trabajo de producción y edición tan creativo como preciso. este tipo de programa funciona mejor cuanto más equilibrad­a sea su combinació­n entre fantasía y realidad.

Una receta que a veces puede excederse en el uso de frases inspirador­as o al proponer soluciones mágicas para problemas muy concretos que requeriría­n más que eso.

todos sabemos que se necesita más que un nuevo guardarrop­a para abandonar viejos hábitos y que las frases inspirador­as no deberían reemplazar los tratamient­os psicológic­os. sin embargo, los programas de este tipo se multiplica­n tanto como crecen las estantería­s de libros de autoayuda. La búsqueda de respuestas, de soluciones a temas difíciles, incluye ciclos que empiezan por, literalmen­te, dar vuelta y tirar todo el placar.

entre ellos, uno de los que más impacto consiguier­on en el género es No te lo pongas (discovery Home & Health). Primero estuvo la versión británica, con trinny y susannah, que con un desarrolla­do sentido de la moda y la típica flema inglesa les enseñaron a sus compatriot­as las ventajas de usar la ropa del talle y de la tela adecuada. Luego llegó la versión norteameri­cana en la que los estilistas tracy London y Clinton Kelly hicieron lo mismo por sus compatriot­as. La fórmula probó ser tan entretenid­a como efectiva a la hora de despertar emociones. Las mujeres que pasaron por las diez temporadas del programa casi sin excepción sufrían de una autoestima tan baja que en muchos casos no conseguían comprar ni una prenda aunque la producción les diera cinco mil dólares para gastar y todas terminaban el capítulo renovadas y emocionada­s por la vida que las esperaba después de la transforma­dora semana de compras. Historias con moraleja que suelen terminar con lágrimas de uno y otro lado de la pantalla, el resultado ideal para este tipo de programas.

Lo mismo consiguen todas las versiones de Cambiame el look, que propone sumar un nuevo elemento a la fórmula del experto en moda salvando a un pobre mortal de su propio mal gusto. allí son los amigos, las parejas o los hermanos de los objetos de transforma­ción quienes los proponen para el programa y luego proponen los estilos que deberán probar. así, la apuesta emotiva sube varios escalones, especialme­nte a la hora de la revelación del nuevo look, al que generalmen­te se llega después de mucha resistenci­a de parte de los principale­s involucrad­os, que más que ayudados se sienten atacados por los que más quieren.

el género tuvo momentos oscuros en sus comienzos cuando un programa como Extreme Make

Over recurría a cirugías plásticas y procedimie­ntos invasivos varios para modificar la cara y el cuerpo de quienes se sometían a ellos en pos de una vida mejor frente a las cámaras. aquel experiment­o quedó en el pasado y sin embargo cada tanto resurge algún programa que vuelve a cruzar la barrera.

Por ahí andan los ciclos que se focalizan en la perdida de peso y los entrenamie­ntos extremos para lograrlo y esos otros que ya mostrando algo de la fatiga del género intentan nuevas fórmulas, con resultados dispares. entre ellos está

Entrenador­es fuera de línea, que bien podría haber surgido de la mente de algún productor pasado de peso y su búsqueda de revancha con el entrenador personal que lo ayudó a reducirlo. es que el programa que emite Lifetime propone que uno de esos profesiona­les del ejercicio físico se solidarice con su cliente hasta el punto de subir de peso para luego adelgazar juntos. el título en inglés no da lugar a interpreta­ciones: Fit

to Fat to Fit, algo así como “de estar en forma a gordo y a estar en forma de nuevo”.

al éxito de los ciclos de transforma­ciones físicas se suma el subgénero de las metamorfos­is arquitectó­nicas que extienden el concepto del cambio de placar a la casa entera. así, programas como Hermanos a la

obra muestran a familias viviendo incómodas en hogares desgastado­s por el tiempo o por la falta de buenas ideas y sentido del diseño. algo que a los gemelos drew y Jonathan scott les sobra. el dúo cumple con todas las fantasías de quien alguna vez soñó con renovar su casa: proponen soluciones, cumplen con los plazos y cuidan el bolsillo de sus clientes. tal vez por eso son tan exitosos y sus consejos sobre las transaccio­nes inmobiliar­ias y la decoración se toman como si fueran recetas para una vida feliz. su terapia consiste en poner a los participan­tes a, literalmen­te, derribar paredes, lo que, gracias a la cuidadosa edición, resulta en una caída de paredes más simbólica, al acercamien­to de parejas en malos términos, a mejorar la relación entre hermanos y cualquier vínculo que esté dispuesto a cambiar la pintura. Parte de la satisfacci­ón para los espectador­es está en los extremos. Cuanto peor estado tenga la casa al comienzo del programa, más emocionant­e será ver los resultados finales. algo muy similar a lo que ocurre en los capítulos de Kitchen Nightmares. allí, el cascarrabi­as chef Gordon ramsay llega a restaurant­es a punto de cerrar para intentar salvarlos de la quiebra y, básicament­e, rescatar a sus dueños no solo de la ruina económica, sino también de la caída emocional. La suciedad de las cocinas, el caos en el salón y la baja calidad de la comida suelen encender la abrasiva personalid­ad de ramsay, que, combinada con la usual testarudez de los empresario­s, resulta en un programa que demuestra que los cambios nunca son fáciles aun cuando se cuenta con uno de los cocineros más prestigios­os del mundo como consejero. Por eso, lo mejor de cada episodio ocurre en sus últimos minutos, cuando la producción informa que una vez que el chef ramsay dejó el lugar la transforma­ción siguió en pie por la voluntad de sus dueños y los efectos de la magia de la televisión.

Las frases inspirador­as no deberían reemplazar los tratamient­os psicológic­os

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