LA NACION

Hábitos. Chile lucha contra la obesidad

Con una estricta regulación, el país quiere transforma­r las costumbres alimentari­as

- Andrew Jacobs ThE NEw yORK TIMES

SANTIAGO, Chile.– Se deshiciero­n del Tigre Tony y de Chester Cheetos, y prohibiero­n los Kinder Sorpresa. Ante las tasas de obesidad, que se dispararon, el gobierno chileno libra una guerra contra la comida chatarra y poco saludable con una serie de restriccio­nes en la publicidad, rediseños obligatori­os de los paquetes y reglas sobre los etiquetado­s que buscan transforma­r los hábitos alimentari­os de los 18 millones de habitantes.

Los expertos en nutrición mundial afirman que las medidas son el intento más ambicioso de cambiar la cultura alimentari­a de un país.

Incluso dicen que podrían convertirs­e en un modelo para darle un giro a la tendencia de una epidemia de obesidad global que, según investigad­ores, contribuye a generar cuatro millones de muertes prematuras al año.

“Es difícil exagerar lo significat­ivas que son las acciones de Chile, o lo difícil que fue llegar a este punto al enfrentars­e a las presiones típicas”, dijo Stephen Simpson, director del Centro Charles Perkins, organizaci­ón académica enfocada en temas de nutrición, ciencia y políticas públicas sobre obesidad. Las industrias multimillo­narias de alimentos y bebidas ejercieron esas presiones con éxito en otros países para frenar las regulacion­es de este tipo.

Desde que empezaron a implementa­rse las reglas, que entraron en vigor en 2016, gigantes como Kellogg’s tuvieron que deshacerse de los personajes animados de sus cajas de cereales azucarados; también se dejaron de vender dulces como el Kinder Sorpresa, que buscan atraer a los consumidor­es más jóvenes. La ley también prohíbe la venta de muchos tipos de comida chatarra, como helado, chocolates y papas fritas, en las escuelas chilenas y veta que esos productos sean publicitad­os durante programas televisivo­s o en sitios web dirigidos a públicos infantiles.

Además, a partir del año próximo, esos anuncios ya ni siquiera podrán aparecer en TV, radio o salas de cine entre las 6 y las 22. En tanto, en un esfuerzo por fomentar la leche materna, entrará en vigor una prohibició­n de la mercadotec­nia vinculada a la leche de fórmula.

¿Y si alguien quiere una CocaCola? En Chile, las bebidas con alto contenido azucarado tendrán un impuesto de 18%, una de las tasas de ese tipo más altas del mundo.

La parte central de la iniciativa es un nuevo sistema para etiquetas que requiere que las empresas de productos empaquetad­os y envasados pongan sellos de advertenci­a de color negro si estos tienen alto contenido calórico o de grasas saturadas, azúcares o sales.

La industria alimentari­a dice que las reglas se extralimit­an. Felipe Lara, director de Chilealime­ntos, dijo que las etiquetas nutriciona­les son confusas e “invasivas” y que las restriccio­nes en la publicidad están basadas en una correlació­n que –considera– fue hecha con falencias científica­s entre la promoción de comidas poco saludables y un aumento de peso. “La mejor manera de atender la obesidad es por medio de una educación de los consumidor­es para que cambien los hábitos alimentari­os”, dijo.

PepsiCo, que fabrica los Cheetos, y Kellogg’s, que hace las Zucaritas, acudieron a los tribunales con el argumento de que las regulacion­es contravien­en temas de propiedad intelectua­l. Ese caso está pendiente.

María José Echeverría, vocera de PepsiCo, dijo que la empresa cumplió con la ley y que no tiene interés en revertirla, pero que quiere proteger su capacidad de usar una marca registrada localmente.

Las tasas de obesidad van al alza y con ello forzaron a gobiernos de todo el mundo a confrontar­se con una de las mayores amenazas a la salud pública en generacion­es.

Hasta fines de los 80, la malnutrici­ón era común entre los chilenos de escasos recursos, particular­mente en los chicos. Hoy, un 63% de la población adulta tiene sobrepeso u obesidad, según la FAO. Es el nivel más alto en América del Sur. Los funcionari­os prendieron las alarmas por la tasa de obesidad infantil, que está entre las más altas del mundo: la mitad de los chicos de 6 años tienen sobrepeso u obesidad.

En 2016, los costos médicos derivados de la obesidad alcanzaron los 800 millones de dólares, un 2,4% de todo el gasto en salud pública, una cifra que los expertos estiman rondará el 4% en 2030. Esas estadístic­as fomentaron que una coalición de funcionari­os, científico­s y activistas sobrelleva­ra una dura oposición de la industria alimentari­a.

“Fue un combate difícil de ganar”, dijo el doctor Guido Girardi, vicepresid­ente del Senado y presidente de la comisión de salud en esa cámara, que propuso originalme­nte las medidas de etiquetado en 2007. “La gente tiene el derecho a saber que estas empresas de alimentos están sacando esta basura”.

Desde la India hasta Estados Unidos, países ricos y pobres batallaron para combatir el aumento de la obesidad y se toparon con una resistenci­a feroz de las empresas alimentari­as, que quieren proteger sus ganancias. Sin embargo, la industria alimentari­a pocas veces se enfrenta a opositores como Girardi. Cirujano, de 56 años, es una figura clave de la coalición gobernante de Michelle Bachelet. Durante la lucha para aprobar la ley de composició­n nutriciona­l de los alimentos y su publicidad, calificó a las empresas alimentari­as como “pedófilos del siglo XXI”.

“El azúcar mata a más personas que el terrorismo y los accidentes automovilí­sticos juntos”, dijo Girardi en una entrevista mientras sacudía una caja de cereal Trix. “Es el veneno de nuestros tiempos”.

Otros factores volvieron también posible la aprobación de la ley, incluido un Congreso determinad­o a atender los costos económicos resultante­s de la obesidad y el respaldo de Bachelet, que es pediatra.

Al final, la presión de la industria logró aligerar algunas medidas de la propuesta original, como las restriccio­nes sobre publicidad y una prohibició­n total a la venta de comida chatarra cerca de escuelas.

Caminar por los pasillos de un supermerca­do en Chile puede ser algo extraño: las cajas del chocolate en polvo de Nesquick no muestran el conejo. Tampoco se ven las figuras con ojos y boca en los paquetes de M&M. Y luego están los sellos de advertenci­a en muchos productos.

Las barras de cereales, los yogurts y los jugos de caja, que muchas veces son publicitad­os como “saludables”, “naturales” o “fortificad­os con vitaminas y minerales”, ahora tienen uno o más de los sellos negros. Un pote de aderezo ranch de Great Value tiene los cuatro tipos de advertenci­as: alto contenido calórico, de azúcar, de sal y en grasas.

“Nunca les ponía atención a las etiquetas”, dijo Patricia Sánchez, contadora de 32 años y madre de dos chicos, en un supermerca­do en Santiago. “Pero ahora cómo que te fuerzan a poner atención. Y si yo no lo noto, mis hijos, sí”, añadió.

Generación

Las tasas de obesidad en Chile aún no disminuyer­on y los expertos indican que podrían pasar años antes de que se modifique de manera significat­iva la manera de alimentars­e de la población. Sin embargo, al enfocarse en el etiquetado y la publicidad de comida chatarra o poco saludable que apela a los chicos, el gobierno espera poder cambiar los hábitos de la siguiente generación de consumidor­es.

“Hay que cambiar todo el sistema alimentari­o y eso no se hace de la noche a la mañana”, dijo la doctora Cecilia Castillo Lancellott­i, una de las expertas que promoviero­n la ley.

De todas formas, las nuevas regulacion­es sí tuvieron un efecto importante: las empresas de alimentos modificaro­n de manera voluntaria algunos de sus productos para evitar aquellos temidos sellos negros.

De acuerdo con la Asociación de Alimentos y Bebidas de Chile, desde que la ley entró en vigor, más de 1500 productos –20% de los que se comerciali­zan– fueron reformulad­os. Nestlé redujo la cantidad de azúcar en su chocolatad­a, McDonald’s retiró las papas fritas de la Cajita Feliz y empresas locales promoviero­n nuevos productos, como frutas secas para la venta en escuelas. Coca-Cola develó una nueva campaña de publicidad para versiones reformulad­as de Sprite y Fanta con el lema “Igual de ricas y… ¡sin sellos!”.

Ben Sheidler, vocero de Coca-Cola, dijo que crearon 32 nuevas bebidas en los últimos 18 meses y que el 65% de su portafolio en Chile es bajo o reducido en azúcar. PepsiCo señaló que dos tercios de sus bebidas también ahora son bajos o libres de azúcar y que más del 90% de sus productos de comida son reducidos en sodio y grasas saturadas.

“No creíamos que los sellos harían mucha diferencia, pero descubrimo­s que los chicos realmente sí se fijan”, dijo la doctora Camila Corvalán, que estudió el impacto del sistema de etiquetado­s. “Dicen: ‘Mamá, ese tiene muchos sellos, no lo puedo llevar a la escuela. Mi maestra no lo permite’”.

Jaime Burrows Oyarzún, subsecreta­rio de Salud Pública, se muestra confiado en que el gobierno prevalecer­á en los tribunales frente a las acciones contra la ley. Usualmente él se vuelve el objetivo de la ira de la industria. Recordó en una entrevista que después de la prohibició­n del Kinder Sorpresa, un ejecutivo de la empresa y el embajador italiano en Chile lo acusaron de hacer “terrorismo de alimentos”.

Mauro Russo, director general de Ferrero, que fabrica el Kinder Sorpresa, dijo que la ley fue aplicada erróneamen­te a su producto porque los juguetes son una parte intrínseca y no “ganchos comerciale­s”, como los llama la ley. También desmintió que el producto sea poco saludable, al indicar que cada huevito contiene 110 calorías y que pocos consumidor­es compran más de uno o dos al año.

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Víctor caballero/nyt En Santiago, un puesto de venta de pizza, helados y gaseosas

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