En la costa de San Isidro surgieron dos islas y buscan preservarlas como reservas naturales
Ambiente. Están ubicadas en la confluencia de los ríos Luján y San Antonio; la más grande tiene cinco hectáreas; es una zona rica en fauna y flora autóctona
Frente a las costas de San Isidro, en el Río de la Plata, se están formando dos islas en la confluencia de los canales San Antonio y Luján. Se trata de un fenómeno que iba a suceder dentro de cientos de años, pero se adelantó al acelerarse la sedimentación del río. El municipio va a declararlas reserva natural para mantener el ecosistema y evitar la especulación inmobiliaria.
La más grande de las islas tiene cinco hectáreas y comenzó a consolidarse hace tres años. Muy cerca hay islotes más pequeños. Si bien aún hay bancos de arena y juncos, comenzarán a crecer otras especies vegetales, árboles como el sauce (típicos del Delta), hasta llegar a convertirse en tierra firme y consolidarse en islas, según expertos en biodiversidad.
Los fines de semana en que hay buen tiempo, hay vecinos que se acercan a las islas en barcos y motos de agua y hasta hay quienes toman sol en el lugar.
“Si bien estos terrenos aluvionales pertenecen al gobierno de la provincia de Buenos Aires, al ser jurisdicción del partido de San Isidro la zonificación y los usos los establece el municipio”, explicó el subsecretario de Inspecciones, Registros Urbanos y Tránsito, Walter Pérez.
Próximamente, se marcarán y referenciarán con boyas los límites de las islas, que luego serán declaradas por el intendente Gustavo Posse área natural protegida. En un futuro próximo, tal como en el Parque Municipal Ribera Norte, la gente podrá recorrer y visitar estas islas con guías locales.
A lo largo de su recorrido los ríos van arrastrando pequeñas partículas de sedimentos que se encuentran en el lecho y en las riberas. Cuando el río llega a su desembocadura, la velocidad del agua disminuye y los sedimentos tienden a irse al fondo. Se forman así bancos de sedimentos que van creciendo continuamente. Estas zonas de desembocadura donde se acumulan sedimentos se llaman deltas, y luego de varios siglos o miles de años los depósitos de sedimentos llegan a formar islas.
El delta del Paraná es el quinto en importancia mundial y el tercero entre los más importantes de América del Sur. Actualmente el río Paraná aporta 160 millones de toneladas de sedimento por año al delta y este avanza 60 metros por año en promedio.
La velocidad de crecimiento depende del aporte de sedimentos, que principalmente provienen del río Bermejo, de la acción marina y de la variación en el nivel del mar. La acumulación de sedimentos permite luego la colonización por los juncos, y mientras avanza esta especie frena cada vez más la velocidad del agua, por lo cual decantan más sedimentos y cambian las condiciones del suelo, aumenta el nivel y esto permite el arraigo de otras especies de herbáceas y luego árboles como el ceibo.
El juncal es la primera y mejor defensa de la costa. Por eso el municipio de San Isidro busca conservar en toda su costa ese ambiente natural, que permitirá la colonización posterior de otras plantas, haciendo el ambiente más diverso y mejorando la calidad ambiental. Además, se recupera el paisaje original.
El delta del Paraná es una gran esponja que reduce los efectos de las inundaciones evitando graves efectos en las poblaciones costeras. Su modificación por la construcción de edificios produce consecuencias graves y costosas.
“En la época de Menem-Duhalde, con el municipio de Tigre –recuerda Posse mientras navega la zona en lancha con la nacion– se aprobó que se hiciera frente a San Isidro un relleno que se denominó comercialmente Isla del Plata, que era un barrio cerrado de cuatrocientas hectáreas más otras trescientas que necesitaban para contener la sudestada y que se iba a comunicar por un puente con San Isidro a la altura de la catedral”.
“Entonces fue cuando me preocupé y empezamos con la comunidad a luchar para que no se aprobara eso y pudimos demostrar que era imposible que tuvieran escrituras sobre esas tierras. Lo que hacemos son actos jurisdiccionales para que no haya usurpaciones. Hubo un aceleramiento en la formación de las islas en virtud de las modificaciones que se hicieron río arriba, en el río Luján, a la altura del Tigre”, relata Posse.
“Tenemos un criterio de preservación de la naturaleza, por eso queremos que sea una reserva ambiental. Le damos entidad a la isla y fijamos su jurisdicción para vincularla con la reserva que hay en la costa”, afirma el intendente.
El suelo llegó a la cota en que se puede pisar, arriba de los tres metros. Es un suelo que puede ser catastrable. Cuando hay sudestada o crecida las islas quedan quince centímetros bajo el agua. “Queremos preservarlas como un lugar virgen para las generaciones futuras y que no se construya”, afirma el intendente, que recuerda que hace seis años apareció una construcción de madera, con base, que tuvo que ser demolida. Además, cada tanto hay algún inescrupuloso que intenta lotear y vender los terrenos a personas humildes. “Al crear la reserva el riesgo del negocio inmobiliario queda suprimido”, cierra Posse.
Bárbara Gaspar, especialista en áreas protegidas y desarrollo ecorregional y directora de Ecología y Conservación de la Biodiversidad de San Isidro se entusiasma con la futura reserva: “El área es un criadero de fauna, hay muchísima. Dentro de las especies que están en peligro de extinción vas a encontrar el lobito de río, que es carnívoro. También hay coipos y 150 especies de aves, como chajás, patos, macás y garzas”, sostiene la experta.
Además, en la zona hay tres especies de tortugas acuáticas y ranas. También hay peces, como sábalos, mojarras, sardinas de río, bogas, dorados, bagres, pejerreyes, madrecitas y rayas, entre otros.