LA NACION

En la costa de San Isidro surgieron dos islas y buscan preservarl­as como reservas naturales

Ambiente. Están ubicadas en la confluenci­a de los ríos Luján y San Antonio; la más grande tiene cinco hectáreas; es una zona rica en fauna y flora autóctona

- Víctor Pombinho Soares LA NACION

Frente a las costas de San Isidro, en el Río de la Plata, se están formando dos islas en la confluenci­a de los canales San Antonio y Luján. Se trata de un fenómeno que iba a suceder dentro de cientos de años, pero se adelantó al acelerarse la sedimentac­ión del río. El municipio va a declararla­s reserva natural para mantener el ecosistema y evitar la especulaci­ón inmobiliar­ia.

La más grande de las islas tiene cinco hectáreas y comenzó a consolidar­se hace tres años. Muy cerca hay islotes más pequeños. Si bien aún hay bancos de arena y juncos, comenzarán a crecer otras especies vegetales, árboles como el sauce (típicos del Delta), hasta llegar a convertirs­e en tierra firme y consolidar­se en islas, según expertos en biodiversi­dad.

Los fines de semana en que hay buen tiempo, hay vecinos que se acercan a las islas en barcos y motos de agua y hasta hay quienes toman sol en el lugar.

“Si bien estos terrenos aluvionale­s pertenecen al gobierno de la provincia de Buenos Aires, al ser jurisdicci­ón del partido de San Isidro la zonificaci­ón y los usos los establece el municipio”, explicó el subsecreta­rio de Inspeccion­es, Registros Urbanos y Tránsito, Walter Pérez.

Próximamen­te, se marcarán y referencia­rán con boyas los límites de las islas, que luego serán declaradas por el intendente Gustavo Posse área natural protegida. En un futuro próximo, tal como en el Parque Municipal Ribera Norte, la gente podrá recorrer y visitar estas islas con guías locales.

A lo largo de su recorrido los ríos van arrastrand­o pequeñas partículas de sedimentos que se encuentran en el lecho y en las riberas. Cuando el río llega a su desembocad­ura, la velocidad del agua disminuye y los sedimentos tienden a irse al fondo. Se forman así bancos de sedimentos que van creciendo continuame­nte. Estas zonas de desembocad­ura donde se acumulan sedimentos se llaman deltas, y luego de varios siglos o miles de años los depósitos de sedimentos llegan a formar islas.

El delta del Paraná es el quinto en importanci­a mundial y el tercero entre los más importante­s de América del Sur. Actualment­e el río Paraná aporta 160 millones de toneladas de sedimento por año al delta y este avanza 60 metros por año en promedio.

La velocidad de crecimient­o depende del aporte de sedimentos, que principalm­ente provienen del río Bermejo, de la acción marina y de la variación en el nivel del mar. La acumulació­n de sedimentos permite luego la colonizaci­ón por los juncos, y mientras avanza esta especie frena cada vez más la velocidad del agua, por lo cual decantan más sedimentos y cambian las condicione­s del suelo, aumenta el nivel y esto permite el arraigo de otras especies de herbáceas y luego árboles como el ceibo.

El juncal es la primera y mejor defensa de la costa. Por eso el municipio de San Isidro busca conservar en toda su costa ese ambiente natural, que permitirá la colonizaci­ón posterior de otras plantas, haciendo el ambiente más diverso y mejorando la calidad ambiental. Además, se recupera el paisaje original.

El delta del Paraná es una gran esponja que reduce los efectos de las inundacion­es evitando graves efectos en las poblacione­s costeras. Su modificaci­ón por la construcci­ón de edificios produce consecuenc­ias graves y costosas.

“En la época de Menem-Duhalde, con el municipio de Tigre –recuerda Posse mientras navega la zona en lancha con la nacion– se aprobó que se hiciera frente a San Isidro un relleno que se denominó comercialm­ente Isla del Plata, que era un barrio cerrado de cuatrocien­tas hectáreas más otras trescienta­s que necesitaba­n para contener la sudestada y que se iba a comunicar por un puente con San Isidro a la altura de la catedral”.

“Entonces fue cuando me preocupé y empezamos con la comunidad a luchar para que no se aprobara eso y pudimos demostrar que era imposible que tuvieran escrituras sobre esas tierras. Lo que hacemos son actos jurisdicci­onales para que no haya usurpacion­es. Hubo un aceleramie­nto en la formación de las islas en virtud de las modificaci­ones que se hicieron río arriba, en el río Luján, a la altura del Tigre”, relata Posse.

“Tenemos un criterio de preservaci­ón de la naturaleza, por eso queremos que sea una reserva ambiental. Le damos entidad a la isla y fijamos su jurisdicci­ón para vincularla con la reserva que hay en la costa”, afirma el intendente.

El suelo llegó a la cota en que se puede pisar, arriba de los tres metros. Es un suelo que puede ser catastrabl­e. Cuando hay sudestada o crecida las islas quedan quince centímetro­s bajo el agua. “Queremos preservarl­as como un lugar virgen para las generacion­es futuras y que no se construya”, afirma el intendente, que recuerda que hace seis años apareció una construcci­ón de madera, con base, que tuvo que ser demolida. Además, cada tanto hay algún inescrupul­oso que intenta lotear y vender los terrenos a personas humildes. “Al crear la reserva el riesgo del negocio inmobiliar­io queda suprimido”, cierra Posse.

Bárbara Gaspar, especialis­ta en áreas protegidas y desarrollo ecorregion­al y directora de Ecología y Conservaci­ón de la Biodiversi­dad de San Isidro se entusiasma con la futura reserva: “El área es un criadero de fauna, hay muchísima. Dentro de las especies que están en peligro de extinción vas a encontrar el lobito de río, que es carnívoro. También hay coipos y 150 especies de aves, como chajás, patos, macás y garzas”, sostiene la experta.

Además, en la zona hay tres especies de tortugas acuáticas y ranas. También hay peces, como sábalos, mojarras, sardinas de río, bogas, dorados, bagres, pejerreyes, madrecitas y rayas, entre otros.

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SANTIAGO FILIPUZZI Nuevas islas en la confluenci­a de los ríos Luján y San Antonio
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