LA NACION

Una mano negra en el conflicto de los transporti­stas

Quienes deberían cuidar el valor del capital en una sociedad lo desquician hoy extorsiona­ndo a las autoridade­s públicas

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La violencia ejercida por transporti­stas de granos autoconvoc­ados en los últimos diez días excede los límites de una protesta legal; es parte de la misma anarquía social que impide bajo cualquier pretexto el desplazami­ento de personas y vehículos en los centros urbanos y condena el uso legítimo de la fuerza por agentes policiales o de seguridad contra delincuent­es captados in fraganti.

El que no quiere ver ni oír, y desdeña los postulados sobre libertad de trabajo, de comercio y de tránsito consagrada­s por la Constituci­ón nacional, o desatiende las evidencias de la opinión mundial de que es difícil invertir en un país con desorden epidémico y costos internos irrazonabl­es, se constituye en cómplice de la Argentina encapuchad­a. Y condena a sus hijos a vivir en un país que se ha ido desplazand­o hacia la mediocrida­d en los últimos 70 años.

Los transporti­stas que han actuado como mafia atacando vehículos detenidos y en movimiento, volcándole­s los granos producto del trabajo y de la inversión de otros están libres para seguir imponiendo la fuerza. Ellos mismossonp­ropietario­sdecamione­sque pararon las actividade­s en reclamo de una tarifa única para el transporte de la mercadería por el país. Ni son trabajador­es en relación de dependenci­a ni integran alguna de las dos entidades gremiales del sector.

La discordia de la semilla violenta está sembrada por doquier. Cuenta con teóricos que la apañan, como quedó comprobado en medio de las manifestac­iones de ira descontrol­ada de fines de año contra el regular funcionami­ento del Congreso de la Nación. Quienes deberían cuidar el valor del capital en una sociedad progresist­a de verdad lo desquician hoy a fin de presionar a las autoridade­s para que se les pague por el transporte lo que ellos entienden justo.

Olvidan el valor de la libre contrataci­ón, que suele ser violentado en las actividade­s rurales de forma tan inaudita que los camioneros entran en campos para exigir que el traslado de un lugar a otro de los granos o hacienda se realice según sus intereses.

El material rodante para la carga de granos no es precisamen­te de última generación como promedio. Peor aún, hay desinterés generaliza­do de sus propietari­os en agregar a las unidades un eje más, con lo cual no solo podrían aumentar el peso de la carga y disminuir así hasta un 18% el costo de los fletes, sino también contar con más superficie de apoyo de los camiones para que haya menor daño del que desaprensi­vamente causan en las rutas. El valor por el traslado de maíz desde Salta hasta alguno de los puertos del área rosarina representa el 45% del valor bruto del cereal; desde Río Cuarto, el 31%. Un estudio de FADA, de 2016, documentó que el campo gasta anualmente 48.500 millones de pesos en fletes, o sea, el 14,5% como promedio de sus costos.

El conflicto debe resolverse en el ámbito del Ministerio de Transporte. Su titular, Guillermo Dietrich, ha amenazado con iniciar acciones penales contra quienes están delinquien­do, al perturbar el trabajo y el comercio y, en ciertos casos, produciend­o daños inequívoco­s, como al volcar granos en caminos. Las bolsas de cereales de Buenos Aires, Córdoba, Rosario, Santa Fe, Bahía Blanca y Entre Ríos han exigido en igual sentido garantías de circulació­n. Lo llamativo es que ninguna autoridad judicial haya dispuesto actuar de oficio.

¿Quién va a pagar por el tiempo ocioso de buques que esperan la carga para salir a alta mar? ¿Quién se hará cargo de los perjuicios que se causan a la industria de la alimentaci­ón o en la crianza de animales? ¿Quién compensará al Estado por las pérdidas consiguien­tes en los ingresos que provienen del comercio exterior?

Es de práctica anual que en febrero y noviembre los productore­s, acopiadore­s y transporti­stas agrupados en organizaci­ones debidament­e reconocida­s acuerden, frente a la autoridad gubernamen­tal, las tarifas orientativ­as para el ciclo. En eso se está. Deseamos que primen el sentido de la responsabi­lidad y el diálogo y la conciencia de que los costos internos son de por sí abrumadore­s para el campo.

Si hay un acuerdo oficial a la brevedad y la violencia de estos días persiste, no hay dudas de que una mano negra, bien negra, estuvo conspirand­o contra la estabilida­d institucio­nal, ya jaqueada por otros lados.

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