LA NACION

Pocos avances en la inclusión financiera

- Ignacio E. Carballo

S emanas atrás, en el marco de la presidenci­a argentina del G-20 en 2018, el Women20 (W-20) presentó su agenda de trabajo. Creado hace tres años, el W-20 tiene como objetivo fomentar la justicia de género en los compromiso­s que asume el foro, específica­mente en temas de inclusión laboral y financiera de las mujeres.

Como señala el informe del McKinsey Global Institute, además del empoderami­ento propio hacia la mujer excluida, en un mundo ausente de brechas el PBI Global podría incrementa­rse para el 2025 un 26%. Incluso, en un segundo escenario sin equidad perfecta pero donde todos los países igualen al mejor de su región, el PBI global podría aumentar un 11%.

Habría a su vez una correlació­n positiva entre el desempeño financiero de las corporacio­nes y la diversidad de género en sus directorio­s y altas gerencias. Se estima que compañías con al menos una mujer en gerencias de alto nivel presentan un retorno del capital hasta un 44% mayor, además de una mejor retención de empleados.

A pesar de los avances en inclusión financiera, la brecha de género en acceso fue la única dimensión que no mostró mejorías en los relevos 2011 y 2014 del Banco Mundial. Es fundamenta­l comprender la relación simbiótica entre las dimensione­s de inclusión financiera y laboral de la mujer en puestos de liderazgo de las institucio­nes financiera­s. No basta únicamente señalar los beneficios hacia la economía, los bancos o el hecho de que las mujeres sean empíricame­nte mejores clientes que los hombres. La pregunta que subyace es: ¿quiénes tienen a su cargo la labor y responsabi­lidad de brindar servicios financiero­s a las mujeres?

El informe Women in Financial Services 2016 realizado por la consultora Oliver Wyman es tajante en este sentido. Sobre casi 400 entidades financiera­s de 32 países, la participac­ión de las mujeres en los comités ejecutivos fue solo del 16%. Siguiendo el promedio de crecimient­o en los estudios de 2003, 2008, 2013 y 2016, recién para el año 2048 se alcanzaría una participac­ión femenina del 30% en los comités ejecutivos.

Peor aún, estos datos disfrazan variacione­s por función. Mientras casi la mitad de las gerencias de recursos humanos y marketing son ocupadas por mujeres, solo el 8% de los CEO en entidades financiera­s lo es. Como es de esperar, al analizar el organigram­a laboral se observa una mejor representa­ción en rangos inferiores, con mayoría femenina en puestos de personal de apoyo y minorías absolutas en cargos ejecutivos y gerenciale­s.

La desigualda­d en el liderazgo de las entidades financiera­s se hace evidente al analizar las tasas de contrataci­ón, de despido o renuncias y de ascensos por escalafón. A diferencia de la pirámide general del mercado laboral, al estudiar so- lo entidades financiera­s se ven menos mujeres promovidas, menos mujeres contratada­s y más mujeres saliendo en todas las posiciones laborales del organigram­a.

Vivimos en un mundo financiero. Un 75% de los 147 grupos económicos que controlan el 40% del sistema corporativ­o global son bancos. Cambiar las finanzas es entonces un paso fundamenta­l para cambiar nuestro sistema económico; promover la inclusión laboral y financiera de género no son objetivos aislados. Buscar equidad hacia dentro de las institucio­nes financiera­s no es solo un deber moral y social, es también un desafío económico crítico y necesario para un desarrollo sostenible.

Universida­d Autónoma de Madrid, UCA y Centro de Estudios de la Estructura Económica (CENES) de FCE-UBA / CONICETNúm­ero de la Academia Nacional de Agronomía y Veterinari­a, y becaria postdoctor­al de Conicet

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