Castigar al boxeo por la oscura dirigencia
Las declaraciones del alemán Thomas Bach, titular del Comité Olímpico Internacional (COI), fueron terminantes –y a su vez decepcionantes– para la industria del pugilismo mundial: “Estamos preocupados por el gobierno de AIBA [Asociación Internacional de Boxeo Amateur] e insatisfechos por sus informes sobre ciertos requisitos incumplidos que llevan a reservarnos el derecho a analizar la inclusión de este deporte en los Juegos de la Juventud Buenos Aires 2018 y los Olímpicos Tokio 2020”.
El comunicado fue dado a conocer cuando AIBA nombraba al uzbeco Gafur Rakhimov, un dirigente que tiene prontuario delictivo internacional e ingreso prohibido a Estados Unidos, como su presidente, en reemplazo al italiano Franco Falcinelli, que había asumido en modo interino.
Falcinelli, a su vez, sustituyó en diciembre pasado al taiwanés Wu Ching Kuo, acusado de malversación de fondos –más de diez millones de dólares– por parte de los propios directivos de AIBA, que paralizaron tal investigación una vez que el asiático renunció al cargo. En ningún momento Bach, que se mostró junto a Wu varias veces durante los Juegos Olímpicos Río de Janeiro 2016, abrió un sumario sobre el directivo saliente. Extraño, ¿no?
Wu, que había sustituido al pakistaní Anuar Choudri, suspendido por 99 años por gestión sospechosa en 2006, asistió a la última convención de la Asociación Mundial de Boxeo (AMB), en Medellín, Colombia. Allí, en un diálogo escueto, nos explicó que todas las deficiencias en los fallos y el organigrama en Río 2016 se habían debido a casos de corrupción. Sin embargo, no dio los nombres de los potenciales corruptos.
El argentino Osvaldo Bisbal, viceprediente de AIBA, fue uno de los impulsores del intercambio de reglas entre profesionales y amateurs para distintas competencias de ese organismo, apoyando fervientemente la participación de púgiles nacionales en las ligas rentadas: World Boxing Series (WBS) y AIBA Profesional Boxing (APB). Hecho que ocasionó un deterioro – físico y deportivo– en más de treinta “promesas” del amateurismo local que estropearon sus marcas de peleas ganadas y perdidas y recibieron más castigo que el aceptable. Tal fracaso no inmutó a nadie en las esferas nacionales responsables, es decir, la Federación Argentina de Box (FAB) y la Secretaría de Deporte de la Nación, que volcaron en estas competencias ridículas los fondos necesarios para distintas obras en un deporte como este, inclusivo en el aspecto social como ningún otro.
Resulta decepcionante que el COI apunte al deporte y no a los oscuros dirigentes que mancharon una disciplina activa en el olimpismo desde Saint Louis 1904, cuando figuras como Oliver Kirk y Albert Young obtuvieron sus primeras medallas doradas. Así la entidad olímpica castiga al boxeo y exime a sus aprovechadores.
Desde 2012 hasta hoy criticamos en este espacio la agonía del olimpismo boxístico, con títulos como “Golpe a las reglas”, “La eterna sospecha sobre el boxeo olímpico” y “Las mujeres no son un tubo de ensayo”. ¡Qué pena que nadie les haya prestado atención! De haberlo hecho, a esta hora estaríamos palpitando si el catamarqueño Josué Agüero repetirá para la Argentina, en Buenos Aires 2018, el podio conseguido por el santafecino Fabián Maidana en los Juegos de la Juventud Singapur 2010, en lugar de husmear en expedientes penales y sobre
omertá dirigencial.