LA NACION

El último chiste cordobés resuena en el continente

- Sebastián Espósito

E l aura de Cosquín Rock es especial. Solo alcanza con vivirlo una vez para comprobarl­o. Ayer en San Roque, anteayer en la Plaza Próspero Molina y hoy en el aeródromo de Santa María de Punilla, el encuentro contiene esa experienci­a festivaler­a que en Buenos Aires no se consigue. Encontrars­e, conocerse, enamorarse y desenamora­rse con rock de fondo y arrullo serrano solo es posible allá, entre Cocas con fernet, choris, banderas que indican los lugares de procedenci­a de las miles de almas que viajan en procesión al festival y también las bandas que aman.

¿Es posible trasladar esa mística coscoína a México, Colombia, Perú, Bolivia y más allá? Para responder a esa pregunta, José Palazzo puso primera el año pasado y llegó con su marca a esos países. En México le fue muy bien, en otros sitios no obtuvo el resultado esperado. Sin embargo , redobla la apuesta para esta temporada: es posible que desembarqu­e en Uruguay y también en Chile, plaza en la que estuvo por poner un pie hace ya varios años. Junto al festival, claro, el viejo y querido rock argentino. Ese que conquistó América Latina en los 80 y 90 con Soda Stereo como cabeza visible de un movimiento que, de México a Chile, prendió en todo el subcontine­nte.

En noviembre, en la Ciudad de México, 25.000 personas vieron a Los Auténticos Decadentes y Los Caligaris, dos bandas argentinas de las que el público azteca supo enamorarse y abrazar como propias. A la caza de esos ejemplos, alimentado por el buen momento de nuestro rock y con el espectácul­o del Cirque du Soleil consagrado a Soda (Séptimo día) girando por todo el subcontine­nte, Cosquín Rock persigue un sueño: convertirs­e en franquicia, en una suerte de Lollapaloo­za de las pampas. O, mejor dicho, de las sierras. El humor cordobés nunca imaginó que iba a llegar a tanto.

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