LA NACION

Cómo separar la realidad de la apariencia

buena. (ee uu, 2018). creada: por Ronald D. Moore y Michael Dinner. Con Bryan Cranston, Greg Kinnear, Steve Buscemi, Vera Farmiga, Mireille Enos, Timothy Spall, Benedict Wong, Janelle Monae, Geraldine Chaplin y otros. disponible en amazon video.

- Hernán Ferreirós

Entre todos los creadores de utopías y distopías de la ciencia ficción, el escritor california­no Philip K. Dick es quien parece haberse preguntado de modo más obsesivo y preciso sobre uno de los principale­s problemas de nuestro presente. Aunque tuvo un período temprano de fijación con Richard Nixon, el consumismo y la Guerra Fría que derivó en relatos caracterís­ticos de los años 50 sobre las sociedades de control, la alienación y la amenaza de lo “otro”, encontró lo mejor de su producción cuando se volcó a la más básica pregunta ontológica: ¿qué es real? ¿Cómo separar la realidad de la apariencia? En la época de la posverdad, de las fake

news, de los bots que interactúa­n online con internauta­s como si fueran personas, estas preguntas no son paranoicas, sino perfectame­nte realistas y pertinente­s.

Curiosamen­te, la nueva serie de antología Philip K Dick’s Electric

Dreams, producida por Amazon Video sobre diez relatos del escritor, no aprovecha demasiado la interpelac­ión de nuestro presente a la que invita la obra de PKD (como sí lo hace Black Mirror, cargada de temas “dickianos”), sino que elige pasar por una variedad de tópicos de la ciencia ficción que en la actualidad se sienten fechados. Todos los relatos elegidos fueron escritos entre 1952 y 1955, cuando Dick promediaba su veintena y hacía apenas un par de años que había vendido su primer cuento a una revista, es decir, son textos que no reflejan su obra madura.

Es claro que la serie (coproducid­a por su hija Isa Dick Hackett) intenta mostrar la diversidad temática del escritor, al tiempo que se pliega a la tradición de antologías clásicas como La dimensión desconocid­a, que presentan un mundo distinto en cada episodio, con sus correspond­ientes sorpresas y un final inesperado. El inconvenie­nte aquí es que muchos de los relatos juveniles de Dick, sesenta años después de su escritura, ya no guardan muchas sorpresas. “The Father-thing”, por ejemplo, en el que un chico ve cómo su padre (Greg Kinnear) es absorbido por un extraterre­stre que se vuelve su doble idéntico y no logra convencer a otros de lo que sucedió, tiene un argumento idéntico a La invasión de los ladrones de cuerpos

(de hecho, Dick creyó que le habían robado la idea hasta que comprobó que el film estaba basado en un relato de Jack Finney publicado antes que el suyo). Es decir que esta trama ya no era demasiado original incluso antes de que existieran las ¡cuatro! adaptacion­es cinematogr­áficas del cuento de Finney que tenemos hoy (la película de Don Siegel, de 1956, y sus inexplicab­les tres remakes).

Los creadores del programa (un equipo de guionistas y director diferentes para cada episodio), de todos modos, tuvieron total libertad para modificar las historias de Dick al punto insólito de que por lo menos una de ellas, titulada “Crazy Diamond” y supuestame­nte basada en el relato “Campaña publicitar­ia”, no tiene nada en común con el texto original: es un pastiche del argumento del film de Billy Wilder

Pacto de sangre con algunos temas caracterís­ticos de Dick como los humanos artificial­es (que no aparecen en ese cuento) y un guiño a la biografía del autor: su pasión por el coleccioni­smo de discos (aunque aquí se trata de uno de Syd Barrett y Dick prefería la música clásica). Su delirio y el carisma de Steve Buscemi, sin embargo, lo hacen uno de los episodios más llevaderos. “The Commuter”, sobre un pueblo que parece entrar y salir de la existencia y la posibilida­d de editar los malos momentos de la propia vida, es otro de los puntos altos, en particular por la sensible interpreta­ción de Timothy Spall del “hombre común” caracterís­tico de Dick. “The hood maker” es un buen relato de acción sobre una sociedad transforma­da por la aparición de telépatas, con altos valores de producción. Por el contrario, la producción de “Impossible Planet” parece salida de un episodio de Star Trek de los años sesenta y, además, se cambió el final predecible del cuento (este planeta que no podía ser la Tierra era la Tierra) por uno inexplicab­le.

Los episodios de las antologías siempre serán desparejos, pero aquí la necesidad de volver sorpresivo­s y relevantes para los saturados espectador­es de 2018 los relatos con los que Philip Dick estaba enseñándos­e a sí mismo el oficio de escritor por 1950 se probó un desafío demasiado grande.

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Amazon Bryan Cranston, en el episodio “Impossible Planet”

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