Desnutrición infantil, desafío para todos
Chile alcanzó el nivel de desnutrición más bajo de América Latina. Esto no es casual, sino fruto de un trabajo sostenido a lo largo de más de 20 años. El modelo de este llamado “milagro chileno” que probó ser tan exitoso, ideado por el médico Fernando Mönckeberg, llevó a su discípulo, Abel Albino, a crear en nuestro país la Fundación Conin (Cooperadora para la Nutrición Infantil http://www.conin.org.ar) en 1993, primero en Mendoza, para replicar aquella metodología en la prevención y el tratamiento de esta cruel enfermedad, muchas veces oculta y silenciosa, que afortunadamente puede evitarse.
Estos destacados y experimentados profesionales llaman una y otra vez nuestra atención hacia la vulnerabilidad de una persona que se manifiesta críticamente en sus primeros mil días de vida, fruto tanto de factores genéticos como ambientales. Las condiciones de pobreza se asocian a una limitación de las posibilidades futuras con fuerte repercusión en la sociedad, tanto por la pérdida prematura de vidas como por las capacidades malogradas de quienes sobreviven en condiciones pauperizadas, con retardo del crecimiento y un menor desarrollo intelectual. Muchas son las patologías que genera la desnutrición temprana por lo que el registro de vidas truncadas tampoco es fidedigno a la hora de contabilizar su verdadero impacto. Asistir a las familias contribuye a reducir estos riesgos. Las madres son los principales agentes sanitarios por lo que resulta clave educarlas en la manera de alimentar mejor a sus hijos.
Cuando hablamos de la importancia de la educación a la hora de atenuar la pobreza y la exclusión para mejorar los índices de progreso y desarrollo, no podemos pasar por alto que nada podrán hacer las mejores instituciones educativas si los niños que alcanzan la escolarización tienen ya sus potencialidades acotadas por dolorosas situaciones de desnutrición temprana que no fueron debida y oportunamente resueltas.
En 2008, una investigación de la Universidad de York sobre los resultados de la labor de Conin confirmaba que la desnutrición, una patología que pasa muchas veces desapercibida a pesar de su alta incidencia, es causa de discapacidad, advirtiendo sobre la importancia de que los planes de salud y las agendas económicas contemplen trabajar en su prevención. En esta sociedad del conocimiento marcada por un ritmo vertiginoso de alta competitividad que lleva al progreso a algunas naciones y condena a la marginalidad y la exclusión a muchas otras, combatir la desnutrición es clave para intentar reducir estas diferencias.
La experiencia chilena confirma que este tipo de esfuerzos mancomunados, en manos de profesionales idóneos, sostenidos en el tiempo, se traducen en resultados concretos. El doctor Albino no se cansa de compartir su optimismo y su invalorable experiencia, y hoy existen cien centros Conin en 18 provincias argentinas, que se suman a Centros de Prevención de la Desnutrición Infantil, en Paraguay y Perú, y su metodología se aplica incluso en África ecuatorial.
“Doctor Esperanza” lo apodaron y su valiente postura antiabortista le granjeó numerosas críticas, entre ellas por parte de opositores que pretenden rotularlo de macrista aun cuando él demuestra que no trabaja para ningún partido político, sino para las futuras generaciones. “La sonrisa de un niño me produce alegría y compromiso”, repite incansable este emprendedor social.
En diciembre pasado, el Ministerio de Educación de la Nación firmó un convenio con la Fundación Conin al lanzar un programa dirigido a mejorar las condiciones de educabilidad de niños de entre 3 y 5 años, asociado a la detección temprana de la desnutrición. Una vez más, las voces críticas se alzaron sin comprender que se trata de la inversión de más alta rentabilidad, no comparable a ninguna otra.
Prestigiosas instituciones expresaron públicamente su repudio ante el acuerdo, tildando de arcaica y sesgada la ideología en la que Conin basa su trabajo, desconociendo los resultados alcanzados, acusándolos de falta de evidencia científica, denunciando que no se convocó para ello a otros expertos y pidiendo incluso explicaciones al ministerio del área. Parece mentira que, en ámbitos tan prestigiosos, no se depongan los celos, los prejuicios y las banderías políticas, confabulándose para desbancar el aporte metodológico de profesionales reconocidos, distinguidos reiteradamente. Mucho mejor sería que sumaran su ayuda en esta cruzada que debiera ser de todos.
Postergar u obstaculizar este ineludible y arduo desafío solo retrasará las posibilidades de que las próximas generaciones vivan en un país con igualdad de oportunidades en donde todos podamos desplegar nuestro potencial y optar con libertad por el camino a seguir.