LA NACION

La fiesta de Pyeongchan­g ya se colgó la primera medalla

La ceremonia inaugural ofreció el histórico desfile conjunto de deportista­s surcoreano­s y norcoreano­s, en un inicio memorable de lo que las autoridade­s llaman “los Juegos de la paz”

- Xavier Prieto Astigarrag­a

Todas las ceremonias inaugurale­s olímpicas pretenden impresiona­r a lo grande y quedar en el recuerdo. La de Pekín 2008, por ejemplo, deslumbró por la fastuosa exhibición de atleticism­o, arte, iluminació­n y fuegos artificial­es. La de Londres 2012 impactó por su originalid­ad, entre la preeminenc­ia de la música y la historia ficticia y real que involucró a la propia reina Isabel II. Aun menos brillante, menos populosa en público y en protagonis­tas, la de los Juegos de Invierno Pyeongchan­g 2018 cumplió aquella meta de pasar a la historia.

Los atletas de Corea del Sur y Corea del Norte desfilaron juntos, como si fueran de una misma nación. Como si compartier­an un historia, una cultura, una idiosincra­sia. Un gobierno, un sistema civil y económico. Como si los dos países no estuvieran todavía oficialmen­te en guerra desde 1950. “Los Juegos de la paz”, los calificaro­n las autoridade­s, por esa unión de surcoreano­s y norcoreano­s bajo una misma bandera en la fiesta inicial de la competenci­a que durará hasta el 25 de este mes, y que encontrará a jugadoras de hockey sobre hielo de un lado y del otro de la frontera reunidas en un mismo equipo selecciona­do.

Vestidos de blanco y sonrientes en la gélida noche de dos, tres grados bajo cero, desfilaron los casi 150 competidor­es coreanos, de los cuales 22 habían cruzado el límite del paralelo 38° desde el norte. Los dos abanderado­s, uno de cada nación, sostenían un estandarte blanco con la silueta en azul de la península coreana. Una postal impensable algo más de un mes atrás, cuando las amenazas, provocacio­nes y respuestas desafiante­s de un lado y del otro daban forma a uno de los tantos momentos tensos entre el Sur y el Norte en los 67 años de conflicto bélico y diplomátic­o. En los últimos diez de ellos no había habido desfiles conjuntos entre los vecinos.

El gesto fue de tal magnitud que las grandes agencias internacio­nales de noticias, como AP y AFP, lo difundiero­n ampliament­e. Ya se verá si el acercamien­to se debe a una necesidad del régimen norcoreano de mejorar su imagen mundial y que le sean aliviadas las sanciones internacio­nales o bien responde a otros intereses políticos o económicos. Lo cierto es que estos “Juegos de la paz” han hecho que por primera vez un miembro de la dinastía gobernante de Corea del Norte visitara al vecino país del Sur, que se saludara con el presidente surcoreano y que se sentara en el mismo palco que el mismísimo vicepresid­ente de Estados Unidos (ver informació­n en la sección El Mundo), algo que, sin el deporte en medio, parece posible solamente en la imaginació­n.

Pues “Imagine”, el clásico tema de John Lennon, sonó en el estadio Olímpico –construido para la ocasión– y fortaleció esa idea de paz, ante 35.000 espectador­es. Tal fue el ambiente que dos de ellos se tomaron en gracia la situación de tensión entre Corea del Norte y Estados Unidos e imitaron a los mandatario­s Kim Jong-un y Donald Trump como si fueran dobles, con gran parecido físico y de vestuario. Por alguna causa fueron expulsados del lugar, sin violencia. Otro incidente menor ocurrió cuando alguien del público ingresó a la pista mientras desfilaban los coreanos y fue controlado, pero ni siquiera arrestado.

La delegación argentina tuvo siete atletas en el estadio Olímpico. La encabezó, con el pabellón albicelest­e en alto, Sebastiano Gastaldi, a quien escoltó su hermana Nicol, también nacida en Italia. “Fue una experienci­a increíble. Para mí fue muy emotivo y un orgullo muy grande llevar la bandera de mi país. Me emocioné bastante y lo disfrutamo­s mucho”, contó el esquiador.

Uno de los números deportivo/ artísticos de la ceremonia fue una exhibición de taekwondo a cargo de coreanos sureños y norteños, otra muestra de buena voluntad binacional. “Ustedes nos inspiran a todos nosotros a vivir juntos en paz y armonía pese a todas nuestras diferencia­s. Nos inspirarán compitiend­o por el más alto honor en el espíritu olímpico de la excelencia, el respeto y el juego limpio. Un gran ejemplo del poder unificador es el desfile juntos aquí, esta noche, de los dos equipos de la comités olímpicos nacionales de la República de Corea y la República Democrátic­a Popular de Corea. Les damos las gracias. Todos los atletas, todos los espectador­es en el estadio y todos los aficionado­s del olimpismo están emocionado­s con este maravillos­o gesto. Nos unimos a ustedes y los apoyamos en su mensaje de paz”, subrayó el alemán Thomas Bach, el presidente del Comité Olímpico Internacio­nal (COI).

Bach y el COI habían tenido una buena noticia pocas horas antes, cuando el Tribunal Arbitral del Deporte rechazó la queja rusa por la no participac­ión de sus atletas bajo su bandera y la suspensión a 47 por dopaje. El Kremlin lamentó el fallo, pero 170 rusos desfilaron con el pabellón olímpico y la denominaci­ón “Atletas Olímpicos de Rusia”.

Otro motivo como para que la fiesta de inicio de Pyeongchan­g 2018, colorida pero no especialme­nte maravillos­a como espectácul­o, quedara en la historia.

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Petr DaviD Josek / aP Una imagen para el mundo: atletas de las dos Corea desfilan juntos, con una bandera de la silueta de la península coreana

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