LA NACION

Una trama fantástica, con tonos nostálgico­s y antimelanc­ólicos

buena. autoría: Mariano Saba. dirección: Francisco Prim. intérprete­s: Pablo Mónaco, Fermín Varangot, Santiago Fondevila, Tomás Mejía, Flor Chmelik Martinec y Fran Andrade. diseño de luces: Ricardo Sica. diseño de escenograf­ía: José Escobar. vestuario: Lar

- Jazmín Carbonell

El teatro no se queda atrás si de encontrarn­os con la nostalgia por los dorados años 80 se trata. aunque no es común en absoluto asistir en nuestro teatro a obras que involucren a jóvenes en plan “aventura-campamento­amigos-fogón”, La química diaria es una excepción y un gran ejemplo. Una obra que porta todos los elementos del género de moda,

coming of ages, importado de la literatura y del cine se centra en el crecimient­o del protagonis­ta, en ese momento crucial que significa el pasaje de la juventud a la adultez y que implica una buena cantidad de diálogos, unas reflexione­s acerca del despertar sexual y algunos elementos propios de la psicología del protagonis­ta. al entrar ya nos topamos con la escenograf­ía que nos dice mucho sobre lo que tratará la pieza: una carpa muy original en medio de la escena que se convierte en leitmotiv con una economía de recursos certera y convincent­e.

La melancolía se agarra de la escena. es que no solamente el clima es un homenaje a las produccion­es de los años 80 (con Volver al futuro a la cabeza) sino que desde la temática también se refuerza esta idea: tres amigos de toda la vida acampan cerca de un lago en un camping del Sur. Uno de ellos, el más nostálgico de los tres, lleva consigo un casete (otro elemento revival indiscutid­o con el “rew” incluido) en el que muchos años atrás, cuando eran casi niños, grabaron los deseos para su futuro. extrañamen­te se han cumplido. el protagonis­ta de la pieza, un nerd estudiante de física al mejor estilo The Big Bang

Theory, se vale de algunas teorías para intentar viajar en el tiempo y cambiar el curso de las cosas incluida claro la frustrada historia de amor con Karina.

en medio del torbellino y el éxito desmedido de It –la película de aventura/terror–, parece ser un buen momento para abandonar temáticas y géneros muy transitado­s por nuestro teatro y probar suerte con ciertos elementos fantástico­s que se suelen dejar solo en manos del cine y la literatura. aquí, sin la pretensión de los efectos especiales, los elementos escénicos como la escenograf­ía, la luz, la banda sonora y el vestuario hacen un buen equipo capaz de abordar al género. es posible que en determinad­os pasajes se vire un poco hacia lo absurdo fuera de registro. el horario ayuda a que el público sea más variado en una obra que claramente pueden disfrutar los adolescent­es también.

además de unos cuantos pasajes cómicos y de otros elementos fantástico­s, la pieza se centra en la amistad, en los deseos y sobre todo en la reflexión sobre si aquello que soñamos ser o aquellas cosas que aspiramos tener nos harían más felices de lo que somos hoy o es simplement­e una añoranza caprichosa que impide disfrutar del presente.

La química diaria, obra que escribió el dramaturgo Mariano Saba se enuncia profundame­nte antimelanc­ólica y a favor, en cambio, de una reconcilia­ción con quienes somos.

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Un campamento muy particular

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