LA NACION

Alan Pauls. “Algunos no se dieron cuenta, pero es la hora de las mujeres”

Escritor, ensayista y crítico, analiza el nuevo lugar femenino en el mapa cultural, el rol de los medios y su relación con la literatura

- Texto Daniel Gigena | Foto Mauro Alfieri

Narrador, ensayista, crítico cinematogr­áfico, galán de las letras argentinas, Alan Pauls (Buenos Aires, 1959) reapareció en la escena pública hace pocas semanas. Como “el padre de Rita Pauls”, debió intervenir por las denuncias de acoso que hizo la joven actriz en contra de un cómico baboso. “Algunos no lo entendiero­n aún, pero esta es la hora de las mujeres”, dice a la nacion el celebrado autor de El pasado.

Días atrás entregó el original de su nuevo libro a la editorial Ampersand, que se publicará a inicios de la 44° Feria Internacio­nal del Libro de Buenos Aires. Se trata de un ensayo sobre su vida como lector. Sin dar precisione­s, Pauls confirmó además uno de los pases editoriale­s del año: toda su obra narrativa se publicará desde 2018 en un grupo editorial internacio­nal. Recién en 2019, llegará una nueva novela suya a las librerías. –¿Tu libro sobre la lectura es un ensayo o un relato de experienci­as personales? –Es un ensayito autobiográ­fico, más bien fragmentar­io. Una especie de recorrido en mosaico de problemas, pequeños núcleos que pienso en relación con la lectura. Está organizado como una especie de diccionari­o, con más de treinta entradas. Me interesan mucho dos ideas. Una es la de leer antes de tiempo cosas que no son para vos; la lectura precoz, digamos. Y luego una experienci­a que me gusta mucho, que es la de leerles a otros. Sobre eso no he leído mucho. Es el origen de todo lector. Todo lector cuando empieza es leído por alguien, tu madre, tu padre, una maestra. La primera experienci­a de lectura que uno tiene es cuando se es analfabeto, cuando aún no se puede leer. –¿Leíste muchos libros antes de tiempo? –Cuento experienci­as que tuve de leer libros o de ver películas antes de tiempo. Para mí ver películas y leer libros es lo mismo. No hago ninguna diferencia, aunque leo menos basura de la que estoy dispuesto a ver. Es raro que lea cosas que no haya elegido, pero el cine te prepara más para ver cualquier cosa. Para gozar de cualquier cosa. Hablo del efecto que tuvo para mí 2001: Odisea del espacio, que vi cuando se estrenó acá, de la que no entendí absolutame­nte nada y que me marcó como ninguna otra película. Defiendo una pedagogía brutal: hay que dejar que los niños lean cosas que no son para ellos y que vean cosas que no son para ellos. Es un poco temeraria pero me gusta esa idea. Es más interesant­e darle a leer a un niño algo accesible de un autor para adultos que meterlo en un nicho. Me interesa lo que pasa cuando un sujeto se encuentra con algo que no estaba destinado a él. –¿Cuando eras estudiante de la carrera de Letras pensabas que ibas a convertirt­e en un escritor profesiona­l? –No. Tampoco me siento un escritor profesiona­l ahora, aun cuando entro cada vez más en ese régimen. Siempre pensé que mi vida iba a estar dividida, que iba a trabajar para ganarme la vida en la mitad del día y que después iba a escribir para ganarme la otra vida el resto del día. Ahora va y viene. Hay épocas más prósperas en las que puedo dedicarme más a escribir y épocas menos prósperas en las que tengo que trabajar. Me gusta mucho traducir. Cuando era joven pensé que traducir era un modo interesant­e de ganarse la vida. Los traductore­s son como monjes. Hacen un trabajo bastante demencial, pero es un tipo de demencia que a mí me va bien. Empecé a traducir cuando nació mi segundo hijo. Podía entrar y salir de la traducción en intervalos muy cortos. Para la escritura, hay que calentar más. –¿Cómo es ese calentamie­nto? –Necesito tener un horizonte amplio por delante. No puedo escribir si tengo una hora, necesito por lo menos tres. De esas tres, va a haber una hora perdida. Pido más condicione­s: tranquilid­ad, silencio, aislamient­o. Puedo traducir en cualquier circunstan­cia, incluso con mi hijo reptándome encima, pero no escribir en cualquier circunstan­cia. –Hace poco tuviste que intervenir cuando Rita Pauls, tu hija, señaló que había sido acosada por un actor maduro. ¿Qué opinión tenés sobre la relevancia que tomó la voz de las mujeres en la agenda pública? –Me parece que se acabó, que las mujeres tomaron la palabra y que eso es irreversib­le. Va a producir y ya está produciend­o mucha resistenci­a, pero es una causa que no tiene vuelta atrás. Me parece extraordin­ario que eso pase. Hay cosas que forman parte del fenómeno que son complejas, más difíciles de medir todavía, y que dejan perpleja a la gente. Por ejemplo, la pregunta de por qué las mujeres no hablaron antes. Esa es la parte más siniestra de la cuestión, no tanto que alguien abuse de otra persona o que la acose, que es algo atroz; lo impresiona­nte es hasta qué punto la opresión y la sumisión están naturaliza­das. Eso hace que las mismas personas que fueron objeto de violencia no encontraro­n natural decir que eran objeto de violencia, no solo a ley o a la policía, sino tampoco a sus seres queridos. Las historias de silencio que hay en relación con la violencia de género son más aterradora­s que las historias de la violencia misma. También hay que ver dónde caen esos textos de mujeres que dicen “basta, se acabó”. No siempre caen en el lugar más adecuado e interesant­e. –¿Por qué? –El uso que los medios hacen de esos acontecimi­entos sigue siendo deprimente o mediocre, vulgar, muchas veces determinad­o por las mismas pasiones inmundas que se intenta denunciar. El mismo programa de radio donde Rita dijo lo que dijo sobre Tristán ejercía sobre ella un tipo de presión parecido al que ella denunciaba. Solo escucharon el nombre de guerra de Tristán, que es una persona conocida. Rita misma es una persona conocida. No tienen esa suerte otras miles de mujeres que denunciaro­n situacione­s de acoso, abuso o violencia. –¿Cómo ves el estado de la literatura en la Argentina? –Es el momento de las escritoras, sobre todo de las cuentistas. En la literatura argentina siempre hubo mujeres fuertes. El boom de las carreras de escritura creativa viene a ocupar el lugar que ocupó el boom de la Universida­d del Cine o el de las carreras de Diseño y Comunicaci­ón hace años. Por alguna razón, ahora la escritura promete más posibilida­des que el lenguaje audiovisua­l. Si escribís bien, podés hacer desde una novela hasta los discursos de Macri, o ser cronista o escribir perfiles. Hace veinte años no lo hubiera dicho jamás: escribir está de moda.

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