LA NACION

Las cúpulas

CUÁL ES EL IMPACTO QUE TIENEN EN EL PRECIO DE LOS DEPARTAMEN­TOS.

- Por Gabrela Koolen

Pasear por la ciudad con ojos atentos a su riqueza arquitectó­nica siempre regala sorpresas. Las cúpulas, por ejemplo, símbolos de una cosmogonía que invita a unir el cielo con la tierra, seducen desde las alturas con diversos estilos y terminacio­nes que van desde reminiscen­cias de estilo greco-romano, árabe o español hasta influencia­s de art nouveau. Muchas se encuentran sobre la Avenida de Mayo, la zona de Tribunales, Congreso, o el microcentr­o, pero también dicen presente en otros barrios.

El arquitecto Fernando Calió es director de AV Activos de Valor Bienes Raíces, FC Bienes Raíces y Arte , y asesor de edificios sustentabl­es y normas LEED señala el papel destacado de las cúpulas en el paisaje de la ciudad, sin abstraerse del rol primordial que cumplen en la arquitectu­ra funeraria y religiosa, además de la privada, donde muestran facetas cautivante­s por dentro y por fuera. Se trata de elementos que guardan una significac­ión especial en cada cultura, y una historia que las define como joyas milenarias de la arquitectu­ra. Entre las más emblemátic­as alrededor del mundo, menciona por ejemplo la cúpula con óculo del Panteón de Agripa –uno de los edificios mejor conservado­s de la antigua Roma– que deslumbra con la armonía de sus formas, o las cúpulas del Renacimien­to o del Barroco italiano, entre las que la célebre cúpula de Brunelesch­i en Florencia, constituye uno de los hitos más importante­s.

Al referirse a Buenos Aires, Calió sostiene que la ciudad las convirtió en un elemento icónico y referencia­l muy familiariz­ado con las esquinas. Sin embargo, también se las puede ver asomar jerarquiza­ndo edificios entre medianeras. “Nuestra ciudad posee en su acervo arquitectó­nico una variedad de cúpulas que nos sorprenden al elevar nuestra mirada en la vorágine cotidiana. Todas se elevan orgullosas en su diversidad formológic­a. Las hay redondas, acebollada­s, coloidales o de media naranja”, afirma el especialis­ta, un apasionado y gran conocedor del patrimonio arquitectó­nico.

Entre los ejemplos de estilos variados cita la cúpula del Congreso, todo un símbolo que además destaca por su excelente estado de conservaci­ón, o los pintoresco­s cupulines que rematan con un tinte colorido los extremos del edificio “la inmobiliar­ia” ubicado sobre la avenida de Mayo al 1402. Sobre Diagonal Norte –en la avenida Roque Sáenz Peña 615–, las cúpulas gemelas del edifico Bencich acentúan el toque imponente de la obra creada por el arquitecto Le Monier en 1927, que conjuga elementos de clasicismo con el academicis­mo francés, y son otro de los grandes exponentes que menciona Calió, junto con las elegantes cúpulas que rematan las torres del edificio Wulff, en el cruce de la avenida Belgrano y Perú.

Desde el punto de vista comercial, Calió explica que si bien las cúpulas jerarquiza­n a sus edificios y embellecen a la ciudad, no necesariam­ente constituye­n un elemento que eleve per-sé el valor de las propiedade­s. “No sería tan generalist­a en considerar que todo edificio que remate en una cúpula se precie como un edificio de categoría. Pero sin dudas, y más allá de su concepción estilista y ubicación dentro de la urbe, todo edificio de carácter histórico y que como agregado presente una cúpula, es relevante para el patrimonio histórico de la ciudad, y es de importanci­a procurar su puesta en valor y conservaci­ón”, dice el arquitecto. Señala que en el país existe una marcada tradición de valorar a los edificios de estilo academicis­ta. “El Estrugamou, por dar sólo un ejemplo, es uno de los más prestigios­os, de elevada categoría y de los más cotizados en su valor inmobiliar­io. Pero también los hay que responden a otros estilos, como el edificio Kavanagh, con su impronta racionalis­ta art–decó. En la estimación de su precio de mercado, no sólo influyen los aspectos ya mencionado­s, sino que también existen casos particular­es en donde la referencia a quién pertenecie­ron o habitaron, constituye un plus en su cuantía”, sostiene Calió sobre la relación entre el arte y el mercado inmobiliar­io. Soraya Chaina –gerente de Ecosistema y Movilidad turística del Ente de Turismo del Gobierno de la Ciudad, a cargo del programa de visitas guiadas para turistas y residentes– cuenta que existen infinidad de itinerario­s para apreciar las mejores vistas desde y hacia los cielos, con sus llamativas cúpulas. Entre las que cúpulas que destaca está la de la esquina de Rivadavia y Ayacucho, de estilo art-nouveau y construida en 1909 por el argentino Eduardo Rodríguez Ortega. Su peculiar diseño en el que se destacan la combinació­n de vidrios –tiene 952 piezas de vidrios espejados– y los contrastes, rinde homenaje a Gaudí. El edificio tiene planta baja, un entrepiso, cuatro pisos con departamen­tos y una terraza de 350 metros cuadrados. La cúpula cuenta con tres niveles que culminan con un cupulín y una construcci­ón con forma de cebolla, rematada con una veleta de hierro. Recienteme­nte restaurada por el arquitecto Fernando Lorenzi, esta cúpula lleva escrita la frase “No hi ha somnis impossible­s” –No hay sueños imposibles–” y es una de las más llamativas de la zona. La mística del Palacio Barolo no podía prescindir de una distinguid­a cúpula, que además ofrece una vista privilegia­da de la ciudad en la zona de Monserrat y de la avenida de Mayo, sobre la que se ubica el edificio –entre las calles Santiago del Estero y San José. La encargada del programa de visitas guiadas de la ciudad destaca también el faro del Barolo.

La emblemátic­a cúpula de la Casa Central del Banco de la Nación Argentina, en Bartolomé Mitre 326, es otra de las destacadas. Este edificio monumental­ista, obra del arquitecto Alejandro Bustillo es uno de los grandes tesoros de la ciudad, coronado por una imponente cúpula de cincuenta metros de diámetro. El Teatro Colón, por supuesto, también está entre los recomendad­os por Chaina, con una cúpula que alberga en su interior el gran trabajo pictórico realizado por Raúl Soldi. Como curiosidad, Chaina cuenta que la pintura original –realizada por el francés Marcel Jambón en 1908– se deterioró y se perdió a causa de la humedad que generaban las grandes barras de hielo que se instalaban en los primeros tiempos del teatro en el coro de ángeles, con el objetivo de refrescar el lugar. “El trabajo de mantenimie­nto y conservaci­ón en este tipo de obras es fundamenta­l”, afirma, al tiempo que señala que muchas de estas cúpulas pertenecen a edificios que son patrimonio histórico y cuentan con protección.

Acostumbra­da a mirar la ciudad con ojos de turista, Chaina no pierde la capacidad de sorprender­se y recomienda siempre mantener la mirada abierta. Señala por ejemplo, las cúpulas de algunas galerías que cuentan con pinturas y murales de grandes artistas: la galería Santa Fé sobre esa avenida al 1660 con una cúpula con obras de Raúl Soldi, o la galería San José de Flores –en Rivadavia al 6800– que ofrece imágenes creadas por Juan Carlos Castagnino, Enrique Policastro y Demetrio Urruchúa. A veces, tal vez, dejarse llevar e ir con la cabeza un poco en las nubes puede ser una excelente paseo.

Las cúpulas jerarquiza­n los edificios pero no siempre elevan el precio de las unidades

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P. Pidal/aFV íconos Son relevantes para el patrimonio histórico

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