LA NACION

Dreamers. La vida entre la resistenci­a y la incertidum­bre

En EE.UU. se libra una batalla política por los jóvenes inmigrante­s

- Rafael Mathus Ruiz CORRESPONS­AL EN EE.UU.

WASHINGTON.– Días atrás, Bruna Bouhid, una brasileña de 26 años, cantaba canciones sacadas del arcón del movimiento por los derechos civiles junto a otros jóvenes fuera de la oficina de Nancy Pelosi, líder de los demócratas en la Cámara baja del Congreso. Pedían un futuro.

“El trabajo del doctor King nos inspira todos los días”, dice Bouhid a la nacion, en perfecto inglés, al hablar de Martin Luther King Jr., líder del movimiento que terminó con la segregació­n racial en Estados Unidos. “Estamos cansados, fueron meses movidos, y no va a terminar”.

Bouhid es uno de los cerca de dos millones de jóvenes inmigrante­s indocument­ados conocidos como dreamers, que llegaron a Estados Unidos de chicos con sus padres, y que pelean desde hace casi dos décadas por su ciudadanía. Un anhelo que se les escapa una y otra vez.

Unos 800.000 jóvenes –entre ellos, 5000 argentinos– obtuvieron una residencia y permisos de trabajo gracias a un plan de Barack Obama. Pero Donald Trump lo suspendió y dejó todo en manos del Congreso, donde republican­os y demócratas, enfrascado­s en un toma y daca, no encuentran una solución. El resultado: losdr ea mers quedaron en un limbo.

Washington tenía una fecha límite: el próximo 5 de marzo, el día fijado por el gobierno de Trump para cerrar las renovacion­es de los permisos del programa de Obama, conocido con el nombre de sus siglas en inglés (DACA). Pero un fallo de un juez en California contra la decisión del presidente republican­o abrió, el mes anterior, una grieta que, por ahora, permite estirar los pedidos de extensión. Esa ventana, con todo, puede cerrarse con otro fallo que dejó a los dreamers en una situación de incertidum­bre.

“La gente está constantem­ente cansada”, dice Tomás Pendola Biondi, un argentino de 26 años y profesor de química. “No es cansancio de trabajo, es cansancio emocional. Un día te dan esperanza, y al otro día te la arruinan. Y al otro día sale algo peor, y al otro sacan que va a salir una ley, y al otro día que no. Es un arriba y abajo emocional que te mata”, lamenta.

Los dreamers son, a los ojos de sus defensores, “norteameri­canos en todo, menos en los papeles”. Trabajan, estudian, sirven en las fuerzas armadas, fueron portada de la revista Time, tienen el respaldo de la mayoría del país, y republican­os, demócratas y la Casa Blanca dicen que quieren darles lo que piden. Pero su sueño nunca llega.

Estados Unidos, se dice aquí muy seguido, es una “nación de inmigrante­s”. Pero, aun así, la inmigració­n es uno de los temas que más divide al país. Los demócratas quieren una mayor apertura, más extranjero­s y un plan para convertir en ciudadanos a los 11 millones de inmigrante­s indocument­ados que viven aquí, la mayoría de ellos mexicanos.

Los republican­os, que antaño tenían una postura alineada con la de los demócratas, ahora quieren una política más restrictiv­a y menos inmigrante­s, y muchos rechazan cualquier “amnistía”, un giro que se potenció con la llegada de Trump a la presidenci­a.

“Los norteameri­canos también son soñadores”, graficó el mandatario en su discurso en el Congreso sobre el Estado de la Unión, a fines del mes pasado.

Así y todo, los dreamers despiertan una fuerte simpatía en el país y han logrado eludir, hasta cierto punto, la grieta ideológica. Las encuestas coinciden en que dos de cada tres estadounid­enses quieren que se queden.

Katie M. Sarreshteh, una abogada migratoria de Los Ángeles, trabaja en un entorno de incertidum­bre máxima. Intenta calmar a sus clientes, mientras los alienta a aprovechar el fallo que los activistas consiguier­on en California, y a aplicar a renovacion­es de los permisos de trabajo y residencia, mientras la ventana siga abierta. El programa, dijo, ya se cerró por completo para una persona que aplica por primera vez.

“Es un ambiente de incertidum­bre y miedo. Y es gente que trabaja en nuestras comunidade­s, y de repente van a comenzara desaparece­r”, describió. “Va a ser una tenaza para nuestra economía”, agregó Sarreshteh.

Un estudio del Centro Progresist­a Americano (CAP, por sus siglas en inglés), un think tank vinculado a los demócratas, estimó que cada día unos 122 jóvenes indocument­ados pierden la protección que les dio Obama. El jefe de gabinete de Trump, John Kelly, se preocupó por aclarar días atrás que los dreamers no iban a ser “una prioridad para deportació­n”. Pero activistas recibieron esa garantía con escepticis­mo, al recordar el fuerte aumento en los arrestos de inmigrante­s indocument­ados que construyó el gobierno de Trump.

“Ya sabemos que Trump quiere lo más duro para los inmigrante­s, aunque diga que tiene un corazón para nuestros dreamers”, dijo Alejandra Saucedo, una activista argentina radicada en Florida.

En el Congreso, la puja por los jóvenes inmigrante­s quedó mezclada con las peleas por el presupuest­o y el muro. Después de dos cierres (shutdown) del gobierno por las trabas en las negociacio­nes, el Congreso logró sacar un acuerdo por dos años, y el frente quedó despejado para el debate migratorio.

Si el Congreso no consensúa una ley que Trump quiera firmar, cientos de miles de jóvenes quedarán, otra vez, a merced de los agentes de la “migra”, como suele llamarse coloquialm­ente al Servicio de Inmigració­n y Aduanas (ICE, según sus siglas en inglés), la agencia federal a cargo de los arrestos y la deportació­n de indocument­ados.

Una figura clave es el republican­o Paul Ryan, quien tiene la llave de la Cámara de Representa­ntes, hogar de los sectores más radicaliza­dos del partido.

Proyecto

En el Senado, el líder republican­o, Mitch McConnell, prometió permitir que se vote una ley solo para los dreamers. El primer proyecto, que les dio su apodo, fue presentado en 2001 por el senador demócrata Dick Durbin. Con la bancada demócrata y el apoyo de republican­os moderados, el proyecto podría llegar a salir con facilidad. De hecho, el Senado ya logró aprobar, en 2013, un proyecto de reforma migratoria.

Pero Ryan ha dicho que quiere un proyecto respaldado por Trump, quien pidió, a cambio de darles un camino a la ciudadanía a los jóvenes extranjero­s, fondos par completar el muro en la frontera con México, el fin de las visas familiares y la lotería de permisos de residencia, demandas indigeribl­es para muchos demócratas.

O un lado cede o los dreamers volverán a las sombras.

Bruna Bouhid no espera que su lucha termine pronto. Dijo que los jóvenes están unidos, fuertes, y prometió que seguirán adelante, lleve el tiempo que lleve.

“Lo que amo de Estados Unidos –indicó, luego de la charla, en un correo electrónic­o– es que me permite luchar por el Sueño Americano”.

 ?? John moore/afp ?? Esta semana hubo marchas de activistas a favor de los dreamers frente al Capitolio, en Washington
John moore/afp Esta semana hubo marchas de activistas a favor de los dreamers frente al Capitolio, en Washington

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina