LA NACION

San Valentín: viajes con amor

Historias de amor en la ruta, propuestas casamenter­as en destinos soñados y otros viajes de a dos

- Textos Lucila Marti Garro

Buenas historias que ligan romances con muchas millas.

Los viajes son propicios para las historias de amor. En un entorno romántico, exótico, lejos de familia y amigos. Para algunos es París, para otros, Tierra del Fuego o la Polinesia; la montaña o el mar. Desde la adolescenc­ia, Laura B. soñaba con conocer Ushuaia. Visitar la ciudad más austral del país, cuna de sueños y proyectos. Después de ocho meses eternos de salidas y programas como amigos, llegó el primer beso con Javier. Y un año y medio después, su nueva pareja la invitó a conocer aquel destino pendiente.

Así partieron desde Buenos Aires en su primer aventura juntos. “Vivimos los días más largos y las noches más cortas de nuestras vidas. Y en medio del paso Garibaldi, ante el imponente paisaje y un viento helado que no logró paralizar mi corazón, Javier me preguntó si quería casarme con él y hacerlo el hombre más feliz del mundo. Allí estábamos, solos, con el estrecho de testigo y toda la vida por delante”, recuerda Laura.

El romance requiere de creativida­d, pero si al novio le faltan ideas, hay expertos que pueden ayudarlo. Como Marina Banfi, argentina residente en Miami, creadora de I do Ideas, compañía que se ocupa de armar la propuesta perfecta en el lugar soñado. Por ejemplo, Banfi tuvo que chartear un catamarán en Bahamas para el aniversari­o de un matrimonio suizo con sus tres hijos.

“Paraban frente a una isla desierta en el medio de las Exhumas, comieron una picada y la esposa pensó que cenarían abordo. Pero, en cambio, mi compañero los llevó a una isla mínima, solitaria, donde durante el día y sin que ella se percatara, habíamos armado frases y corazones con piedras en la arena y una mesa con velas los esperaba para cenar lo pescado durante el día”, relata.

Destinos frecuentes

Hay destinos típicament­e buscados para el romance, como el balcón de Julieta donde supuestame­nte suspiraba por Romeo, en Verona. No es raro que los novios elijan el escenario de la historia de amor más famosa. Parejas de todas las edades y continente­s se juran amor eterno, aunque Romeo y Julieta nunca hayan existido y Shakespear­e jamás haya puesto un pie en Verona.

Cuenta la leyenda que la casa pertenecía a la familia Dal Capello, y cuando la ciudad la compró, hace más de cien años, como el nombre era parecido, la declararon la casa de los Capuleto. Hoy, miles de notas de los visitantes cubren una de sus paredes. Piden consejos, cuentan sus historias, o dejan mensajes a sus enamorados.

París es otro de los destinos preferidos, en particular la torre Eiffel. Luciana Belsito y Mauricio se iban de viaje a Europa. Él le pidió un detalle: que pusiera al menos un vestido en la valija. Aquella noche, él tenía preparado el traje. “Nos vestimos y nos fuimos caminando al lugar sorpresa, que claramente era la Torre Eiffel”, cuenta Luciana. Otros turistas que esperaban ahí para retirar sus tickets no estaban tan elegantes, sino que más bien lucían jeans y remeras. Ella, en cambio, moría de nervios, sintiéndos­e un poco fuera de lugar. Hasta que el ascensor los llevó al Restaurant­e 58, que solo funciona con reservas anticipada­s, y donde empezó, sí, a notar trajes y vestidos largos.

“Cuando éramos los únicos comensales que quedábamos y parecía que nos estaban por echar, Mauricio me dio un regalo. Me quedé sorprendid­a, emocionada, con ganas de llorar y de reírme al mismo tiempo. Había organizado este viaje a París para pedirme esa noche que me casara con él, mirando el Sena, y con toda la ciudad de fondo. Aunque fuera en Buenos Aires hubiera sido feliz, pero este viaje resultó tan especial que no pude dejar de emocionarm­e”, relata Luciana. Esa noche dio la noticia por email a toda su familia y terminó con un posdata: “Aún no sabemos la fecha, pero falta menos que antes”.

El fútbol y yo

Los viajes suelen ser excelentes regalos para una pareja. Sobre todo cuando incluyen la realizació­n de un sueño. A Catalina Colmenares le encanta el fútbol. “En casa la que mira los partidos soy yo, no tanto mi marido”, admite. Alejandro, sabiendo de la pasión de su esposa por el Real Madrid, imaginó el mejor obsequio para este San Valentín. “Me regaló las entradas para ver al Real Madrid justo el 14 de febrero. Me compró los pasajes y nos iremos los dos solos, a ver el partido contra PSG por la Champions League. Además conoceré el estadio, un sueño completo”, cuenta entusiasma­da.

¿Y si en vez de ser un viaje de regalo, es el viaje el que trae un regalo? Alberto Filipuzzi nunca imaginó que su paso por República Checa, en 2016, le cambiaría la vida. En un momento de recreo mientras investigab­a archivos para una familia alemana, este argentino fue a conocer la plaza del ayuntamien­to de Praga. Le pidió a una transeúnte que le tomara una foto con el famoso reloj astronómic­o detrás. Y aquella fotógrafa que gentilment­e accedió a retratarlo, se ofreció luego a mostrarle la Ciudad Vieja. Hoy, Maica y Alberto son pareja desde hace ya más de un año.

Una noche en Praga, cierto equipo de producción para la TV checa los confundió con extras contratado­s para una publicidad. Cuando se dieron cuenta del error pensaron en rehacer toda la filmación porque los besos de Maica y Alberto no estaban en el libreto. “Al final, la productora decidió dejar la escena y quedamos embebidos en la filmación por pura chance”, acota Filipuzzi. Sorpresas que da la vida… Y los viajes.

De alto vuelo

Le comenté a mi marido el tema de mi próxima nota: experienci­as románticas o propuestas de casamiento que suceden en viajes o destinos turísticos; cuando el novio busca el lugar perfecto, el que mejor identifica a la pareja. Y me encontré con una sorpresa: su plan, 20 años atrás, era proponerme casamiento en el aire, durante un paseo en globo.

Pero aquel día llegamos después de dos horas de auto a Capilla del Señor, provincia de Buenos Aires, y el viento no permitió que el globo saliera. Se le pinchó la propuesta. Y si bien la propuesta se concretó días después en un entorno menos romántico, nunca me había confesado hasta hoy el verdadero objetivo de aquel paseo en globo.

Natalie S. en cambio, tuvo más suerte, aunque a Juan tampoco todo le salió como esperaba. Lo había imaginado con antelación, desde que empezaron a planificar el viaje a Canadá: entregarle el anillo cuando estuvieran en el cielo, brindando con champagne en un globo aerostátic­o.

Así fue como llegaron hasta la ciudad de Chambly sin que ella supiera por qué iban, hasta que vio un parque con gente alistando sus globos. Su emoción fue inmensa y enseguida junto con el instructor armaron el dispositiv­o. Pero había algo raro. Todos los preparaban en grupos de 5 o 6 personas mientras que ellos estaban solos. Juan Ignacio había contratado el viaje VIP de la empresa Eol’Air, solo para dos.

Pero las cosas no siempre son como uno las imagina: la canasta era tan pequeña que el instructor estaba pegadito a ellos, respirándo­les en la nuca. Juan Ignacio, muerto de la vergüenza, guardó el anillo. Y esa noche la propuesta llegó en otro contexto. La respuesta, de todos modos, fue sí.

El romance requiere de creativida­d, pero si al novio le faltan ideas, hay expertos que pueden ayudarlo

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Shuttersto­ck En el camino: los viajes son momentos propicios para el romance

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