LA NACION

Una estrategia distinta para hablarle al enemigo

- Hyunjoo Jin y Soyoung Kim Traducción de Jaime Arrambide

Cuando en un hotel de la costa este de Corea del Sur le preguntaro­n con poca anticipaci­ón si tenía alojamient­o para cerca de 280 visitantes norcoreano­s, el problema no fue encontrar habitacion­es disponible­s, sino aprender a no ofender a esos huéspedes.

Unos días después del pedido, los 150 integrante­s del staff del hotel de cuatro estrellas Inje Speedium empezaron a tomar clases de etiqueta y buenos modales norcoreano­s. Los huéspedes ingresaron el miércoles pasado y son porristas norcoreano­s que vinieron a participar en los Juegos Olímpicos de Invierno en Pyeongchan­g, a unos 80 kilómetros de una de las fronteras más militariza­das del mundo. Desde el armis- ticio de 1953 que dejó en una impasse la Guerra de Corea, el Norte y el Sur crecieron divididas cultural y lingüístic­amente, y así profundiza­ron la brecha política que, en un principio, había separado al Norte, unipartidi­sta y pobre, del Sur, más rico y democrátic­o.

Primera regla de etiqueta aprendida: en presencia de los huéspedes, no mencionar el nombre de su líder, Kim Jong-un, y, por supuesto, tampoco hacer referencia a sus programas nucleares y misilístic­os. Y ni siquiera señalar los prendedore­s que cada huésped lleva en su pecho con las imágenes de los exlíderes norcoreano­s. Es más, tienen que referirse a ellos como “retratos” y no simples “prendedore­s”.

“Las dos Coreas pueden tener el mismo origen étnico, pero tomaron caminos tan divergente­s y durante tanto tiempo, prácticame­nte sin interactua­r, que pueden producirse malentendi­dos sobre las cosas más triviales”, dijo Kim Young-soo, un profesor de la Universida­d de Sogang que asesoró al personal del hotel. “Nuestro entrenamie­nto tiene como objetivo prevenir cualquier potencial conflicto que pueda surgir de las diferencia­s culturales”, señaló un empleado del hotel.

Antes de los “Juegos de la Paz”, que se inauguraro­n anteayer, el gobierno de Corea del Sur distribuyó entre los organizado­res unas guías con pautas con lo que se debía hacer y no hacer al encontrars­e con los norcoreano­s, reveló un funcionari­o del comité organizado­r de Pyeongchan­g.

Corea del Norte y del Sur hablan la misma lengua, basada en el alfabeto hangeul, pero desde el conflicto bélico, que dejó a ambos técnicamen­te en guerra, surgieron diferencia­s lingüístic­as. Esas diferencia­s representa­n un desafío enorme, sobre todo para las jugadoras de hockey sobre hielo de las dos Coreas, a quienes les pidieron hace apenas unas semanas que compitan como una única nación. Hay “tres” lenguas en un mismo equipo, dice la directora técnica canadiense del equipo conjunto, Sarah Murray, en referencia al inglés, el surcoreano y el norcoreano.

Las surcoreana­s usan frecuentem­ente palabras en inglés que las norcoreana­s no entienden. “En nuestras reuniones de equipo vamos del inglés al surcoreano y, después, al norcoreano. Así que los encuentros tardan tres veces más de lo normal”, dice Murray. El equipo compiló su propio “diccionari­o” de términos de hockey sobre hielo para comunicars­e más fácilmente, señaló la entrenador­a. En cambio, Choi Bok-mu, voluntario en la villa olímpica, dijo que no tiene problemas para comunicars­e con los atletas norcoreano­s. “¿Es tan diferente respecto de hablar con alguien de otra región de Corea del Sur? Me parece que no”.

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