LA NACION

Emprendedo­res

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Tengo una amiga arquitecta y creativa que desarrolló hace unos años un microempre­ndimiento (confección de ropa para lluvia, capas y paraguas) en el que le iba muy bien. Encontró que no había en el mercado algo así, y desarrolló con éxito y buen gusto sus productos. Con tiempo y esfuerzo, logró crecer e instalar locales en el interior del país y dio trabajo a gente que se unía al proyecto. Juntos afianzaban la marca. El público que compraba sus productos era de clase media, aquella que no viaja a hacer compras al exterior. Cambió el gobierno y esa gente sigue sin viajar, pero además no compra aquí porque los precios son altos; lo que mi amiga producía no eran cosas de primera necesidad. Ahora bajaron las ventas y además algunos empleados le hicieron juicios laborales. Consultó entonces qué debía hacer y le aconsejaro­n cerrar cuanto antes los locales. Hoy está en su casa buscando el mejor modo de pagar sus deudas y dedicándos­e a sus hijos a tiempo completo, circunstan­cia que vive con dedicación y entusiasmo porque es una excelente mujer y madre.

Pero… ¿es lógico lo que le pasó a mi amiga? ¿No sería mejor facilitar las cosas a este tipo de empresas en lugar de poner palos y favorecer tanto al empleado? Queremos que al Gobierno le vaya bien, pero las cargas sociales son muy altas, y podría pensarse además en alivios fiscales o plazos más largos para cumplir con las obligacion­es tributaria­s o laborales, para no llegar a tales extremos. Mientras sucede esto hay jóvenes argentinos con talento que triunfan afuera. Espero con mucha ansiedad que el panorama cambie. Rosita Gallardo DNI 24.752.494

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