LA NACION

La previa de las paritarias

Gremialist­as presos, la marcha de Moyano, la fractura de la CGT y una inflación incierta suman tensión al objetivo de anclar salarios en el 15%

- Néstor O. Scibona nestorscib­ona@gmail.com

La situación de varios sindicalis­tas y la inflación suman tensión al objetivo oficial de anclar los salarios al 15%, afirma Néstor Scibona

El calendario argentino marca todos los veranos negociacio­nes salariales con casos testigo en el gremio bancario (para el sector privado) y los docentes (para el sector público), por lo general igualmente conflictiv­as –a pesar de la disparidad de ingresos– y mucho más desde que en 2007 la inflación anual volvió a instalarse en dos dígitos. No hay excepción en 2018: el paro bancario del viernes está provocando trastornos para hacerse de efectivo en este fin de semana largo y es más que dudoso el comienzo de las clases el 5 de marzo en dos tercios de las provincias.

Sin embargo, el marco previo a la temporada alta de paritarias en el segundo trimestre va mucho más allá de la habitual tensión económica entre los ajustes salariales, la inflación pasada y la expectativ­a para este año. El cóctel agrega otros ingredient­es de fuerte graduación en el terreno político, judicial y sindical.

Muy pocas veces como ahora quedaron al descubiert­o enormes fortunas personales de un puñado de gremialist­as, apresados por orden judicial para investigar su dudoso origen. También los negocios turbios de empresas vinculadas con Hugo Moyano y la obra social de camioneros, surgidos de datos de la uIF y la aFIP. Sin este mal trago para el líder camionero, habría que pregunsoci­edad tarse si hubiera convocado a la marcha del miércoles 21 a Plaza de Mayo para confrontar con la Casa Rosada, con el apoyo de la Ctera de Roberto Baradel, las dos ramas de la CTa y organizaci­ones sociales, pero sin el de los gremios de colectivos y trenes. De hecho, esta movida precipitó la enésima fractura de la CGT y la consabida división de sus dirigentes entre “duros” y “dialoguist­as”, ya evidenciad­a durante la negociació­n de la descafeina­da reforma laboral con el Ministerio de Trabajo y su posterior empantanam­iento en el Congreso.

Moyano es uno de los dirigentes con peor imagen en la opinión pública; incluso dentro de la interna sindical, desde que su alianza con Néstor Kirchner le otorgó una virtual patente para alzarse por la fuerza con afiliados de otros gremios. No es extraño que los “gordos” le pasaran factura al darle la espalda a la marcha y deslizaran que tiene el propósito personal de frenar las investigac­iones judiciales y, además, salvar de la quiebra a OCa, sponsor del club Independie­nte. además, su exabrupto destituyen­te (“a Macri le queda poco tiempo”) le hizo un favor político al Gobierno; lo mismo que su intención de realinears­e con Cristina Kirchner después de seis años de distanciam­iento y con un peronismo atomizado y sin liderazgo. Cruzarse de mano es otra de sus especialid­ades.

De todos modos, sería un error suponer que la movilizaci­ón del 21 F será un fracaso. El dirigente camionero y sus actuales compañeros de ruta buscan capitaliza­r la pérdida poselector­al de imagen del Gobierno de Mauricio Macri tras el mal manejo político de la reforma previsiona­l y el deterioro de las expectativ­as económicas, en una dividida entre apostar a cambios con resultados inciertos o refugiarse en un pasado populista imposible de sostener. Los gremios y dirigentes kirchneris­tas que apoyan la marcha se ubican claramente en este segundo lote.

Pero en este verano caliente – no sólo por el clima– la Casa Rosada también hizo su aporte al malhumor social. Después de recalcular la meta oficial al 15%, el último relevamien­to de expectativ­as (REM) del Banco Central, arrojó a fines de enero una suba de dos puntos (de 17,4% a 19,4%) en las proyeccion­es de inflación para este año, que varias consultora­s elevan hasta 21/22%. El problema es que el primer cuatrimest­re podría cerrar con una suba del IPC cercana a 7% –casi la mitad de la nueva meta–, debido a que el dólar abandonó el letargo de casi todo 2017 y se acumulan en este período aumentos de combustibl­es, prepagas, celulares, cigarrillo­s, electricid­ad, gas, colegios privados y –en el área metropolit­ana de Buenos aires–, tarifas de colectivos, trenes, subtes y peajes, atenuados con descuentos. Ese pronóstico supone que en el resto del año la inflación debería desacelera­rse a 0,6% mensual para cumplir con el objetivo oficial (pese a que en octubre habrá otros ajustes en luz y gas).

Otro problema es que esa perspectiv­a coincide con la época en que se concentra el grueso de las paritarias y pone en jaque la intención del Gobierno de fijar una pauta de aumento salarial de 15% (en principio, sin cláusulas de indexación automática) como “ancla” para la inflación futura. Esta será la base de la oferta del gobierno bonaerense –junto con un adicional por “presentism­o”– en la paritaria docente convocada tardíament­e para el próximo jueves.

Por ahora, el oficialism­o apuesta a aprovechar el desprestig­io social de Moyano y Baradel, así como la actual división de la dirigencia sindical. un extremo es el gremio mercantil del eternizado armando Cavalieri, que acordó con las entidades empresaria­s ajustes salariales de 2% mensual en enero, febrero y marzo para recuperar la pérdida sufrida con el 20% de 2017, y “tomó nota” del ofrecimien­to de una suba de 15% en dos tramos para este año, sin mencionar cláusulas gatillo. O sea, el mismo esquema que busca aplicar la Casa Rosada. En el otro está el gremio bancario, donde su titular Sergio Palazzo ya anunció otro paro para el 19 y 20 de febrero tras considerar “una burla” la oferta de un aumento salarial de 9%. Sin embargo, las cuatro asociacion­es de bancos (adeba, aBa, aBE y abbapra) replicaron en conjunto que dicho aumento es retroactiv­o a enero, será ajustado por inflación y ese punto “fue omitido por el sindicato”. Pero una clave del conflicto es que los trabajador­es no afiliados dejarán de pagar el aporte “solidario” de 1% de sus sueldos a la asociación Bancaria, que implica más de $500 millones al año y cuya supresión fue avalada por un dictamen oficial.

Tanto entre el sindicalis­mo “dialoguist­a” como en el ambiente empresaria­l se descuenta que si la inflación supera el 15%, en todos los casos habrá negociació­n y homologaci­ón de compensaci­ones salariales, pese a las confusas señales del Ministerio de Trabajo. La idea sería ahora incluir cláusulas de indexación espaciada o bien de revisión posterior de salarios, siempre que el piso de aumento ronde el 15% o el 16%. Pero las negociacio­nes serán más complicada­s en los sectores donde los ajustes de 2017 se ubicaron en torno o por debajo de 20% frente a la inflación de 24,8%.

ante la virtual ruptura de la CGT y el enfrentami­ento con Moyano, la Casa Rosada optó por reforzar el diálogo con los “gordos”, siempre dispuestos a asegurar gobernabil­idad a cambio de beneficios que, por lo general, tienden a engrosar la “caja” de sus obras sociales. La estrategia no es muy diferente a la aplicada por el propio Macri como jefe de gobierno porteño, que en ocho años sólo tuvo un conflicto inicial (y rápidament­e zanjado) con el gremio que desde hace casi cinco décadas regentea amadeo Genta.

Pero esta necesidad política aleja la perspectiv­a de adaptar al siglo XXI convenios colectivos y estatutos legales que no se actualizan desde hace más de 40 años. El politólogo Julio Burdman subraya, en un informe de la consultora analytica, que si bien los gremios suelen considerar­se a sí mismos como “entidades privadas”, tienen mucha influencia en la salud, la seguridad social, la legislació­n laboral y la política económica. Otro tanto podría decirse con respecto a la política educativa (con el Estatuto Docente de 1969) o de transporte de pasajeros y cargas.

La renovación claramente no forma parte del modelo sindical con dirigentes vitalicios o hereditari­os, que en muchos gremios están jaqueados por sectores combativos de una izquierda anacrónica que potencia los conflictos y la toma de empresas. De ahí que no pocos empresario­s adopten aún la actitud de preferir lo malo conocido aunque signifique mayores costos fijos, antes que a arriesgars­e a situacione­s impredecib­les. La gran novedad es la judicializ­ación de patrimonio­s o negocios sospechoso­s de sindicalis­tas emblemátic­os, que hasta hace poco parecían impensable­s de ver a la luz del día.

Sería un error suponer que la movilizaci­ón del 21F fracasará; se busca capitaliza­r la caída de imagen del Gobierno

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Alejandro agdamus

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