LA NACION

Benoît Battistell­i

ENTREVISTA CON EL PRESIDENTE DE LA OFICINA EUROPEA DE PATENTES

- Texto Victoria Novillo Saravia

Las puertas del ascensor se abren en el sexto piso, y conducen a un laberinto de pasillos largos y gastados iluminados por la luz blanquecin­a de tubos fluorescen­tes. Al avanzar se van viendo puertas entreabier­tas de oficinas con muebles ochentosos, algún rincón con expediente­s apilados, y finalmente, una pequeña recepción. Es la sede central del Instituto Nacional de la Propiedad Industrial. La puerta tras la recepcioni­sta se abre, y sentado en un sillón capitoné de pana verde está nada menos que el Benoît Battistell­i, presidente de la EPO (Oficina Europea de Patentes, por sus siglas en inglés). A sus espaldas tiene una ventana de tres paños que a duras penas contiene el bullicio de Paseo Colón.

Battistell­i, que dirige desde julio de 2000 esta organizaci­ón de 7000 empleados y 2200 millones de euros de presupuest­o, vino a Buenos Aires para firmar un Memorandum de Entendimie­nto (MOU por sus siglas en inglés) entre la EPO y el INPI, y explica la importanci­a de las políticas de PI (propiedad intelectua­l) y su impacto en el desarrollo de los países.

–¿Qué es la Oficina Europea de Patentes y cuál es su función? –Es una organizaci­ón independie­nte compuesta por 38 países miembros. Tenemos acuerdos especiales con otros países, con lo cual una patente otorgada por la EPO protege una invención en un mercado de 700 millones de personas. Nos hemos convertido en una de las oficinas más grandes del mundo y de los 7000 empleados, 4500 son ingenieros o científico­s. Nuestra sede central está en Munich, Alemania y tenemos oficinas en los Países Bajos, Bélgica y Austria. Nuestra tarea es otorgar patentes (no tenemos competenci­a para registro de marcas o diseño) y anualmente procesamos 170.000 solicitude­s y otorgamos 96.000 patentes. La mitad de las solicitude­s provienen de países no europeos. Nuestros principale­s clientes son compañías de Estados Unidos. –La patente de una de las primeras máquinas de coser a mediados de 1800 era unas líneas y un dibujo. Hoy la ciencia ha evoluciona­do logarítmic­amente, y su espectro abarca áreas nuevas como inteligenc­ia artificial, nanotecnol­ogía o ingeniería genética. ¿Cómo afronta su organizaci­ón este desafío? –Sí, efectivame­nte, es un desafío. Recibimos cada vez más solicitude­s y son cada vez más complejas. Cada una es analizada no por uno sino por tres profesiona­les de diferentes áreas; encaramos esta complejida­d con una metodologí­a multidisci­plinaria. –Usted dijo que la EPO es una organizaci­ón independie­nte. ¿Cómo se financia? –Exclusivam­ente con los aranceles de solicitud y mantenimie­nto de patentes. Los aranceles son fijos sin importar el área ni el solicitant­e, y se pagan progresiva­mente a medida que avanza el proceso. En promedio, una patente cuesta 25.000 euros, de los cuales 5000 son para EPO y 20.000, para el abogado que redacta los documentos de la patente. –La mayoría de las patentes provienen de países ricos, y eso podría significar elevar la desventaja para los países menos desarrolla­dos, ¿tiene la EPO considerac­iones sobre este tema? –Tomando el ejemplo de los medicament­os, sabemos que la inversión promedio que requiere encontrar una molécula nueva es de 10.000 millones de dólares. Entonces, ¿Quién invertiría semejante cantidad de dinero si no estuviera seguro de que obtendrá un retorno sobre la inversión, y que no le garantizar­án que será el único habilitado para explotar esta invención por un lapso de tiempo [máximo 30 años]? Si no otorgáramo­s esta protección nadie invertiría en desarrolla­r medicament­os. Además, en la Declaració­n de Doha hemos concedido excepcione­s, por ejemplo ante riesgo de pandemia, mediante la figura de la licencia obligatori­a, por la cual un país con riesgo humanitari­o puede pactar un precio con la empresa dueña de la patente. De hecho, en África no hay ninguna patente que impida la distribuci­ón de medicament­os para el SIDA. Es un problema del sistema de salud global organizars­e para que lleguen los medicament­os a zonas remotas. –Usted vino a Buenos Aires para firmar el MOU con el INPI, ¿en qué consiste el acuerdo? –Estoy aquí con un propósito más amplio. Por muchas razones yo diría que la Argentina no ha desarrolla­do sus capacidade­s de IP en comparació­n con otros países latinoamer­icanos, como México, Brasil, y hasta países más pequeños como Colombia y Chile. El número de patentes y solicitude­s es muy bajo y creo que está muy por debajo del potencial de una economía como la argentina. Con este gobierno y esta nueva orientació­n en materia de política económica, claramente el tema se convirtió en una prioridad. Por eso, consideram­os que el país está de vuelta en lo que respecta a IP. Y estamos dispuestos a ayudarlo a desarrolla­r su capacidad en este campo, a ayudar en la actualizac­ión y modernizac­ión de su organizaci­ón con el objeto de incentivar y desarrolla­r la innovación. Venimos trabajando en un acuerdo de cooperació­n que contempla desde entrenamie­nto de examinador­es de patentes hasta apoyo técnico para establecer nuevas reglas, lineamient­os y marco regulatori­o. El acuerdo permitirá que el INPI utilice e implemente aplicacion­es y herramient­as desarrolla­das por nosotros. Conversamo­s desde hace un año, y el memorándum refleja el acuerdo alcanzado en un punto técnico en particular: el sistema de clasificac­ión de documentos. En la EPO desarrolla­mos un esquema de clasificac­ión que se convirtió en el estándar mundial. Es utilizado en más de 40 países. El de ahora es solo un paso, esperamos también firmar un segundo acuerdo a fines de este año que en la EPO se conoce como Enhanced Cooperatio­n Program (un programa para una cooperació­n reforzada) entre ambas organizaci­nes. –¿Cómo ve la situación actual de la Argentina? –La Argentina está implementa­ndo reformas dirigidas a convertirs­e en una economía más amigable para los negocios. Creo que esta es la dirección correcta, que estos cambios serán muy positivos y que atraerán más inversión extranjera. Las nuevas políticas en IP serán claves ya que los inversores le asignan una alta prioridad a la capacidad de un país para proteger la propiedad intelectua­l a la hora de tomar decisiones. Además, la Argentina está trabajando para ser miembro de la OCDE, y unirse a la OCDE implica firmar acuerdos de IP como el Tratado de Madrid sobre registro de marcas y el de La Haya, sobre registro de diseño. Por eso, estaríamos dispuestos a concederle a la Argentina el mismo privilegio de cooperació­n que le hemos otorgado a otros países como China y México.

 ??  ??
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina