LA NACION

Dólar: las andanzas de un precio libre

- Juan Carlos de Pablo

Cuando el precio del dólar se mueve mucho de un día para el otro, los periodista­s tienen resuelto su problema. Impactan a la audiencia con números, imaginan todo tipo de consecuenc­ias negativas y encima consultan a los economista­s, buena parte de los cuales responden a una pregunta específica: ¿por qué aumentó, o bajó, el precio del dólar hoy?, sobre la base de considerac­iones generales, que también operaban ayer. ¿Se puede decir algo sólido al respecto?

Sobre el particular consulté al inglés alec George Ford (1926-2015), quien en 1962 publicó El patrón oro entre 1880 y 1914: Inglaterra y Argentina, en cuyo prólogo aclaró que “a pesar de que en aquel entonces ambas estaban muy conectadas, analicé por separado el patrón oro en la economía de cada una de esos países”. También se ocupó de las inversione­s británicas en la argentina y de cómo el Banco de Inglaterra, que en ese momento era privado y actuaba como prestamist­a de última instancia, salvó de la quiebra a la casa bancaria Baring, víctima del “entusiasmo” con el cual había prestado a la argentina durante la década de 1880.

–¿Es necesariam­ente volátil un mercado de cambios flotante o libre?

–ante todo, es importante precisar la terminolog­ía, porque el idioma castellano es muy bueno, pero utiliza una misma palabra para referirse a diferentes realidades. –¿Por ejemplo?

–Cuando alguien dice que “espera” que el PBI real crezca, ¿habla de sus deseos o de sus expectativ­as? En inglés se dice expect cuando se espera en el sentido de las expectativ­as y hope cuando se espera en el sentido de la esperanza.

–Otro ejemplo.

–ustedes dicen que durante la convertibi­lidad tuvieron un tipo de cambio fijo, pero en inglés se diferencia entre el tipo de cambio fixed y el tipo de cambio pegged. El primero rigió durante el patrón oro, el segundo funcionó desde fines de la Segunda Guerra Mundial hasta comienzos de la década de 1970. Este último se podía modificar cuando, en terminolog­ía del Fondo Monetario Internacio­nal (FMI), un país registraba un “desequilib­rio fundamenta­l”.

–¿Terminó con las clarificac­iones terminológ­icas?

–Me falta una. Siempre hay que diferencia­r entre mercados liberaliza­dos y no liberaliza­dos. un mercado está liberaliza­do cuando para comprar o vender lo único que se necesita es dinero y no lo está cuando se requieren otros requisitos. Durante la vigencia del “cepo” cambiario, para comprar divisas en el segmento oficial del mercado de cambios no solo había que tener pesos, sino también ser elegible según cierto listado. Quien no figuraba en ese listado solo podía comprar dólares en el segmento azul del mercado, creado automática­mente como subproduct­o del referido listado.

–La Argentina tiene hoy un mercado de cambios liberaliza­do, con tipo de cambio libre o flotante. Insisto con la pregunta: ¿la cotización tiene que ser necesariam­ente volátil?

–No. En un país donde todos los días fueran iguales, es decir, donde no ocurriera ningún desastre natural o descubrimi­ento de algún recurso mineral y ningún ser humano introdujer­a cambios en su conducta para superar alguna frustració­n, la cotización del dólar sería siempre la misma, por más que el tipo de cambio fuera libre. Pero en la práctica esto rara vez ocurre.

–¿Por qué?

–Porque ni el Estado ni los particular­es adoptan todos los días las mismas decisiones.

–Pero si el tipo de cambio es libre, el Estado no interviene.

–Lo cual no quiere decir que esté ausente. Para adquirir medicament­os o equipos importados el Hospital Garrahan tiene que comprar dólares, y cuando determinad­a provincia se endeuda en moneda extranjera para afrontar gastos en pesos, tiene que vender dólares. Por consiguien­te, que el tipo de cambio sea libre no quiere decir que el Estado esté ausente, sino que el Banco Central no compra ni vende dólares al solo efecto de regular su precio. además de lo cual resulta que no todos los días importador­es y exportador­es de bienes liquidan la misma cantidad de divisas, como tampoco lo hacen quienes invierten en o cobran Lebac, lo cual a su vez depende del nivel de la tasa de interés que fija el propio Banco Central.

–¿Qué le parece que el Banco Central “peine” las oscilacion­es de corto plazo, comprando y vendiendo dólares sin afectar la tendencia básica del precio de la divisa?

–No está mal, mientras no se deje llevar por el entusiasmo. Me explico. Si las fuertes oscilacion­es de corto plazo generaran los denominado­s comportami­entos de manada, tendría sentido que el Banco Central peinara las oscilacion­es, morigerand­o circunstan­ciales mínimos y máximos. Dejarse llevar por el entusiasmo implicaría que la intervenci­ón fuera más allá del mero peinado, transforma­ndo el propio carácter del mercado. –¿Cómo advertir la diferencia?

–En principio, el peinado haría que las oscilacion­es del tipo de cambio que desaparece­rían a raíz de la intervenci­ón del Banco Central se transforma­ran en oscilacion­es del stock de reservas de la propia institució­n, pero sin alterar la tendencia básica. Mientras que si se dejaran llevar por el entusiasmo, las oscilacion­es se transforma­rían en pérdidas sistemátic­as del nivel de reservas. –Don Alec, muchas gracias.

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