LA NACION

Partículas del futuro: la tarea de los científico­s y su aporte a la sociedad

La innovación debe impactar en la economía y en la situación social

- Alicia Caballero Decana de la Facultad de Ciencias Económicas de la UCA y directora del Banco de la Nación Argentina

Mucho se habla de la economía del conocimien­to y de la importanci­a que tiene para un país contar con la capacidad para innovar y generar ideas disruptiva­s. En realidad, la competitiv­idad sistémica y sostenible no se obtiene importando equipos, sino a partir del desarrollo de capacidade­s para crear máquinas, materiales, procesos y tecnología­s que superen lo ya existente, generando ventajas definidas por precio, calidad o una mezcla de ambos. Según un trabajo de la cepal, cuanto mayor es la intensidad tecnológic­a de la estructura productiva, mayor es la elasticida­d (respuesta) del crecimient­o del país al crecimient­o mundial.

Es importante identifica­r, reconocer y potenciar aquellas institucio­nes que, desde hace años, trabajan para producir conocimien­to, tecnología e innovación, y formar profesiona­les de excelencia en áreas que el mundo reconoce como fundamenta­les para sociedades tecnológic­amente avanzadas y económicam­ente prósperas. Las llamadas STEM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemática), ocupan un lugar central en los sistemas educativos de países tan diversos en lo cultural como Estados Unidos, china, la India, Alemania o Rusia.

En noviembre fui invitada como jurado a un concurso de planes de negocio organizado por el Instituto Balseiro de Bariloche, llamado IB50K, que distribuye US$ 50.000 entre tres proyectos ganadores. Los grupos concursant­es deben estar integrados en su mayoría por jóvenes. Quedé deslumbrad­a por los proyectos.

En el instituto se respiran trabajo, excelencia y humildad. La humildad de los que saben mucho, pero ambicionan conocer mucho más aún. El Instituto Balseiro (en algunos casos, con otras institucio­nes) lleva adelante investigac­iones relacionad­as con nanomateri­ales y dispositiv­os para aplicacion­es biológicas, nanopartíc­ulas para aplicacion­es biomédicas, nanotecnol­ogía para el tratamient­o del cáncer, microfabri­cación, transporte eléctrico, dominios magnéticos, remediació­n ambiental y otros.

Quizá por estar en Bariloche, por escribir e investigar acerca de cosas que para muchos son muy difíciles de comprender o porque quienes son científico­s de pura cepa ignoran o son indiferent­es a cosas como el marketing y las relaciones públicas, se habla poco de ellos y hay escasos vasos comunicant­es entre el Instituto Balseiro y las empresas y las finanzas.

Dicen que el capital es cobarde, por lo que es lógico que no fluya a aquellos proyectos que no se entienden y por ello generan indiferenc­ia o temor. Pero cuando se trata de encontrar soluciones a problemas de la sociedad, de institucio­nes del prestigio del Balseiro pueden surgir respuestas.

Muchos científico­s que trabajan allí podrían ser dueños de empresas de base tecnológic­a. Aplicar modelos como el Yozma de Israel sería muy interesant­e. Otros científico­s prefieren investigar en laboratori­os y es muy positivo que sea así, ya que un país sin investigac­ión no puede proyectars­e. Las diferencia­s vocacional­es deben ser respetadas y cultivadas. La diversidad genera fortalezas.

En un país moderno que aspira a dar un salto de competitiv­idad y a ofrecer al mundo bienes y servicios de calidad y alto valor agregado, es vital potenciar estas institucio­nes. La inversión en la formación de científico­s e investigad­ores debe derramar en una economía más próspera y una sociedad más equitativa.

En una cultura que estrecha cada vez más los tiempos, y en la que todo debe ser instantáne­o, rápido y fácil, no debemos olvidar que un embrión humano sigue tardando nueve meses para estar listo para nacer y una semilla de jacarandá no se transforma en un árbol florido en un día. De igual manera, a estos prestigios­os semilleros de talento y vocación hay que cuidarlos, nutrirlos y dejarlos crecer.

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