LA NACION

El camino para certificar que una empresa es de triple impacto

propósitos sociales. Tener el sello B, algo que en la Argentina lograron 65 firmas, requiere de un compromiso de los accionista­s; el proceso se basa en una evaluación que da un puntaje

- Julia D’Arrisso pArA LA nACIón

Bajo la consigna de reinventar la economía desde el desarrollo de una actividad que produzca un triple impacto, económico, ambiental y social, hoy existen en nuestro país 65 empresas certificad­as como B (entre las cuales hay filiales de multinacio­nales y varios emprendimi­entos locales), en tanto que se están por sumar seis más. El proceso para obtener la certificac­ión se basa en un sistema de evaluación que otorga puntos, y la cantidad de puntos obtenida debe incrementa­rse año tras año, para que se asuma un mayor compromiso con las personas y el planeta.

En el camino hay tres pasos: se determina el propósito social y ambiental de la compañía; se mide el impacto a través de una evaluación que otorga un puntaje, y se incluye esa finalidad en el objeto social de la empresa. Así, se modifican los estatutos y se logra que queden comprometi­dos los accionista­s con los objetivos fijados.

“La evaluación de la empresa es integral: abarca sus políticas laborales y de gobernanza y su relación con la comunidad, el medioambie­nte y el cliente. Según el grado que tengan, se establece un puntaje que va hasta 200 puntos. Si se obtienen 80 puntos –el 40% del total posible- se presenta la informació­n para el certificar­lo en la Organizaci­ón B-LAB de Estados Unidos”, explica Francisco Murray, director ejecutivo de Sistema B, la organizaci­ón que gestiona las certificac­iones en nuestro país.

Las empresas hacen el proceso de evaluación cada dos años y el puntaje tiene que ser siempre mayor al anterior. El costo para la certificac­ión es anual y varía según el volumen de facturació­n.

En este momento hay alrededor de 25 empresas en proceso de certificac­ión y otras 500 que están midiendo su impacto. Se trata de firmas que se dedican a diversas actividade­s, como la gastronomí­a, los servicios o la indumentar­ia. Lo que las caracteriz­a es el propósito de integració­n para dar soluciones a problemas sociales, ambientale­s y económicos.

Un caso de las ya certificad­as es el de Increase, que a mediados del año pasado se convirtió en la primera

fintech B. Es una empresa que brinda soluciones tecnológic­as para los negocios, con productos como IncreaseCa­rd, una plataforma online que simplifica el control de las operacione­s hechas con tarjeta y permite saber con exactitud el monto de dinero que se depositará en una cuenta cada día del mes. Trabaja principalm­ente con pymes, que en muchos casos suelen ser de economías locales y de bajos recursos.

“El impacto social es directo. In- creaseCard ya tiene 15.000 clientes en toda la Argentina. Ese producto permite controlar las ventas con tarjeta y, de esa manera, potenciar los negocios. Tenemos un impacto directo sobre miles de comercios y pymes. Tenemos encuentros de mentorías con OnG o empresas con impacto social. El foco es ayudar en un problema puntual”, explicaron desde la empresa. Han dado, por ejemplo, asesoramie­nto a pequeños emprendedo­res de zonas vulnerable­s.

Otro ejemplo es el de Camping, un espacio gastronómi­co que recibe 300 visitas por día en la terraza del Buenos Aires Design y propone conformar un lugar común bajo las reglas de un campamento. “Tenemos una política de no reservas, entendiend­o que los lugares en las mesas se comparten”, se consigna en el sitio oficial.

Gabriel Balan, director de Camping, contó que la certificac­ión como empresa B se logró en mayo de 2017 con 90 puntos, y surgió a partir del propósito de crear un lugar donde la gente pueda tener un rol activo en el cuidado del ambiente y en la dinámica con los otros, en temas puntuales como la separación de los residuos o la selección de la música.

“Además, tenemos una lógica interna para recibir empleados con poca o nula experienci­a de trabajo, para que sea un lugar para aprender; y tenemos líderes de grupos que enfocan la tarea del staff a un aprendizaj­e del trabajo en equipo. Desde que se fundó se habló de ser una empresa B; cuando enmarcas el trabajo desde esa perspectiv­a, no pensás solo en un rédito económico, sino que te preguntás si lo que hacés es bueno para los que trabajan en la empresa y para el resto de la gente”, dijo Balan. Misión: purificar La pyme de purificado­res de agua DVIGI se encuentra en el mercado hace más de 30 años, con la preocupaci­ón de conocer cómo es el agua que tomamos y qué envase la lleva. “Somos 70% agua y realmente necesitamo­s trabajar sobre la calidad de agua y por eso también sustituimo­s a las botellas plásticas”, explicó Gisella Djenderedj­ian, gerente general de la pyme. “Tenemos que recertific­ar la semana que viene y este último año incorporam­os nuevas métricas para medir el impacto, con indicadore­s como satisfacci­ón del cliente respecto de la reutilizac­ión de los cartuchos; además, hemos implementa­do una botella de plástico que tarda 700 años en descompone­rse”, contó en relación a la pequeña empresa que lleva un volumen de venta de 5000 purificado­res al mes, con un precio aproximado de $5000.

porta Hermanos es una pyme que nació en Córdoba, con la iniciativa de fabricar licores que surgió de dos hermanos italianos que, en 1882, crearon un boticario. Hoy la empresa se expandió como planta proveedora de alcohol fraccionad­o para abastecer usos alimentici­os, medicinale­s y cosméticos. La empresa consiguió la certificac­ión en seis meses –aunque lo habitual es que el proceso dure un año– y obtuvo 86 puntos.

“A partir de la certificac­ión, nuestro propósito de triple impacto pasó a ser parte del estatuto social y esto significa que no puede cambiarse, que se garantiza un legado”, contaron en porta Hermanos. Entre las medidas que significar­on definir a la compañía como parte del sistema B, se reglamenta­ron los códigos de conducta, el programa de voluntaria­do y un plan de desarrollo de proveedore­s.

“nuestra planta es 100% sustentabl­e; se aprovecha integralme­nte la materia prima, el maíz, para no generar residuos. no se desperdici­a ni el dióxido de carbono que surge de todo el proceso productivo. nuestro propósito es sumarle valor a la producción de nuestra tierra, a partir de un trabajo responsabl­e por obtener los mejores productos”, sostuviero­n desde la empresa. Y afirmaron que, como ellos, hay una red de empresario­s que quieren darle una nueva mirada a los negocios.

francisco murray director de sistema b “La evaluación es integral; abarca, por caso, la política laboral y la relación con la comunidad”

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